Cada último domingo de enero se conmemora el Día Mundial contra la Lepra o Enfermedad de Hansen, para concientizar sobre este mal que muchas personas consideran extinto.
El 26 de enero de 2020, al finalizar el rezo del Ángelus, el Papa Francisco recordó a las personas que sufren a causa de esta enfermedad provocada por la bacteria Mycobacterium leprae.
“Estamos cerca de todas las personas que están afectadas y de todos los que, de diferentes formas, cuidan de ellos”, indicó.
Hoy la lepra es tratable y curable mediante un tratamiento de poliquimioterapia. Sin embargo, quienes la padecen siguen siendo víctimas de una estigmatización social que incluso llega a complicar su curación.
Conoce el testimonio de estos santos y beatos que dedicaron su vida a cuidar a los enfermos de lepra y dejaron un gran testimonio de caridad hacia el hermano que sufre.
1. San Damián de Molokai
San Damián nació el 3 de enero de 1840 en Bélgica, ingresó a la vida religiosa con los Padres de los Sagrados Corazones de Jesús y María. Fue enviado como misionero a Hawai (Estados Unidos) y el 24 de mayo de 1864 fue ordenado sacerdote en Honolulu.
Al desatarse una epidemia de lepra, los enfermos fueron apartados y abandonados a su suerte en una colonia especial. El P. Damián pidió ir a ayudarlos y desembarcó con varios leprosos en Molokai.
El santo ayudó a transformar el lugar, atendió las necesidades espirituales y materiales de las personas y llevó paz y esperanza en medio del dolor de los enfermos. En 1885 contrajo la lepra, pero rechazó ser trasladado para recibir tratamiento y siguió trabajando en la isla a pesar de sus dolores.
Falleció el 15 de abril de 1889. Fue beatificado en 1995 y canonizado el 11 de octubre de 2009.
2. Santa Teresa de Calcuta
La Madre Teresa nació el 26 de agosto de 1910 en Skopje, perteneciente en ese entonces a Albania, y actualmente a Macedonia. Su nombre original fue Gonxha Agnes Bojaxhiu, que cambió a Teresa al ingresar al Instituto de la Bienaventurada Virgen María.
Ingresó a la Congregación de las Hermanas de Loreto en 1928, un año después llegó a la India e hizo sus primeros votos en 1937. Estuvo 20 años en dicha congregación. El 7 de octubre de 1950 fundó las Misioneras de la Caridad, con el carisma de entregarse a los más pobres entre los pobres.
Se dedicó a recorrer los barrios pobres, visitó familias, lavó las heridas de los niños y ayudó a los olvidados, entre ellos los leprosos y los llamados “intocables”, la casta hindú más baja.
Recibió el premio Nobel de la Paz y murió el 5 de septiembre de 1997 en Calcuta, India, a los 87 años de edad a causa de un paro cardiaco. Fue canonizada el 2016 por el Papa Francisco.
3. San José del Rosario Brochero
El P. José Gabriel del Rosario Brochero, más conocido como el Cura Brochero, nació el 16 de marzo de 1840 en el norte de Córdoba (Argentina). El 4 de noviembre de 1866 se ordenó como sacerdote.
Tras desempeñar su ministerio sacerdotal en la Catedral de Córdoba y ser prefecto de estudios del Colegio seminario Nuestra Señora de Loreto, el 19 de noviembre de 1869 fue elegido vicario del departamento San Alberto. Se instaló entonces en Villa del Tránsito, la localidad que desde 1916 lleva su nombre.
El Padre Brochero dedicó su vida a anunciar el Evangelio, a educar y ayudar a los ciudadanos, especialmente a los más pobres y tuvo un papel activo en la epidemia de cólera que se desató en Córdoba.
Por su trabajo con los enfermos de lepra contrajo la enfermedad y murió ciego en 1914. Fue declarado santo el 16 de octubre del 2016 y se convirtió en el segundo santo de Argentina después de Héctor Valdivieso Sáenz.
4. Santa Madre Marianne Cope
Maria Anna Barbara Koob nació en Heppenheim (Alemania) el 23 de enero de 1838. Cuando tenía tres años, su familia se mudó a Estados Unidos, estableciéndose en Utica, Nueva York. Entró en la vida religiosa en Syracuse con las Hermanas de la Tercera Orden Franciscana y tomó el nombre de Marianne.
Cuando las hermanas recibieron noticia de que el rey David Kalakaua de Hawai buscaba ayuda para los leprosos, la Madre Marianne y seis otras respondieron y en 1883 se trasladaron a Honolulu como misioneras.
En 1888 se mudó a Kalaupapa en Molokai para ayudar a los leprosos. San Damián, párroco de los leprosos, había contraído la enfermedad y murió atendido por la Madre Marianne. Después de su muerte, ella y sus hermanas se hicieron cargo de los pacientes de Kalaupapa durante los siguientes 30 años.
Murió a los ochenta años de edad, el 9 de agosto de 1918, sin contraer la enfermedad. Fue canonizada por Benedicto XVI el 21 de octubre de 2012.
5. Beato Luis Variara
Luis Variara nació en 1875 en Italia. A los doce años ingresó al Oratorio de Valdocco y conoció a San Juan Bosco en la etapa final de su vida. Variara se interesó mucho en la labor de los salesianos y pidió ser admitido en la orden. Realizó su profesión religiosa ante el Beato Miguel Rúa.
Se trasladó a Agua de Dios en Colombia luego de conocer al P. Unía, quien era misionero entre los leprosos de la ciudad. Variara se puso al servicio de una población de dos mil habitantes, de los cuales 800 padecían la enfermedad.
En el trabajo pastoral con la juventud se topó con algunas muchachas que tenían inquietudes vocacionales, pero ninguna congregación aceptaba a una joven leprosa o hija de leprosos. Así, el Padre Luis decidió fundar la Congregación de las Hijas de los Sagrados Corazones de Jesús y de María.
Tuvo que dejar Agua de Dios por obediencia y falleció en Cúcuta (Colombia) el 1 de febrero de 1923. Fue beatificado por San Juan Pablo II en 2002.
6. Beato Juan Beyzym
Juan Beyzym nació en Beyzymy Wielkie en Volhynia el 15 de mayo de 1850. Fue educador y protector de los jóvenes en los colegios de la Compañía de Jesús en Tarnopol y Chyrów (Ucrania).
A los 48 años partió a Madagascar para servir a los leprosos, que vivían abandonados y marginados por la sociedad y creó una obra pionera en la isla para el tratamiento de los enfermos de lepra.
El P. Beyzym construyó un hospital, que actualmente lleva el nombre de Nuestra Señora de Częstochowa, en Marana para dar tratamiento y esperanza a los enfermos de lepra. Su vida de servicio se caracterizó por una fe viva y por un gran amor a la Virgen María.
Murió el 2 de octubre de 1912 y fue beatificado por San Juan Pablo II en 2002.
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