Subrayó que “todos nosotros experimentamos, por nuestra fragilidad, una cierta distancia entre el decir y el hacer; pero otra cosa, sin embargo, es tener el corazón doble, vivir con ‘un pie en dos zapatos’ sin hacerse un problema”.
“Especialmente cuando estamos llamados — en la vida, en la sociedad o en la Iglesia — a revestir un rol de responsabilidad, recordemos esto: ¡no a la duplicidad! Para un sacerdote, un trabajador pastoral, un político, un profesor o un padre, vale siempre esta regla: esto que dices, que predicas a los otros, comprométete tú a vivirlo primero. Para ser maestros con autoridad es necesario ser primero testigos creíbles”.
El Santo Padre advirtió también sobre la tentación de vivir tan solo para “salvar las apariencias”. “El maquillaje es muy común: mostrarse hermosos en el exterior para esconder la podredumbre que está en el interior”.
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