"Alberto, ¿por qué en vez de huir del colegio, no me rezas a mí que soy 'Casa de la Sabiduría'? Si me tienes fe y confianza, yo te daré una memoria prodigiosa”, le dijo la Madre de Dios. “Y para que sepas que fui yo quien te la concedió, cuando ya te vayas a morir, olvidarás todo lo que sabías", concluyó la Virgen.
“Entre ciencia y fe existe amistad” (Benedicto XVI)
Para el santo, la súbita pérdida de memoria en aquella clase era un signo de Dios que anunciaba lo que habría de venir. Dos años más tarde, en 1280, San Alberto murió apaciblemente, sin enfermedad grave o episodio extraordinario. Ese periodo significó un hermoso epílogo de oración y trato cercanísimo con la Virgen; una serena preparación para verse cara a cara con Dios.
“San Alberto Magno –dijo el Papa Benedicto XVI en 2010– nos recuerda que entre ciencia y fe existe amistad, y que los hombres de ciencia pueden recorrer, mediante su vocación al estudio de la naturaleza, un auténtico y fascinante camino de santidad”.
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