La proclamación ocurrió el 1 de noviembre de 1950 con la Constitución Munificentisimus Deus del Papa Pío XII, que afirma lo siguiente:
"Después de elevar a Dios muchas y reiteradas preces y de invocar la luz del Espíritu de la Verdad, para gloria de Dios omnipotente, que otorgó a la Virgen María su peculiar benevolencia; para honor de su Hijo, Rey inmortal de los siglos y vencedor del pecado y de la muerte; para aumentar la gloria de la misma augusta Madre y para gozo y alegría de toda la Iglesia, con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados apóstoles Pedro y Pablo y con la nuestra, pronunciamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado que La Inmaculada Madre de Dios y siempre Virgen María, terminado el curso de su vida terrenal, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria del cielo".
Esta verdad de fe revelada por Dios a través de la Biblia o la Sagrada Tradición recuerda que el cuerpo y alma de la Virgen María fueron glorificados y llevados al Cielo al término de su vida terrena.
El Catecismo de la Iglesia señala que la importancia de este dogma radica en la relación de la Resurrección de Jesucristo y la resurrección de los fieles.
“La Asunción de la Santísima Virgen constituye una participación singular en la Resurrección de su Hijo y una anticipación de la resurrección de los demás cristianos”, señala en el numeral 966.
San Juan Pablo II, en una de sus catequesis sobre la Asunción, explicó que “mientras para los demás hombres la resurrección de los cuerpos tendrá lugar al fin del mundo, para María la glorificación de su cuerpo se anticipó por singular privilegio”.
“Contemplando el misterio de la Asunción de la Virgen, es posible comprender el plan de la Providencia Divina con respecto a la humanidad: después de Cristo, Verbo encarnado, María es la primera criatura humana que realiza el ideal escatológico, anticipando la plenitud de la felicidad, prometida a los elegidos mediante la resurrección de los cuerpos”, indicó el Pontífice durante la Audiencia General de 1997.
Al declarar el dogma de la Asunción de María, Pío XII no quiso dirimir si la Virgen murió y resucitó enseguida, o si marchó directamente al Cielo. Muchos teólogos piensan que la Virgen murió para asemejarse más a Jesús, pero otros sostienen que ocurrió el “Tránsito de María” o Dormición, que se celebra en Oriente desde los primeros siglos.
En lo que ambas posiciones coinciden es que la Virgen María, por un privilegio especial de Dios, no experimentó la corrupción de su cuerpo y fue asunta al Cielo, donde reina viva y gloriosa, junto a Jesús.
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