mayo 2020

, 01 Jun. 20 (ACI Prensa).- La Iglesia Católica dedica el mes de junio al Sagrado Corazón de Jesús, para que los fieles veneren, honren e imiten más intensamente el amor generoso y fiel de Cristo por todas las personas.

Es un mes donde se le demuestra a Jesús, a través de las obras, cuánto se le ama; correspondiendo a su gran amor demostrado al entregarse a la muerte por sus hijos, quedándose en la Eucaristía y enseñando el camino a la vida eterna.

Sobre esta fiesta, el Papa Benedicto XVI afirmó que "al ver el corazón de Señor, debemos de mirar el costado traspasado por la lanza, donde resplandece la inagotable voluntad de salvación por parte de Dios, no puede considerarse culto pasajero o de devoción: la adoración del amor de Dios, que ha encontrado en el símbolo del ‘corazón traspasado’ su expresión histórico-devocional, la cual sigue siendo imprescindible para una relación viva con Dios".

La devoción al Corazón de Jesús ha existido desde los inicios de la Iglesia, desde que se meditaba en el costado y el corazón abierto del Señor.

Cuenta la historia que el 16 de junio de 1675, el Hijo de Dios se le apareció a Santa Margarita María de Alacoque y le mostro su Corazón rodeado de llamas de amor, coronado de espinas, con una herida abierta de la cual brotaba sangre y, del interior del mismo salía una cruz.

Santa Margarita escuchó al Señor decir: "he aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombres, y en cambio, de la mayor parte de los hombres recibo ingratitud, irreverencia y desprecio".

Más información sobre el Sagrado Corazón de Jesús:

Origen de la devoción al Corazón de Jesús Santa Margarita de Alacoque propaga devoción al Sagrado Corazón Promesas del Sagrado Corazón La gran promesa: La Eucaristía Inmaculado Corazón de la Virgen María Teología del Sagrado Corazón: Práctica Sacramental: Escritos espirituales: Oraciones: Documentos Pontificios: Especial del Sagrado Corazón de Jesús

REDACCIÓN CENTRAL, 01 Jun. 20 (ACI Prensa).- San Justino fue un filósofo laico y mártir considerado "el más importante entre los Padres apologistas del siglo segundo" según el Papa Emérito Benedicto XVI.

Se llama apologista al que escribe en defensa de algo. Y Justino escribió varias apologías o defensas del cristianismo que después enseñó en Asia Menor y Roma.

Sus escritos ofrecen detalles muy interesantes sobre la vida de los cristianos antes del año 200 y cómo celebraban sus ceremonias religiosas.

Las dos obras que escribió y que aún se conservan, las Apologías y el Diálogo con Trifón, “ilustran ante todo el proyecto divino de la creación y de la salvación que se cumple en Jesucristo, el Logos, el Verbo de Dios, del que participa todo hombre, como creatura racional. Su primera Apología es una crítica implacable a la religión pagana y a los mitos de entonces”. (Benedicto XVI, 2007)

Nació alrededor del año 100, en la antigua Siquem, en Samaria. Sus padres eran paganos, de origen griego, y le dieron una excelente educación instruyéndolo lo mejor posible en filosofía, literatura e historia.

Un día meditando acerca de Dios se le acercó un anciano sabio que le recomendó estudiar la religión cristiana a través de la Biblia “porque es la única que habla de Dios debidamente y de manera que el alma queda plenamente satisfecha”.

Justino se dedicó a leer las Sagradas Escrituras y encontró maravillosas enseñanzas que antes no había logrado encontrar en ningún otro libro. Tenía unos 30 años cuando se convirtió, y en adelante el estudio de la BIblia fue para él lo más provechoso de toda su existencia.

Posteriormente fundó una escuela en Roma, donde enseñaba gratuitamente a los alumnos en la nueva religión, considerada como la verdadera filosofía y arte de vivir de forma recta.

Por este motivo fue denunciado y fue decapitado en torno al año 165, bajo el reino de Marco Aurelio, el emperador a quien Justino había dirigido su Apología.

Más información en el siguiente enlace

San Justino fue un filósofo laico y mártir considerado "el más importante entre los Padres apologistas del siglo segundo" según el Papa Emérito Benedicto XVI.

Se llama apologista al que escribe en defensa de algo. Y Justino escribió varias apologías o defensas del cristianismo que después enseñó en Asia Menor y Roma.

Sus escritos ofrecen detalles muy interesantes sobre la vida de los cristianos antes del año 200 y cómo celebraban sus ceremonias religiosas.

Las dos obras que escribió y que aún se conservan, las Apologías y el Diálogo con Trifón, “ilustran ante todo el proyecto divino de la creación y de la salvación que se cumple en Jesucristo, el Logos, el Verbo de Dios, del que participa todo hombre, como creatura racional. Su primera Apología es una crítica implacable a la religión pagana y a los mitos de entonces”. (Benedicto XVI, 2007)

Nació alrededor del año 100, en la antigua Siquem, en Samaria. Sus padres eran paganos, de origen griego, y le dieron una excelente educación instruyéndolo lo mejor posible en filosofía, literatura e historia.

Un día meditando acerca de Dios se le acercó un anciano sabio que le recomendó estudiar la religión cristiana a través de la Biblia “porque es la única que habla de Dios debidamente y de manera que el alma queda plenamente satisfecha”.

Justino se dedicó a leer las Sagradas Escrituras y encontró maravillosas enseñanzas que antes no había logrado encontrar en ningún otro libro. Tenía unos 30 años cuando se convirtió, y en adelante el estudio de la BIblia fue para él lo más provechoso de toda su existencia.

Posteriormente fundó una escuela en Roma, donde enseñaba gratuitamente a los alumnos en la nueva religión, considerada como la verdadera filosofía y arte de vivir de forma recta.

Por este motivo fue denunciado y fue decapitado en torno al año 165, bajo el reino de Marco Aurelio, el emperador a quien Justino había dirigido su Apología.

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Redacción Central, 01 Jun. 20 (ACI Prensa).- Este 1 de junio la Iglesia celebra la memoria de la Santísima Virgen María Madre de la Iglesia, cuya fecha fue establecida el lunes siguiente a Pentecostés.

El Vaticano estableció la memoria a través de un Decreto de la Congregación para el Culto Divino firmado el 11 de febrero de 2018.

El documento sostiene que el Papa Francisco “consideró atentamente que la promoción de esta devoción puede incrementar el sentido materno de la Iglesia en los Pastores, en los religiosos y en los fieles, así como la genuina piedad mariana”.

En el decreto, la misma Congregación señala que “esta celebración nos ayudará a recordar que el crecimiento de la vida cristiana, debe fundamentarse en el misterio de la Cruz, en la ofrenda de Cristo en el banquete eucarístico, y en la Virgen oferente, Madre del Redentor y de los redimidos”.

“La gozosa veneración otorgada a la Madre de Dios por la Iglesia en los tiempos actuales, a la luz de la reflexión sobre el misterio de Cristo y su naturaleza propia, no podía olvidar la figura de aquella Mujer, la Virgen María, que es Madre de Cristo y, a la vez, Madre de la Iglesia”, precisa el texto.

En una de sus columnas semanales, el Arzobispo de Los Ángeles, Mons. José Gomez, indicó que los primeros cristianos “tenían una conciencia profunda de que la Iglesia era su ‘madre’ espiritual, que los daba a luz en el bautismo, constituyéndolos en hijos de Dios a través de los sacramentos”.

También en el Nuevo Testamento “los apóstoles a menudo se referían a los fieles como a sus hijos espirituales, reflejando así nuevamente su comprensión de que la Iglesia es nuestra madre y nuestra familia”.

“Y en esto, los primeros cristianos entendieron que María era el símbolo perfecto de la maternidad espiritual de la Iglesia”, afirmó Mons. Gomez.

Por ello, señaló que la nueva memoria que los católicos celebrarán el 21 de mayo es “un profético redescubrimiento de una antigua devoción”.

En el siglo XX, el Papa Pablo VI, dirigiéndose a los padres conciliares del Vaticano II, declaró que María Santísima era Madre de la Iglesia.

La memoria “Virgen María, Madre de la Iglesia” recuerda que ella es Madre de todos los hombres y especialmente de los miembros del Cuerpo Místico de Cristo, desde que es Madre de Jesús por la Encarnación.

Así lo confirmó Jesús desde la Cruz, antes de morir, al apóstol San Juan, y el discípulo la acogió como Madre.

La piedad de la Iglesia hacia la Santísima Virgen es un elemento intrínseco del culto cristiano, cumpliendo así la profecía de la Virgen, que dijo: “Me llamarán Bienaventurada todas las generaciones” (Lc 1,48).

Este 1 de junio la Iglesia celebra la memoria de la Santísima Virgen María Madre de la Iglesia, cuya fecha fue establecida el lunes siguiente a Pentecostés.

El Vaticano estableció la memoria a través de un Decreto de la Congregación para el Culto Divino firmado el 11 de febrero de 2018.

El documento sostiene que el Papa Francisco “consideró atentamente que la promoción de esta devoción puede incrementar el sentido materno de la Iglesia en los Pastores, en los religiosos y en los fieles, así como la genuina piedad mariana”.

En el decreto, la misma Congregación señala que “esta celebración nos ayudará a recordar que el crecimiento de la vida cristiana, debe fundamentarse en el misterio de la Cruz, en la ofrenda de Cristo en el banquete eucarístico, y en la Virgen oferente, Madre del Redentor y de los redimidos”.

“La gozosa veneración otorgada a la Madre de Dios por la Iglesia en los tiempos actuales, a la luz de la reflexión sobre el misterio de Cristo y su naturaleza propia, no podía olvidar la figura de aquella Mujer, la Virgen María, que es Madre de Cristo y, a la vez, Madre de la Iglesia”, precisa el texto.

En una de sus columnas semanales, el Arzobispo de Los Ángeles, Mons. José Gomez, indicó que los primeros cristianos “tenían una conciencia profunda de que la Iglesia era su ‘madre’ espiritual, que los daba a luz en el bautismo, constituyéndolos en hijos de Dios a través de los sacramentos”.

También en el Nuevo Testamento “los apóstoles a menudo se referían a los fieles como a sus hijos espirituales, reflejando así nuevamente su comprensión de que la Iglesia es nuestra madre y nuestra familia”.

“Y en esto, los primeros cristianos entendieron que María era el símbolo perfecto de la maternidad espiritual de la Iglesia”, afirmó Mons. Gomez.

Por ello, señaló que la nueva memoria que los católicos celebrarán el 21 de mayo es “un profético redescubrimiento de una antigua devoción”.

En el siglo XX, el Papa Pablo VI, dirigiéndose a los padres conciliares del Vaticano II, declaró que María Santísima era Madre de la Iglesia.

La memoria “Virgen María, Madre de la Iglesia” recuerda que ella es Madre de todos los hombres y especialmente de los miembros del Cuerpo Místico de Cristo, desde que es Madre de Jesús por la Encarnación.

Así lo confirmó Jesús desde la Cruz, antes de morir, al apóstol San Juan, y el discípulo la acogió como Madre.

La piedad de la Iglesia hacia la Santísima Virgen es un elemento intrínseco del culto cristiano, cumpliendo así la profecía de la Virgen, que dijo: “Me llamarán Bienaventurada todas las generaciones” (Lc 1,48).

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, 31 May. 20 (ACI Prensa).- Los obispos en Kenia se reunirán en los “próximos días” para definir una estrategia para el levantamiento de la prohibición del culto público en el país, después de que a principios de esta semana el gobierno se comprometiera a apoyarlos.

El martes 26 de mayo, el secretario del gabinete de Salud, Mutahi Kagwe; el secretario del gabinete de Educación, George Magoha; y el secretario del gabinete de Interior y Coordinación del Gobierno Nacional, Fred Matiang’i, se reunieron con los obispos de Kenia para pedirles propuestas para la reapertura segura de las iglesias.

CS Mutahi Kagwe, Prof. George Magoha and I met with Catholic Bishops' representatives, led by Cardinal John Njue, at the Holy Family Basilica this afternoon as part of Government's stakeholder outreach program as instructed by H.E. President Uhuru Kenyatta. pic.twitter.com/UqZaGehbNN

— Dr. Fred Matiang'i (@FredMatiangi) May 26, 2020

Por sus redes sociales, Matiang’i informó que la reunión se realizó en la Basílica de la Sagrada Familia en horas de la tarde, como parte del programa de información a las partes interesadas en el plan del gobierno.

“Reiteré el compromiso del Gobierno de continuar trabajando con la Iglesia a través de sus líderes mientras continuamos tomando medidas y decisiones con respecto a la situación COVID-19 de nuestro país”, agregó.

El miércoles 27 de mayo, el presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de Kenia (KCCB) y Arzobispo de Kisumu, Mons. Philip Anyolo, indicó a ACI África – agencia del Grupo ACI - que entre la variedad de temas que se discutieron surgió la idea de levantar la suspensión del culto público.

“Todos estábamos de acuerdo en que el culto público es uno de los servicios esenciales en Kenia”, señaló Mons. Anyolo. “Hablamos de la necesidad de abrir las iglesias para el culto de manera lenta y gradual, con mucha prudencia”, agregó.

Entre las medidas tomadas por la pandemia, el presidente de Kenia, Uhuru Kenyatta, eximió a varios proveedores de servicios “esenciales” del toque de queda nacional, entre los que se incluyen los profesionales de la salud, oficiales de seguridad nacional, trabajadores de emisoras con licencia y medios de comunicación.

Otros proveedores de servicios esenciales que pueden trabajar, si cuentan con la licencia necesaria, son las farmacias, los distribuidores de alimentos, transportistas de productos agrícolas, operadores de telecomunicaciones, supermercados, bancos, instituciones financieras y servicios financieros de pago.

Mons. Anyolo resaltó que el culto público también es uno de los servicios esenciales en el país, una necesidad para el pueblo de Dios y debe permitirse con “mucha precaución”.

“Nuestras iglesias necesitarán mucha disciplina para permitir el culto público. Muchas parroquias en Kenia tienen más de dos mil cristianos, por lo que no podemos despertarnos un día y decirles a todos que vayan a la iglesia”, agregó el Prelado.

Mons. Anyolo señaló que los cinco obispos que asistieron a la reunión estuvieron de acuerdo en plantear, junto con los demás prelados, un conjunto de propuestas a ser presentadas al Gobierno.

Además, indicó que la reunión del 26 de mayo también discutió el papel de la Iglesia en la lucha contra la propagación del COVID-19.

“La Iglesia y el Gobierno son socios en la mitigación de los efectos del virus. El Gobierno comprende el papel central de la Iglesia en la educación del público”, dijo. “Los africanos tienden a escuchar más los temas que se presentan en la perspectiva de la fe, que desde el Gobierno”, agregó.

Mons. Anyolo señaló que el papel de la Iglesia es educar sobre los peligros de la enfermedad, de manera que las personas entiendan que el virus es real y que la situación se vuelve más crítica mientras las infecciones aumentan diariamente y persiste la falta de medicamentos y vacunas.

Según reporta la Universidad Johns Hopkins, Kenia tiene un total de más de mil infecciones en el país y 62 muertes por la enfermedad.

Para contener la propagación del virus, en marzo el Gobierno de Kenia suspendió el culto público y ordenó el cierre de las escuelas.

Pero el 23 de mayo, mientras se asignaban fondos al programa de educación y se contrataban pasantes de TIC para apoyar el aprendizaje digital, el presidente Uhuru Kenyatta insinuó la reapertura de las escuelas, una decisión que ha atraído reacciones encontradas de varios grupos en el país.

“El enfoque del Gobierno para la posible reapertura de escuelas e incluso la suspensión de la prohibición del culto público es encomiable” indicó Mons. Anyolo. “Todas las partes interesadas recibieron una propuesta para estudiar y expresar opiniones antes de tomar cualquier medida”, agregó.

Asimismo, en la reunión se trató el tema de los desalojos forzados en Nairobi, los obispos pidieron al Gobierno no expulsar a la fuerza a los residentes pobres de sus hogares.

“Todos entendemos que este no es el momento adecuado para derribar las casas de las personas y dejar a cientos sin hogar; no cuando el mismo Gobierno aboga porque las personas permanezcan en sus hogares como una medida para contener la propagación del virus”, indicó Mons. Anyolo.

Traducido y adaptado por Harumi Suzuki. Publicado originalmente en ACI África.

Los obispos en Kenia se reunirán en los “próximos días” para definir una estrategia para el levantamiento de la prohibición del culto público en el país, después de que a principios de esta semana el gobierno se comprometiera a apoyarlos.

El martes 26 de mayo, el secretario del gabinete de Salud, Mutahi Kagwe; el secretario del gabinete de Educación, George Magoha; y el secretario del gabinete de Interior y Coordinación del Gobierno Nacional, Fred Matiang’i, se reunieron con los obispos de Kenia para pedirles propuestas para la reapertura segura de las iglesias.

Por sus redes sociales, Matiang’i informó que la reunión se realizó en la Basílica de la Sagrada Familia en horas de la tarde, como parte del programa de información a las partes interesadas en el plan del gobierno.

“Reiteré el compromiso del Gobierno de continuar trabajando con la Iglesia a través de sus líderes mientras continuamos tomando medidas y decisiones con respecto a la situación COVID-19 de nuestro país”, agregó.

El miércoles 27 de mayo, el presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de Kenia (KCCB) y Arzobispo de Kisumu, Mons. Philip Anyolo, indicó a ACI África – agencia del Grupo ACI - que entre la variedad de temas que se discutieron surgió la idea de levantar la suspensión del culto público.

“Todos estábamos de acuerdo en que el culto público es uno de los servicios esenciales en Kenia”, señaló Mons. Anyolo. “Hablamos de la necesidad de abrir las iglesias para el culto de manera lenta y gradual, con mucha prudencia”, agregó.

Entre las medidas tomadas por la pandemia, el presidente de Kenia, Uhuru Kenyatta, eximió a varios proveedores de servicios “esenciales” del toque de queda nacional, entre los que se incluyen los profesionales de la salud, oficiales de seguridad nacional, trabajadores de emisoras con licencia y medios de comunicación.

Otros proveedores de servicios esenciales que pueden trabajar, si cuentan con la licencia necesaria, son las farmacias, los distribuidores de alimentos, transportistas de productos agrícolas, operadores de telecomunicaciones, supermercados, bancos, instituciones financieras y servicios financieros de pago.

Mons. Anyolo resaltó que el culto público también es uno de los servicios esenciales en el país, una necesidad para el pueblo de Dios y debe permitirse con “mucha precaución”.

“Nuestras iglesias necesitarán mucha disciplina para permitir el culto público. Muchas parroquias en Kenia tienen más de dos mil cristianos, por lo que no podemos despertarnos un día y decirles a todos que vayan a la iglesia”, agregó el Prelado.

Mons. Anyolo señaló que los cinco obispos que asistieron a la reunión estuvieron de acuerdo en plantear, junto con los demás prelados, un conjunto de propuestas a ser presentadas al Gobierno.

Además, indicó que la reunión del 26 de mayo también discutió el papel de la Iglesia en la lucha contra la propagación del COVID-19.

“La Iglesia y el Gobierno son socios en la mitigación de los efectos del virus. El Gobierno comprende el papel central de la Iglesia en la educación del público”, dijo. “Los africanos tienden a escuchar más los temas que se presentan en la perspectiva de la fe, que desde el Gobierno”, agregó.

Mons. Anyolo señaló que el papel de la Iglesia es educar sobre los peligros de la enfermedad, de manera que las personas entiendan que el virus es real y que la situación se vuelve más crítica mientras las infecciones aumentan diariamente y persiste la falta de medicamentos y vacunas.

Según reporta la Universidad Johns Hopkins, Kenia tiene un total de más de mil infecciones en el país y 62 muertes por la enfermedad.

Para contener la propagación del virus, en marzo el Gobierno de Kenia suspendió el culto público y ordenó el cierre de las escuelas.

Pero el 23 de mayo, mientras se asignaban fondos al programa de educación y se contrataban pasantes de TIC para apoyar el aprendizaje digital, el presidente Uhuru Kenyatta insinuó la reapertura de las escuelas, una decisión que ha atraído reacciones encontradas de varios grupos en el país.

“El enfoque del Gobierno para la posible reapertura de escuelas e incluso la suspensión de la prohibición del culto público es encomiable” indicó Mons. Anyolo. “Todas las partes interesadas recibieron una propuesta para estudiar y expresar opiniones antes de tomar cualquier medida”, agregó.

Asimismo, en la reunión se trató el tema de los desalojos forzados en Nairobi, los obispos pidieron al Gobierno no expulsar a la fuerza a los residentes pobres de sus hogares.

“Todos entendemos que este no es el momento adecuado para derribar las casas de las personas y dejar a cientos sin hogar; no cuando el mismo Gobierno aboga porque las personas permanezcan en sus hogares como una medida para contener la propagación del virus”, indicó Mons. Anyolo.

Traducido y adaptado por Harumi Suzuki. Publicado originalmente en ACI África.

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Motivados por salir al encuentro de las personas en el contexto de la pandemia, el Seminario Pontificio Mayor de Santiago de Chile creó novedosas apuestas para evangelizar las redes sociales.

La casa de formación donde viven 54 jóvenes de distintos años, inició algunas acciones comunicacionales impulsados especialmente por el Mes Vocacional que se celebra en mayo.

Involúcrate, el desafío del Evangelio” es el nombre del programa de radio que lideran 6 seminaristas de Santiago y que en formato podcast es transmitido por las cuentas de Spotify, Youtube e Ivoox

Los sábados se realizan entrevistas en vivo por la cuenta de Facebook permitiendo la interacción con las personas. También tienen cuenta en Instagram.

A este espacio se sumó la Lectio Divina realizada los sábados a las 5:00 p.m. por los cuatro sacerdotes del seminario; la Santa Misa de lunes a domingo a las 7:00 p.m. y el Rosario por las vocaciones los días jueves. 

Ignacio Ramírez, seminarista de 3º año y uno de los encargados de la difusión del Seminario junto a otro joven, manifestó a ACI Prensa su alegría por la recepción de las personas reflejada en la participación y reproducción de los contenidos.

“Esto contribuye mucho a la Evangelización. La gente nos escribe y agradece por la posibilidad de entrar en la intimidad de su hogar con la oración y nos la ofrece por el aumento y perseverancia de las vocaciones”, dijo Ramírez.

Asimismo, agregó que estas instancias ayudan a mostrar “el seminario que es un lugar poco conocido para las personas; esto permite que conozcan la formación sacerdotal, con rostros concretos, a través de jóvenes que vienen de sus mismas comunidades, por lo que agradecemos que nos sigan y acompañen en nuestra vocación”, finalizó. 

En conversación con ACI Prensa el rector del Seminario Mayor de Santiago, P. Cristian Castro Toovey, manifestó que con estas acciones se “experimenta el palpitar apostólico de los seminaristas”.

“Este es el signo de un corazón palpitante, de un corazón pastoral que quiere salir al encuentro de las personas en este contexto de cuarentena, sobre todo hoy que se ocupan mucho las redes sociales”, agregó.

El P. Castro agregó que, si bien estas actividades se iniciaron con el objetivo de resaltar el Mes Vocacional, es importante que la Iglesia “persevere en la oración para que el Señor envíe operarios para su misión”.

También es necesario “estimular y tener una apertura generosa al llamado del Señor, es decir una cultura vocacional para generar el apoyo al joven que busca al Señor y que esa persona en libertad pueda escuchar la voz y escoger en paz”, concluyó. 

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En un video enviado el sábado 30 de mayo a los miembros de la Renovación Carismática Católica Mundial, con motivo de la Solemnidad de Pentecostés, el Papa Francisco invitó a construir “una sociedad más justa, más equitativa, más cristiana” cuando se derrote a la pandemia de coronavirus.

El Pontífice señaló que “cuando salgamos de esta pandemia, no podremos seguir haciendo lo que veníamos haciendo, y cómo lo veníamos haciendo. No, todo será distinto”.

“Todo el sufrimiento no habrá servido de nada si no construimos entre todos una sociedad más justa, más equitativa, más cristiana, no de nombre, sino en realidad, una realidad que nos lleva a una conducta cristiana”, aseguró.

Insistió en que “si no trabajamos para terminar con la pandemia de la pobreza en el mundo, con la pandemia de la pobreza en el país de cada uno de nosotros, en la ciudad en donde vive cada uno de nosotros, este tiempo habrá sido en vano. De las grandes pruebas de la humanidad, y entre ellas de la pandemia, se sale o mejor o peor. No se sale igual”.

Sobre la Solemnidad de Pentecostés, enseñó que “el Espíritu se posa sobre cada uno de los discípulos, sobre cada uno de nosotros. El Espíritu prometido por Jesús viene a renovar, a convertir, a sanar a cada uno de nosotros”.

“Viene a sanar los miedos, las inseguridades; viene a sanar nuestras heridas, las heridas que nos hacemos también unos con otros; y viene para convertirnos en discípulos, discípulos misioneros, testigos llenos del coraje, de la parresia apostólica, que son necesarios para la predicación del Evangelio de Jesús”. “Hoy más que nunca necesitamos que el Padre nos envíe el Espíritu Santo”.

Explicó que “hoy el mundo sufre, está herido; vivimos en un mundo muy herido, que sufre, especialmente en los más pobres, que son descartados, cuando todas nuestras seguridades humanas han desaparecido, el mundo necesita que le demos a Jesús. Necesita nuestro testimonio del Evangelio, el Evangelio de Jesús. Ese testimonio solamente lo podemos dar con la fuerza del Espíritu Santo”.

Por último, aseguró que “necesitamos que el Espíritu nos dé ojos nuevos, abra nuestra mente y nuestro corazón para enfrentar este momento y el futuro con la lección aprendida: somos una sola humanidad. No nos salvamos solos. Nadie se salva solo. Nadie”.

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Las imágenes más famosas y tradicionales sobre la Virgen María la muestran con la piel blanca y rasgos occidentales debido a que durante muchos siglos el catolicismo se desarrolló en Europa.

Sin embargo, con el paso del tiempo y la difusión de la devoción mariana en el mundo, diversas naciones, como las asiáticas y americanas han representado a la Madre de Dios, así como a Cristo y otros personajes bíblicos, de acuerdo a sus propias apariencias físicas y ornamentos culturales. 

Aquí mostramos 8 hermosas representaciones artísticas no tradicionales de la Virgen María: 

1. La Virgen con el Niño Jesús estilo tailandés

La imagen se encuentra en la Basílica de la Anunciación en Nazaret, lugar donde se habría dado la Anunciación de la Virgen María. 

En este lugar también se encuentra una gañería de mosaicos con advocaciones marianas de distintos países.

Crédito: Flickr Mojotrotters (CC-BY-NC-SA-2.0)

2. Pintura en la Iglesia de Santa María de Sión (Etiopía) 

La imagen se encuentra en la ciudad de Axum (Etiopía) donde, según la tradición, se encontraría la verdadera Arca de la Alianza del pueblo de Israel. 

Crédito: Miko Stavrev - Wikimedia Commons.

3. Nuestra Señora de China

Esta imagen se encuentra en la Basílica Nuestra Señora de She Shan (China). El santuario está dedicado a Nuestra Señora Auxilio de los Cristianos y es la única basílica en China. 

Fue construida en 1871 como agradecimiento a la Virgen por salvar a Shanghai de una masacre contra los cristianos. El templo actual se construyó entre 1925 y 1935.

Crédito: Ximena Rondón (ACI Prensa)

4. La Virgen y el Niño estilo japonés 

La imagen se encuentra en la Basílica de la Anunciación en Nazaret, lugar donde se habría dado la Anunciación de la Virgen María. 

En este lugar también se encuentra una galería de mosaicos con advocaciones marianas de distintos países.

Crédito: Flickr Larrywkoester (CC-BY-2.0)

5. La Virgen Negra de Czestochowa (Polonia)

La imagen de la Patrona de Polonia, la Virgen de Czestochowa, se encuentra en el monasterio de Jasna Gora.

El icono de la imagen, también conocida como "La Madonna Negra", es uno de los más venerados en Polonia y Europa, y representa a la Virgen María con el Niño en brazos. A lo largo de la historia ha sufrido varios atentados que le han dejado marcas en el rostro y el cuello.

Crédito: Wikipedia (Dominio Público)

6. Imagen de la Virgen con el Niño Jesús en Macao (China)

Crédito: Flickr Pondspider (CC-BY-NC-SA-2.0)

7. Mosaico de la Virgen María en Hagia Sophia (Turquía)

El ícono data de 1122 y se encuentra en la Basílica de Santa Sofía, Estambul (Turquía). La imagen muestra a la Virgen en el centro con manto azul y el niño en su regazo. El niño bendice con la mano derecha y sosteniene un pergamino con la izquierda. 

Crédito: Flickr Kotomi (CC-BY-NC-2.0)

8. Representación coreana de la Madre de Dios 

La imagen se encuentra en la Basílica de la Anunciación en Nazaret, lugar donde se habría dado la Anunciación de la Virgen María. 

En este lugar también se encuentra una galería de mosaicos con advocaciones marianas de distintos países. 

Crédito: Flickr Larrywkoester (CC-BY-2.0)

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Redacción Central, 31 May. 20 (ACI Prensa).- Las imágenes más famosas y tradicionales sobre la Virgen María la muestran con la piel blanca y rasgos occidentales debido a que durante muchos siglos el catolicismo se desarrolló en Europa.

Sin embargo, con el paso del tiempo y la difusión de la devoción mariana en el mundo, diversas naciones, como las asiáticas y americanas han representado a la Madre de Dios, así como a Cristo y otros personajes bíblicos, de acuerdo a sus propias apariencias físicas y ornamentos culturales. 

Aquí mostramos 8 hermosas representaciones artísticas no tradicionales de la Virgen María: 

1. La Virgen con el Niño Jesús estilo tailandés

La imagen se encuentra en la Basílica de la Anunciación en Nazaret, lugar donde se habría dado la Anunciación de la Virgen María. 

En este lugar también se encuentra una gañería de mosaicos con advocaciones marianas de distintos países.

Crédito: Flickr Mojotrotters (CC-BY-NC-SA-2.0) 2. Pintura en la Iglesia de Santa María de Sión (Etiopía) 

La imagen se encuentra en la ciudad de Axum (Etiopía) donde, según la tradición, se encontraría la verdadera Arca de la Alianza del pueblo de Israel. 

 

Crédito: Miko Stavrev - Wikimedia Commons. 3. Nuestra Señora de China

Esta imagen se encuentra en la Basílica Nuestra Señora de She Shan (China). El santuario está dedicado a Nuestra Señora Auxilio de los Cristianos y es la única basílica en China. 

Fue construida en 1871 como agradecimiento a la Virgen por salvar a Shanghai de una masacre contra los cristianos. El templo actual se construyó entre 1925 y 1935.

Crédito: Ximena Rondón (ACI Prensa) 4. La Virgen y el Niño estilo japonés 

La imagen se encuentra en la Basílica de la Anunciación en Nazaret, lugar donde se habría dado la Anunciación de la Virgen María. 

En este lugar también se encuentra una galería de mosaicos con advocaciones marianas de distintos países.

Crédito: Flickr Larrywkoester (CC-BY-2.0) 5. La Virgen Negra de Czestochowa (Polonia)

La imagen de la Patrona de Polonia, la Virgen de Czestochowa, se encuentra en el monasterio de Jasna Gora.

El icono de la imagen, también conocida como "La Madonna Negra", es uno de los más venerados en Polonia y Europa, y representa a la Virgen María con el Niño en brazos. A lo largo de la historia ha sufrido varios atentados que le han dejado marcas en el rostro y el cuello.

Crédito: Wikipedia (Dominio Público) 6. Imagen de la Virgen con el Niño Jesús en Macao (China) Crédito: Flickr Pondspider (CC-BY-NC-SA-2.0) 7. Mosaico de la Virgen María en Hagia Sophia (Turquía)

El ícono data de 1122 y se encuentra en la Basílica de Santa Sofía, Estambul (Turquía). La imagen muestra a la Virgen en el centro con manto azul y el niño en su regazo. El niño bendice con la mano derecha y sosteniene un pergamino con la izquierda. 

Crédito: Flickr Kotomi (CC-BY-NC-2.0) 8. Representación coreana de la Madre de Dios 

La imagen se encuentra en la Basílica de la Anunciación en Nazaret, lugar donde se habría dado la Anunciación de la Virgen María. 

En este lugar también se encuentra una galería de mosaicos con advocaciones marianas de distintos países. 

Crédito: Flickr Larrywkoester (CC-BY-2.0)

 

Mons. Jorge Alberto Cavazos Arizpe, Obispo de San Juan de los Lagos, en el Estado mexicano de Jalisco, decidió posponer la reanudación de la celebración de Misa con fieles en su diócesis, debido al elevado número de contagios de coronavirus COVID-19 en la región.

La Diócesis de San Juan de los Lagos tenía programada la reanudación del culto público este 1 de junio.

De acuerdo al Gobierno de México, al 30 de mayo se han confirmado 87.512 casos de COVID-19 en el país, con un total de 9.779 muertes.

En Jalisco se han confirmado 1660 casos de COVID-19, con 136 muertes.

En un comunicado publicado el 30 de mayo, Mons. Cavazos Arizpe dijo que fue informado de la situación sanitaria, pues “estamos en la etapa más crítica en cuanto a riesgo de contagio en el Estado de Jalisco; no hemos superado la pandemia; no podemos hablar aún de normalidad como antes”.

Tras destacar que “los seres humanos somos religiosos por naturaleza y la vivencia de la fe es esencial”, el Obispo de San Juan de los Lagos dispuso que “la celebración de la Eucaristía tendrá que ser como la hemos vivido estas últimas semanas, solo con la asistencia del Equipo Coordinador y estrictamente con puertas cerradas”.

Además, pidió “acatar el cumplimiento estricto de las medidas sanitarias, como lo piden las autoridades correspondientes” y “no convocar a la gente, por tanto, no dar campanadas para llamar a las celebraciones”.

Sin embargo, el Prelado subrayó que “esta situación de salud y de aislamiento, también ha representado un fuerte golpe para nuestra fe y vida eclesial, por lo tanto, si un fiel se acerca con el deseo de participar en la Celebración Eucarística, no se le prohíba, pero exíjasele el cumplimiento de todas las medidas sanitarias”.

“En todo caso hay que asegurar que la asamblea no exceda un número de 30 personas, independientemente del tamaño del templo”, señaló.

Mons. Cavazos Arizpe también pidió que “los templos permanezcan abiertos para la oración personal, cumpliendo todas las medidas de sanitización frecuente y prevención”.

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El Papa Francisco ofreció algunas pautas que marcan el camino a seguir en la misión en el mundo posterior a la pandemia de coronavirus, un camino trazado sobre la llamada universal de Jesús a abrirse a los demás y de dar respuesta a la vocación personal.

Así lo expresó el Pontífice en el mensaje para la Jornada Misionera Mundial 2020 que con el título “Aquí estoy, mándame”, se celebrará el próximo 18 de octubre.

En su mensaje de este año, el Papa resaltó que “los sufrimientos y desafíos causados por la pandemia de COVID 19” encuentran su eco en las palabras del profeta Isaías: “Aquí estoy, mándame”.

“Esta llamada viene del corazón de Dios, de su misericordia que interpela tanto a la Iglesia como a la humanidad en la actual crisis mundial”, aseguró el Santo Padre.

Con la pandemia “nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos, todos necesitados de confortarnos mutuamente. En esta barca, estamos todos”.

Como ejemplo, señaló que “la imposibilidad de reunirnos como Iglesia para celebrar la Eucaristía nos ha hecho compartir la condición de muchas comunidades cristianas que no pueden celebrar la Misa cada domingo”.

Francisco reconoció que “estamos realmente asustados, desorientados y atemorizados. El dolor y la muerte nos hacen experimentar nuestra fragilidad humana; pero al mismo tiempo todos somos conscientes de que compartimos un fuerte deseo de vida y de liberación del mal”.

En ese contexto, destacó el Santo Padre, “la llamada a la misión, la invitación a salir de nosotros mismos por amor de Dios y del prójimo se presenta como una oportunidad para compartir, servir e interceder”.

También recordó que, en el sacrificio de la Cruz, Jesús “nos pide nuestra disponibilidad personal para ser enviados, porque Él es Amor en un movimiento perenne de misión, siempre saliendo de sí mismo para dar vida”.

Porque la vocación a la misión, insistió el Papa, es algo inherente a la condición de bautizado: “Nuestra vocación personal viene del hecho de que somos hijos e hijas de Dios en la Iglesia, su familia, hermanos y hermanas en esa caridad que Jesús nos testimonia”.

No obstante, aunque “la misión es una respuesta libre y consciente a la llamada de Dios”, sólo se puede percibir “cuando vivimos una relación personal de amor con Jesús vivo en su Iglesia”.

Por ello, el Papa Francisco invitó a hacer examen de conciencia y preguntarse si “estamos dispuestos a ser enviados a cualquier lugar para dar testimonio de nuestra fe en Dios”, para “escuchar la llamada a la misión, tanto en la vía del matrimonio como de la virginidad consagrada o del sacerdocio ordenado, como también en la vida ordinaria de todos los días”.

“Comprender lo que Dios nos está diciendo en estos tiempos de pandemia también se convierte en un desafío para la misión de la Iglesia. La enfermedad, el sufrimiento, el miedo, el aislamiento nos interpelan”.

“Nos cuestiona la pobreza de los que mueren solos, de los desahuciados, de los que pierden sus empleos y salarios, de los que no tienen hogar ni comida. Ahora, que tenemos la obligación de mantener la distancia física y de permanecer en casa, estamos invitados a redescubrir que necesitamos relaciones sociales, y también la relación comunitaria con Dios”.

Esta realidad, “lejos de aumentar la desconfianza y la indiferencia”, “debería hacernos más atentos a nuestra forma de relacionarnos con los demás”, resaltó.

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Con motivo de la próxima Jornada Misionera Mundial, que se celebrará el domingo 18 de octubre, la Oficina de Prensa del Vaticano difundió este domingo 31 de mayo, Solemnidad de Pentecostés, el mensaje del Papa Francisco que lleva por título “Aquí estoy, mándame”, obtenido de un versículo del Libro de Isaías.

A continuación, el texto completo del mensaje del Papa Francisco:

Queridos hermanos y hermanas:

Doy gracias a Dios por la dedicación con que se vivió en toda la Iglesia el Mes Misionero Extraordinario durante el pasado mes de octubre. Estoy seguro de que contribuyó a estimular la conversión misionera de muchas comunidades, a través del camino indicado por el tema: “Bautizados y enviados: la Iglesia de Cristo en misión en el mundo”.

En este año, marcado por los sufrimientos y desafíos causados por la pandemia del COVID19, este camino misionero de toda la Iglesia continúa a la luz de la palabra que encontramos en el relato de la vocación del profeta Isaías: «Aquí estoy, mándame» (Is 6,8). Es la respuesta siempre nueva a la pregunta del Señor: «¿A quién enviaré?» (ibíd.).

Esta llamada viene del corazón de Dios, de su misericordia que interpela tanto a la Iglesia como a la humanidad en la actual crisis mundial. «Al igual que a los discípulos del Evangelio, nos sorprendió una tormenta inesperada y furiosa.

Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos, todos necesitados de confortarnos mutuamente. En esta barca, estamos todos. Como esos discípulos, que hablan con una única voz y con angustia dicen: “perecemos” (cf. v. 38), también nosotros descubrimos que no podemos seguir cada uno por nuestra cuenta, sino sólo juntos» (Meditación en la Plaza San Pietro, 27 marzo 2020).

Estamos realmente asustados, desorientados y atemorizados. El dolor y la muerte nos hacen experimentar nuestra fragilidad humana; pero al mismo tiempo todos somos conscientes de que compartimos un fuerte deseo de vida y de liberación del mal.

En este contexto, la llamada a la misión, la invitación a salir de nosotros mismos por amor de Dios y del prójimo se presenta como una oportunidad para compartir, servir e interceder. La misión que Dios nos confía a cada uno nos hace pasar del yo temeroso y encerrado al yo reencontrado y renovado por el don de sí mismo.

En el sacrificio de la cruz, donde se cumple la misión de Jesús (cf. Jn 19,28-30), Dios revela que su amor es para todos y cada uno de nosotros (cf. Jn 19,26-27). Y nos pide nuestra disponibilidad personal para ser enviados, porque Él es Amor en un movimiento perenne de misión, siempre saliendo de sí mismo para dar vida.

Por amor a los hombres, Dios Padre envió a su Hijo Jesús (cf. Jn 3,16). Jesús es el Misionero del Padre: su Persona y su obra están en total obediencia a la voluntad del Padre (cf. Jn 4,34; 6,38; 8,12-30; Hb 10,5-10).

A su vez, Jesús, crucificado y resucitado por nosotros, nos atrae en su movimiento de amor; con su propio Espíritu, que anima a la Iglesia, nos hace discípulos de Cristo y nos envía en misión al mundo y a todos los pueblos.

«La misión, la “Iglesia en salida” no es un programa, una intención que se logra mediante un esfuerzo de voluntad. Es Cristo quien saca a la Iglesia de sí misma. En la misión de anunciar el Evangelio, te mueves porque el Espíritu te empuja y te trae» (Sin Él no podemos hacer nada, LEVSan Pablo, 2019, 16-17).

Dios siempre nos ama primero y con este amor nos encuentra y nos llama. Nuestra vocación personal viene del hecho de que somos hijos e hijas de Dios en la Iglesia, su familia, hermanos y hermanas en esa caridad que Jesús nos testimonia.

Sin embargo, todos tienen una dignidad humana fundada en la llamada divina a ser hijos de Dios, para convertirse por medio del sacramento del bautismo y por la libertad de la fe en lo que son desde siempre en el corazón de Dios.

Haber recibido gratuitamente la vida constituye ya una invitación implícita a entrar en la dinámica de la entrega de sí mismo: una semilla que madurará en los bautizados, como respuesta de amor en el matrimonio y en la virginidad por el Reino de Dios.

La vida humana nace del amor de Dios, crece en el amor y tiende hacia el amor. Nadie está excluido del amor de Dios, y en el santo sacrificio de Jesús, el Hijo en la cruz, Dios venció el pecado y la muerte (cf. Rm 8,31-39). Para Dios, el mal —incluso el pecado— se convierte en un desafío para amar y amar cada vez más (cf. Mt 5,38-48; Lc 23,33-34). Por ello, en el misterio pascual, la misericordia divina cura la herida original de la humanidad y se derrama sobre todo el universo.

La Iglesia, sacramento universal del amor de Dios para el mundo, continúa la misión de Jesús en la historia y nos envía por doquier para que, a través de nuestro testimonio de fe y el anuncio del Evangelio, Dios siga manifestando su amor y pueda tocar y transformar corazones, mentes, cuerpos, sociedades y culturas, en todo lugar y tiempo.

La misión es una respuesta libre y consciente a la llamada de Dios, pero podemos percibirla sólo cuando vivimos una relación personal de amor con Jesús vivo en su Iglesia.

Preguntémonos: ¿Estamos listos para recibir la presencia del Espíritu Santo en nuestra vida, para escuchar la llamada a la misión, tanto en la vía del matrimonio como de la virginidad consagrada o del sacerdocio ordenado, como también en la vida ordinaria de todos los días?

¿Estamos dispuestos a ser enviados a cualquier lugar para dar testimonio de nuestra fe en Dios, Padre misericordioso, para proclamar el Evangelio de salvación de Jesucristo, para compartir la vida divina del Espíritu Santo en la edificación de la Iglesia? ¿Estamos prontos, como María, Madre de Jesús, para ponernos al servicio de la voluntad de Dios sin condiciones (cf. Lc 1,38)?

Esta disponibilidad interior es muy importante para poder responder a Dios: “Aquí estoy, Señor, mándame” (cf. Is 6,8). Y todo esto no en abstracto, sino en el hoy de la Iglesia y de la historia.

Comprender lo que Dios nos está diciendo en estos tiempos de pandemia también se convierte en un desafío para la misión de la Iglesia. La enfermedad, el sufrimiento, el miedo, el aislamiento nos interpelan.

Nos cuestiona la pobreza de los que mueren solos, de los desahuciados, de los que pierden sus empleos y salarios, de los que no tienen hogar ni comida. Ahora, que tenemos la obligación de mantener la distancia física y de permanecer en casa, estamos invitados a redescubrir que necesitamos relaciones sociales, y también la relación comunitaria con Dios.

Lejos de aumentar la desconfianza y la indiferencia, esta condición debería hacernos más atentos a nuestra forma de relacionarnos con los demás. Y la oración, mediante la cual Dios toca y mueve nuestro corazón, nos abre a las necesidades de amor, dignidad y libertad de nuestros hermanos, así como al cuidado de toda la creación.

La imposibilidad de reunirnos como Iglesia para celebrar la Eucaristía nos ha hecho compartir la condición de muchas comunidades cristianas que no pueden celebrar la Misa cada domingo.

En este contexto, la pregunta que Dios hace: «¿A quién voy a enviar?», se renueva y espera nuestra respuesta generosa y convencida: «¡Aquí estoy, mándame!» (Is 6,8). Dios continúa buscando a quién enviar al mundo y a cada pueblo, para testimoniar su amor, su salvación del pecado y la muerte, su liberación del mal (cf. Mt 9,35-38; Lc 10,1-12).

La celebración la Jornada Mundial de la Misión también significa reafirmar cómo la oración, la reflexión y la ayuda material de sus ofrendas son oportunidades para participar activamente en la misión de Jesús en su Iglesia.

La caridad, que se expresa en la colecta de las celebraciones litúrgicas del tercer domingo de octubre, tiene como objetivo apoyar la tarea misionera realizada en mi nombre por las Obras Misionales Pontificias, para hacer frente a las necesidades espirituales y materiales de los pueblos y las iglesias del mundo entero y para la salvación de todos.

Que la Bienaventurada Virgen María, Estrella de la evangelización y Consuelo de los afligidos, Discípula misionera de su Hijo Jesús, continúe intercediendo por nosotros y sosteniéndonos.

Roma, San Juan de Letrán, 31 de mayo de 2020, Solemnidad de Pentecostés.

FRANCISCO

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El Papa Francisco agradeció a los médicos, enfermeros y todo el personal sanitario por sus esfuerzos durante la pandemia de coronavirus para curar y acompañar a los afectados por la enfermedad y sus familiares.

Al finalizar el rezo del Regina Coeli en la Plaza de San Pedro del Vaticano este domingo 31 de mayo, Solemnidad de Pentecostés, el Santo Padre recordó que “hoy en Italia se celebra la Jornada Mundial del Auxilio, para promover la solidaridad con los enfermos”.

“Renuevo mi aprecio a todos aquellos que, especialmente durante este período, han ofrecido y ofrecen su testimonio de curación al prójimo”, señaló.

A continuación, recordó “con agradecimiento y admiración a todos aquellos que, sosteniendo a los enfermos en esta pandemia, han dado su vida. Recemos en silencio por los médicos, los voluntarios, los enfermeros, todos los profesionales de la salud y tantos que han dado su vida durante este período”.

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El Papa Francisco pidió al Espíritu Santo que derrame su gracia sobre los pueblos de la Amazonía, duramente golpeada por la pandemia de coronavirus.

Al finalizar el rezo del Regina Coeli este domingo 31 de mayo, Solemnidad de Pentecostés, desde el Palacio Apostólico del Vaticano, el Papa Francisco recordó que “hace siete meses concluía el Sínodo Amazónico”.

“Hoy, fiesta de Pentecostés, invocamos el Espíritu Santo para que de luz y fuerza a la Iglesia y a la sociedad en la Amazonía duramente probada por la pandemia. Se han producido muchos contagios y fallecimientos, también entre los pueblos indígenas, particularmente entre los más vulnerables”.

También pidió que, “por intercesión de María, Madre de la Amazonía, rezo por los más pobres e indefensos de aquella querida región, pero también por los de todo el mundo, y hago un llamado para que no le falte a nadie la asistencia sanitaria”.

Por último, hizo un llamado a “sanar a las personas” antes que la economía. “Curar a las personas, que son más importantes que la economía. Nosotros, personas, somos templo del Espíritu Santo. La economía, no”.

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El Papa Francisco afirmó, al finalizar el rezo del Regina Coeli este domingo 31 de mayo, Solemnidad de Pentecostés, en el Palacio Apostólico del Vaticano, que la humanidad necesita la acción del Espíritu Santo para salir más unida de la crisis causada por la pandemia de coronavirus.

“Tenemos mucha necesidad de la luz y de la fuerza del Espíritu Santo”, afirmó el Pontífice. “La necesita la Iglesia para caminar concorde y con valentía testimoniando el Evangelio. Y la necesita la entera familia humana, para salir de esta crisis más unida y no más dividida”.

En sus palabras, el Pontífice subrayó que “de una crisis como esta no se sale igual que antes. Se sale o mejor o peor. Tengamos la valentía de cambiar, de ser mejores que antes y poder construir positivamente la post crisis de la pandemia”.

Etiquetas: Vaticano, Pentecostés, Papa Francisco, Espíritu Santo, Regina Coeli, coronavirus, Covid-19

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El Papa Francisco señaló que la Solemnidad de Pentecostés recuerda que “no es tiempo de quedarse encerrados” y subrayó que “el Espíritu Santo es el fuego que quema los pecados y crea hombres y mujeres nuevos”.

En su mensaje previo al rezo del Regina Coeli, que presidió por primera vez desde hace meses desde la ventana del Palacio Apostólico del Vaticano y con la presencia de fieles en la Plaza de San Pedro este domingo 31 de mayo, Solemnidad de Pentecostés, el Pontífice explicó cómo el Resucitado reunió a los discípulos e hizo de ellos su Iglesia.

“El Evangelio de hoy nos lleva a la tarde de Pascua y nos muestra a Jesús resucitado que se aparece en el cenáculo, donde se habían refugiado los discípulos. Tenían miedo”, explicó el Papa.

Jesús se sitúa en medio de ellos y “les dice: ‘Paz a vosotros’. Estas primeras palabras pronunciadas por el Resucitado son más que un saludo. Expresan el perdón a los discípulos que lo habían abandonado. Son palabras de reconciliación y de perdón”.

“También nosotros, cuando deseamos paz a los demás, estamos dando nuestro perdón y también pidiendo perdón”, aseguró.

Con ese saludo, “Jesús ofrece su paz a aquellos discípulos que tenían miedo, que incluso les cuesta creer en lo que han visto, es decir, el sepulcro vacío y, sobre todo, el testimonio de María Magdalena y de las otras mujeres. Jesús perdona y ofrece su paz a sus amigos”.

“Perdonando y reuniendo en torno a Él a sus discípulos, Jesús hace de ellos su Iglesia: una comunidad reconciliada y preparada para la misión. Cuando una comunidad no está reconciliada, no está preparada para la misión, sólo está preparada para discutir dentro de ella. El encuentro con el Señor Resucitado da un vuelco a la existencia de los apóstoles y los transforma en valientes testigos”.

“De hecho, inmediatamente después, dice: ‘Como el Padre me ha enviado, así os envío yo’. Estas palabras hacen entender a los apóstoles que son enviados a prolongar la misma misión que el Padre confió a Jesús”.

“No es tiempo de quedarse encerrados ni llorar por los buenos tiempos pasados con el Maestro. La alegría de la resurrección es grande, pero es una alegría expansiva que no debe guardarse para sí mismo. Es para darla”.

“Precisamente, para animar la misión, Jesús entrega a los apóstoles su Espíritu”. “El Espíritu Santo es el fuego que quema los pecados y crea hombres y mujeres nuevos. Es el fuego de amor con el que los discípulos podrán ‘incendiar’ el mundo. Ese amor de ternura que prefiere a los pequeños, a los pobres, a los excluidos”.

“En los sacramentos del Bautismo y de la Confirmación recibimos el Espíritu Santo con sus dones: entendimiento, sabiduría, ciencia, consejo, piedad, fortaleza y temor de Dios”.

“Este último don, el temor de Dios, es, precisamente, lo contrario del miedo que paralizaba a los discípulos: es el amor por el Señor, es la certeza de su misericordia y de su bondad, es la confianza de poder moverse en la dirección por Él indicada sin que no nos falte nunca su presencia y su apoyo”.

“La fiesta de Pentecostés renueva la conciencia de que en nosotros habita la presencia vivificante del Espíritu Santo. Él también nos entrega la valentía de salir fuera de los muros protectores de nuestros ‘cenáculos’, sin caer en el descanso de una vida tranquila o encerrarnos en costumbres estériles”.

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Al finalizar su homilía en la Misa de la Solemnidad de Pentecostés, celebrada este domingo 31 de mayo en la Basílica de San Pedro del Vaticano, el Papa Francisco propuso una oración para rezar al Espíritu Santo y pedirle que reavive “en nosotros el recuerdo del don recibido”.

A continuación, la oración propuesta por el Papa Francisco:

“Espíritu Santo, memoria de Dios, reaviva en nosotros el recuerdo del don recibido. Líbranos de la parálisis del egoísmo y enciende en nosotros el deseo de servir, de hacer el bien. Porque peor que esta crisis, es solamente el drama de desaprovecharla, encerrándonos en nosotros mismos”.

“Ven, Espíritu Santo, Tú que eres armonía, haznos constructores de unidad; Tú que siempre te das, concédenos la valentía de salir de nosotros mismos, de amarnos y ayudarnos, para llegar a ser una sola familia. Amén”.

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El Papa Francisco advirtió de que todo cristiano debe enfrentarse a “tres enemigos” del don del Espíritu Santo, tres elementos que impiden al cristiano “entregarse” a los demás como hicieron los apóstoles en el día de Pentecostés: narcisismo, victimismo y pesimismo.

Durante la Misa celebrada este domingo 31 de mayo en la Basílica de San Pedro del Vaticano por la solemnidad de Pentecostés, el Pontífice señaló que “el narcisismo lleva a la idolatría de sí mismo y a buscar sólo el propio beneficio. El narcisista piensa: ‘La vida es buena si obtengo ventajas’”.

Esa actitud lleva a plantearse por qué uno debería entregarse a los demás. El Papa explicó que se trata de una actitud que, durante la pandemia de coronavirus que está afectando al mundo desde hace varios meses, “duele”.

“En esta pandemia, cuánto duele el narcisismo, el preocuparse de las propias necesidades, indiferente a las de los demás, el no admitir las propias fragilidades y errores”, lamentó.

No menos perjudicial es el segundo enemigo: el victimismo. “El victimista está siempre quejándose de los demás: ‘Nadie me entiende, nadie me ayuda, nadie me ama, ¡están todos en mi contra!’. Cuántas veces hemos escuchado estos lamentos. Y su corazón se cierra, mientras se pregunta: ‘¿Por qué los demás no se entregan a mí?’”.

“En el drama que vivimos, ¡qué grave es el victimismo! Pensar que no hay nadie que nos entienda y sienta lo que vivimos”, insistió.

Por último, está el pesimismo. “Aquí la letanía diaria es: ‘Todo está mal, la sociedad, la política, la Iglesia...’. El pesimista arremete contra el mundo entero, pero permanece apático y piensa: ‘Mientras tanto, ¿de qué sirve darse? Es inútil’”.

De esa manera, “en el gran esfuerzo que supone comenzar de nuevo, qué dañino es el pesimismo, ver todo negro y repetir que nada volverá a ser como antes. Cuando se piensa así, lo que seguramente no regresa es la esperanza”.

Estos son los tres enemigos, “el dios narcisista del espejo, el ‘dios espejo’; el ‘dios lamento’, me siento persona en el lamento; y el ‘dios negatividad’, todo es negro, todo oscuro”.

Frente a esos tres elementos, frente a la “carestía de esperanza”, “necesitamos valorar el don de la vida, el don que es cada uno de nosotros”. Por esta razón, “necesitamos el Espíritu Santo, don de Dios que nos cura del narcisismo, del victimismo y del pesimismo. Nos sana del espejo, de los lamentos y de la oscuridad”.

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El Papa Francisco invitó a mirar la Iglesia “como la mira el Espíritu Santo”, y no “como la mira el mundo”.

Durante la Misa celebrada este domingo 31 de mayo en la Basílica de San Pedro del Vaticano por la Solemnidad de Pentecostés, rechazó que la Iglesia se divida en “derechas e izquierdas”, en “conservadores y progresistas”. Atribuyó esas divisiones a una visión mundana de la Iglesia y subrayó que, por medio del Espíritu Santo, “somos hijos de Dios”.

El Pontífice centró su homilía en la dicotomía “diversidad-unidad”, y explicó que “San Pablo insiste en juntar dos palabras que parecen contraponerse. Quiere indicarnos que el Espíritu Santo es la unidad que reúne a la diversidad; y que la Iglesia nació así: nosotros, diversos, unidos por el Espíritu Santo”.

El Pontífice destacó la diversidad de origen y cultural de los apóstoles: “muchos de ellos eran gente sencilla, pescadores, acostumbrados a vivir del trabajo de sus propias manos, pero estaba también Mateo, un instruido recaudador de impuestos”.

Por lo tanto, entre los apóstoles elegidos por Jesús “había orígenes y contextos sociales diferentes, nombres hebreos y nombres griegos, caracteres mansos y otros impetuosos, así como puntos de vista y sensibilidades distintas”.

Ante esa diversidad de los apóstoles “Jesús no los cambió, no los uniformó y para convertirlos en ejemplares producidos en serie”.

Por el contrario, “dejó sus diferencias y, ahora, ungiéndolos con el Espíritu Santo, los une. La unión se realiza con la unción. En Pentecostés los Apóstoles comprendieron la fuerza unificadora del Espíritu”.

La plasmación de esa fuerza unificadora del Espíritu se produjo cuando los apóstoles comprobaron “con sus propios ojos” cómo, “aun hablando lenguas diferentes, formaron un solo pueblo: el pueblo de Dios, plasmado por el Espíritu, que entreteje la unidad con nuestra diversidad, y da armonía porque es armonía”.

Volviendo al contexto de la Iglesia de hoy, el Papa se preguntó: “¿Qué es lo que nos une? ¿En qué se fundamenta nuestra unidad?”. En ese sentido, recordó que “también entre nosotros existen diferencias, por ejemplo, de opinión, de elección, de sensibilidad”.

Advirtió de la tentación de querer defender las ideas propias a cualquier precio, “considerándolas válidas para todos, y en llevarse bien sólo con aquellos que piensan igual que nosotros”.

Se trata de un error consistente en profesar “una fe construida a nuestra imagen y no es lo que el Espíritu quiere. En consecuencia, podríamos pensar que lo que nos une es lo mismo que creemos y la misma forma de comportarnos”.

Frente a esa tentación, subrayó que “nuestro principio de unidad es el Espíritu Santo. Él nos recuerda que, ante todo, somos hijos amados de Dios”.

Por ello, invitó a mirar la Iglesia “como la mira el Espíritu, no como la mira el mundo”. Porque “el mundo nos ve de derechas y de izquierdas”, en cambio, “el Espíritu nos ve del Padre y de Jesús. El mundo ve conservadores y progresistas; el Espíritu ve hijos de Dios”.

“La mirada mundana ve estructuras que hay que hacer más eficientes; la mirada espiritual ve hermanos y hermanas mendigos de misericordia. El Espíritu nos ama y conoce el lugar que cada uno tiene en el conjunto: para Él no somos confeti llevado por el viento, sino teselas irremplazables de su mosaico”.

En su homilía, el Papa Francisco puso de relieve otro aspecto de la incidencia del Espíritu Santo en la Iglesia y que tiene que ver con el anuncio.

A pesar de ser “la primera obra de la Iglesia, los Apóstoles, en el cenáculo, “no preparan ninguna estrategia ni tienen un plan pastoral. Podrían haber repartido a las personas en grupos, según sus distintos pueblos de origen, o dirigirse primero a los más cercanos y, luego, a los lejanos; también hubieran podido esperar un poco antes de comenzar el anuncio y, mientras tanto, profundizar en las enseñanzas de Jesús, para evitar riesgos, pero no”.

“El Espíritu no quería que la memoria del Maestro se cultivara en grupos cerrados, en cenáculos donde se toma gusto a ‘hacer el nido’. El Espíritu abre, reaviva, impulsa más allá de lo que ya fue dicho y fue hecho, más allá de los ámbitos de una fe tímida y desconfiada. En el mundo, todo se viene abajo sin una planificación sólida y una estrategia calculada”.

Por el contrario, “en la Iglesia, es el Espíritu quien garantiza la unidad a los que anuncian. Por eso, los apóstoles se lanzan, poco preparados, corriendo riesgos; pero salen. Un solo deseo los anima: dar lo que han recibido”.

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El Papa Francisco presidió, desde el altar de la Cátedra de la Basílica de San Pedro del Vaticano, la Misa por la Solemnidad de Pentecostés este domingo 31 de mayo. En su homilía, el Santo Padre reflexionó sobre la enseñanza contenida en los Evangelios y en la predicación de San Pablo en la que se explica que “el Espíritu Santo es la unidad que reúne a la diversidad; y que la Iglesia nació así: nosotros, diversos, unidos por el Espíritu Santo.

A continuación, la homilía completa del Papa Francisco:

«Hay diversidad de carismas, pero un mismo Espíritu» (1 Co 12,4), escribe el apóstol Pablo a los corintios; y continúa diciendo: «Hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de actuaciones, pero un mismo Dios» (vv. 5-6).

Diversidad-unidad: San Pablo insiste en juntar dos palabras que parecen contraponerse. Quiere indicarnos que el Espíritu Santo es la unidad que reúne a la diversidad; y que la Iglesia nació así: nosotros, diversos, unidos por el Espíritu Santo.

Vayamos, pues, al comienzo de la Iglesia, al día de Pentecostés. Y fijémonos en los Apóstoles: muchos de ellos eran gente sencilla, pescadores, acostumbrados a vivir del trabajo de sus propias manos, pero estaba también Mateo, un instruido recaudador de impuestos. Había orígenes y contextos sociales diferentes, nombres hebreos y nombres griegos, caracteres mansos y otros impetuosos, así como puntos de vista y sensibilidades distintas. Todos eran diferentes.

Jesús no los había cambiado, no los había uniformado y convertido en ejemplares producidos en serie. No. Había dejado sus diferencias y, ahora, ungiéndolos con el Espíritu Santo, los une. La unión se realiza con la unción. En Pentecostés los Apóstoles comprendieron la fuerza unificadora del Espíritu.

La vieron con sus propios ojos cuando todos, aun hablando lenguas diferentes, formaron un solo pueblo: el pueblo de Dios, plasmado por el Espíritu, que entreteje la unidad con nuestra diversidad, y da armonía porque es armonía. Él es la armonía.

Pero volviendo a nosotros, la Iglesia de hoy, podemos preguntarnos: “¿Qué es lo que nos une, en qué se fundamenta nuestra unidad?”. También entre nosotros existen diferencias, por ejemplo, de opinión, de elección, de sensibilidad.

La tentación está siempre en querer defender a capa y espada las propias ideas, considerándolas válidas para todos, y en llevarse bien sólo con aquellos que piensan igual que nosotros. Esta es una fea tentación que divide. Pero esta es una fe construida a nuestra imagen y no es lo que el Espíritu quiere. En consecuencia, podríamos pensar que lo que nos une es lo mismo que creemos y la misma forma de comportarnos.

Sin embargo, hay mucho más que eso: nuestro principio de unidad es el Espíritu Santo. Él nos recuerda que, ante todo, somos hijos amados de Dios. Todos iguales en esto, y todos diferentes. El Espíritu desciende sobre nosotros, a pesar de todas nuestras diferencias y miserias, para manifestarnos que tenemos un solo Señor, Jesús, y un solo Padre, y que por esta razón somos hermanos y hermanas. Empecemos de nuevo desde aquí, miremos a la Iglesia como la mira el Espíritu, no como la mira el mundo. El mundo nos ve de derechas y de izquierdas, con esta ideología, con esa otra; el Espíritu nos ve del Padre y de Jesús. El mundo ve conservadores y progresistas; el Espíritu ve hijos de Dios.

La mirada mundana ve estructuras que hay que hacer más eficientes; la mirada espiritual ve hermanos y hermanas mendigos de misericordia. El Espíritu nos ama y conoce el lugar que cada uno tiene en el conjunto: para Él no somos confeti llevado por el viento, sino teselas irremplazables de su mosaico.

Regresemos al día de Pentecostés y descubramos la primera obra de la Iglesia: el anuncio. Y, aun así, notamos que los Apóstoles no preparan ninguna estrategia. Cuando estaban encerrados allí, en el cenáculo, no pensaban en una estrategia. No tienen un plan pastoral.

Podrían haber repartido a las personas en grupos, según sus distintos pueblos de origen, o dirigirse primero a los más cercanos y, luego, a los lejanos; también hubieran podido esperar un poco antes de comenzar el anuncio y, mientras tanto, profundizar en las enseñanzas de Jesús, para evitar riesgos, pero no.

El Espíritu no quería que la memoria del Maestro se cultivara en grupos cerrados, en cenáculos donde se toma gusto a “hacer el nido”. Esa es una mala enfermedad que puede afectar a la Iglesia. La Iglesia no comunidad, no familia, no madre, sino nido.

El Espíritu abre, reaviva, impulsa más allá de lo que ya fue dicho y fue hecho, más allá de los ámbitos de una fe tímida y desconfiada. En el mundo, todo se viene abajo sin una planificación sólida y una estrategia calculada.

En la Iglesia, por el contrario, es el Espíritu quien garantiza la unidad a los que anuncian. Por eso, los apóstoles se lanzan, poco preparados, corriendo riesgos; pero salen. Un solo deseo los anima: dar lo que han recibido.

Es bello ese inicio de la Carta de San Juan, “aquello que nosotros hemos recibido, hemos visto, os lo damos a vosotros”.

Finalmente llegamos a entender cuál es el secreto de la unidad, el secreto del Espíritu. Es el don. Porque Él es don, vive donándose a sí mismo y de esta manera nos mantiene unidos, haciéndonos partícipes del mismo don.

Es importante creer que Dios es don, que no actúa tomando, sino dando. ¿Por qué es importante? Porque nuestra forma de ser creyentes depende de cómo entendemos a Dios. Si tenemos en mente a un Dios que arrebata y se impone, también nosotros quisiéramos arrebatar e imponernos: ocupando espacios, reclamando relevancia, buscando poder. Pero si tenemos en el corazón a un Dios que es don, todo cambia.

Si nos damos cuenta de que lo que somos es un don suyo, gratuito e inmerecido, entonces también a nosotros nos gustaría hacer de nuestra vida un don. Y así, amando humildemente, sirviendo gratuitamente y con alegría, daremos al mundo la verdadera imagen de Dios. El Espíritu, memoria viviente de la Iglesia, nos recuerda que nacimos de un don y que crecemos dándonos; no preservándonos, sino entregándonos sin reservas.

Queridos hermanos y hermanas: Examinemos nuestro corazón y preguntémonos qué es lo que nos impide darnos. Tres son los enemigos del don, siempre agazapados en la puerta del corazón: el narcisismo, el victimismo y el pesimismo. El narcisismo, que lleva a la idolatría de sí mismo y a buscar sólo el propio beneficio. El narcisista piensa: “La vida es buena si obtengo ventajas”.

Y así llega a decirse: “¿Por qué tendría que darme a los demás?”. En esta pandemia, cuánto duele el narcisismo, el preocuparse de las propias necesidades, indiferente a las de los demás, el no admitir las propias fragilidades y errores. Pero también el segundo enemigo, el victimismo, es peligroso.

El victimista está siempre quejándose de los demás: “Nadie me entiende, nadie me ayuda, nadie me ama, ¡están todos contra mí!”. Cuántas veces hemos escuchado estos lamentos. Y su corazón se cierra, mientras se pregunta: “¿Por qué los demás no se donan a mí?”.

En el drama que vivimos, ¡qué grave es el victimismo! Pensar que no hay nadie que nos entienda y sienta lo que vivimos. Por último, está el pesimismo. Aquí la letanía diaria es: “Todo está mal, la sociedad, la política, la Iglesia...”. El pesimista arremete contra el mundo entero, pero permanece apático y piensa: “Mientras tanto, ¿de qué sirve darse? Es inútil”.

Y así, en el gran esfuerzo que supone comenzar de nuevo, qué dañino es el pesimismo, ver todo negro y repetir que nada volverá a ser como antes. Cuando se piensa así, lo que seguramente no regresa es la esperanza.

Estos son los tres enemigos, el dios narcisista del espejo, el “dios espejo”, el “dios lamento”, me siento persona en el lamento, y el “dios negatividad”, todo es negro, todo oscuro.

Nos encontramos ante una carestía de esperanza y necesitamos valorar el don de la vida, el don que es cada uno de nosotros. Por esta razón, necesitamos el Espíritu Santo, don de Dios que nos cura del narcisismo, del victimismo y del pesimismo. Nos sana del espejo, de los lamentos y de la oscuridad.

Pidámoslo: Espíritu Santo, memoria de Dios, reaviva en nosotros el recuerdo del don recibido. Líbranos de la parálisis del egoísmo y enciende en nosotros el deseo de servir, de hacer el bien. Porque peor que esta crisis, es solamente el drama de desaprovecharla, encerrándonos en nosotros mismos.

Ven, Espíritu Santo, Tú que eres armonía, haznos constructores de unidad; Tú que siempre te das, concédenos la valentía de salir de nosotros mismos, de amarnos y ayudarnos, para llegar a ser una sola familia. Amén.

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Cada 31 de mayo la Iglesia celebra la Fiesta de la Visitación de la Virgen María a su prima Santa Isabel, y con este mensaje de caridad de la Madre de Dios es que se concluye el mes mariano.

Según narran los evangelios, el ángel Gabriel le dijo a María que así como ella iba a ser la Madre de Jesús, su prima Isabel también estaba encinta de Juan el Bautista y la Virgen fue en ayuda de su pariente durante tres meses.

De este relato evangélico surgen dos importantes oraciones: la segunda parte del Avemaría y el canto del Magníficat.

Cuando Isabel oyó el saludo de María, “el niño saltó en su seno. Entonces Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó a grandes voces: ‘¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! Pero ¿cómo es posible que la madre de mi Señor venga a visitarme? Porque en cuanto oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno’”.

María, la sierva humilde y fraterna que siempre está dispuesta a atender a todos que la necesitan, respondió alabando a Dios por sus maravillas: “Proclama mi alma la grandeza del Señor; se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava…”

San Bernardo de Claraval señalaba que “desde entonces María quedó constituida como un ‘Canal inmenso’ por medio del cual la bondad de Dios envía hacia nosotros las cantidades más admirables de gracias, favores y bendiciones”.


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REDACCIÓN CENTRAL, 31 May. 20 (ACI Prensa).- Cada 31 de mayo la Iglesia celebra la Fiesta de la Visitación de la Virgen María a su prima Santa Isabel, y con este mensaje de caridad de la Madre de Dios es que se concluye el mes mariano.

Según narran los evangelios, el ángel Gabriel le dijo a María que así como ella iba a ser la Madre de Jesús, su prima Isabel también estaba encinta de Juan el Bautista y la Virgen fue en ayuda de su pariente durante tres meses.

De este relato evangélico surgen dos importantes oraciones: la segunda parte del Avemaría y el canto del Magníficat.

Cuando Isabel oyó el saludo de María, “el niño saltó en su seno. Entonces Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó a grandes voces: ‘¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! Pero ¿cómo es posible que la madre de mi Señor venga a visitarme? Porque en cuanto oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno’”.

María, la sierva humilde y fraterna que siempre está dispuesta a atender a todos que la necesitan, respondió alabando a Dios por sus maravillas: “Proclama mi alma la grandeza del Señor; se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava…”

San Bernardo de Claraval señalaba que “desde entonces María quedó constituida como un ‘Canal inmenso’ por medio del cual la bondad de Dios envía hacia nosotros las cantidades más admirables de gracias, favores y bendiciones”.


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REDACCIÓN CENTRAL, 31 May. 20 (ACI Prensa).- Hoy se celebra la Solemnidad de Pentecostés, que conmemora la Venida del Espíritu Santo sobre María y los Apóstoles, cincuenta días después de la Resurrección de Jesucristo.

El capítulo dos del libro de los Hechos de los Apóstoles describe que “de repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso, que llenó toda la casa en la que se encontraban. Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos; quedaron todos llenos del Espíritu Santo”.

San Juan Pablo II al reflexionar sobre este acontecimiento en su encíclica "Dominum et Vivificantem" señaló que “el Concilio Vaticano II habla del nacimiento de la Iglesia el día de Pentecostés. Tal acontecimiento constituye la manifestación definitiva de lo que se había realizado en el mismo Cenáculo el domingo de Pascua”.

“Cristo resucitado vino y ‘trajo’ a los apóstoles el Espíritu Santo. Se lo dio diciendo: ‘Recibid el Espíritu Santo’. Lo que había sucedido entonces en el interior del Cenáculo, ‘estando las puertas cerradas’, más tarde, el día de Pentecostés es manifestado también al exterior, ante los hombres”.

Posteriormente, el Papa de la familia cita el documento conciliar “Lumen Gentium”, en el que se resalta que “el Espíritu habita en la Iglesia y en el corazón de los fieles como en un templo (cf. 1 Co 3,16; 6,19), y en ellos ora y da testimonio de su adopción como hijos (cf. Ga 4,6; Rm 8,15-16 y 26). Guía la Iglesia a toda la verdad (cf. Jn 16, 13), la unifica en comunión y ministerio, la provee y gobierna con diversos dones jerárquicos y carismáticos y la embellece con sus frutos (cf. Ef 4,11-12; 1 Co 12,4; Ga5,22)”.

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Hoy se celebra la Solemnidad de Pentecostés, que conmemora la Venida del Espíritu Santo sobre María y los Apóstoles, cincuenta días después de la Resurrección de Jesucristo.

El capítulo dos del libro de los Hechos de los Apóstoles describe que “de repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso, que llenó toda la casa en la que se encontraban. Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos; quedaron todos llenos del Espíritu Santo”.

San Juan Pablo II al reflexionar sobre este acontecimiento en su encíclica "Dominum et Vivificantem" señaló que “el Concilio Vaticano II habla del nacimiento de la Iglesia el día de Pentecostés. Tal acontecimiento constituye la manifestación definitiva de lo que se había realizado en el mismo Cenáculo el domingo de Pascua”.

“Cristo resucitado vino y ‘trajo’ a los apóstoles el Espíritu Santo. Se lo dio diciendo: ‘Recibid el Espíritu Santo’. Lo que había sucedido entonces en el interior del Cenáculo, ‘estando las puertas cerradas’, más tarde, el día de Pentecostés es manifestado también al exterior, ante los hombres”.

Posteriormente, el Papa de la familia cita el documento conciliar “Lumen Gentium”, en el que se resalta que “el Espíritu habita en la Iglesia y en el corazón de los fieles como en un templo (cf. 1 Co 3,16; 6,19), y en ellos ora y da testimonio de su adopción como hijos (cf. Ga 4,6; Rm 8,15-16 y 26). Guía la Iglesia a toda la verdad (cf. Jn 16, 13), la unifica en comunión y ministerio, la provee y gobierna con diversos dones jerárquicos y carismáticos y la embellece con sus frutos (cf. Ef 4,11-12; 1 Co 12,4; Ga5,22)”.

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, 30 May. 20 (ACI Prensa).- La presidencia de la Conferencia Episcopal Italiana (CEI) donó diez millones de euros más, como una contribución extraordinaria a las regiones cuyo territorio ha sido definido como “naranja” o “rojo” de acuerdo al grado de afectación por el coronavirus, que en el país ya tiene 232.248 casos y más de 33 mil fallecidos.

Esta donación se suma a los 200 millones que en abril ya entregaron a las diócesis de todo el país, y a los nueve que en total enviaron a África y otros países pobres.

Los fondos, explica la CEI, provienen del fondo recaudado a partir de los aportes de los fieles, el llamado ocho por mil o el 0,8% del Impuesto a la Renta que los ciudadanos pueden aportar a la Iglesia.

Este dinero tiene como finalidad “sostener a las personas y familias en situaciones de pobreza o necesidad, entes o asociaciones que trabajan para superar la emergencia provocada por la pandemia y entidades eclesiásticas en situaciones de dificultad”, indica un comunicado de la CEI.

Además de la donación, los obispos italianos anunciaron la campaña “Hay un país”, para seguir colaborando con los más necesitados a través del ocho por mil.

La campaña de recepción de donaciones será lanzada el domingo 31 de mayo y recuerda que “la Iglesia Católica, también en la emergencia, no ha dejado de hacerse cargo de los más débiles: desde el párroco de una pequeña ciudad de provincia, que durante la epidemia ha debido sostener a su comunidad gracias a la tecnología y de modo creativos, hasta los comedores de Cáritas que han encontrado distintas formas para ayudar a las familias en dificultad”.

“Así se han transformado en lugares donde se acoge y se encuentran personas listas para ayudar, por tantos proyectos para alentar el trabajo y para buscar la reinserción de muchos desocupados, ayudar a las mujeres víctimas de la violencia, entre otros, para llegar a miles de proyectos”, agrega el texto.

Traducido y adaptado por Walter Sánchez Silva. Publicado originalmente en ACI Stampa

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