El Papa Francisco destacó que “la prueba de la oración es el amor concreto por el prójimo” porque la oración “no es un ‘encerrarse’ con el Señor para maquillarse el alma”, sino que es un colocarse frente a Dios para “dejarse enviar al servicio de los hermanos”.
Así lo explicó el Santo Padre durante la Audiencia General de este miércoles 7 de octubre que se realizó en el Aula Pablo VI del Vaticano.
“No debe existir dicotomía en la vida de quien reza, no hay diferencia: se está delante del Señor y se va al encuentro de los hermanos a los que Él envía. La oración no es un ‘encerrarse’ con el Señor para maquillarse el alma, no, esto no es oración, esta es oración falsa, la oración es un ponerse frente a Dios y dejarse enviar al servicio de los hermanos”, señaló el Papa.
En esta línea, el Papa advirtió que “la prueba de la oración es el amor concreto por el prójimo. Y viceversa: los creyentes actúan en el mundo después de estar primero en silencio y haber rezado; de lo contrario su acción es impulsiva, carece de discernimiento, es una carrera frenética sin meta” y añadió que “cuando los creyentes hacen así cometen muchas injusticias porque no fueron primero con el Señor a rezar, a discernir qué tienen que hacer”.
El Santo Padre retomó su serie de catequesis sobre la oración, que habían sido interrumpidas por las catequesis sobre el cuidado de la creación, y la dedicó al profeta Elías, a quien calificó como “uno de los personajes más interesantes de toda la Sagrada Escritura”.
Entre los episodios del Evangelio que relatan al profeta Elías, el Pontífice recordó el momento de la Transfiguración en donde aparece junto a Jesús y Moisés y en el que “Jesús mismo se refiere a su figura para acreditar el testimonio de Juan Bautista”.
Además, el Papa describió que “en la Biblia, Elías aparece de repente, de forma misteriosa, procedente de un pequeño pueblo completamente marginal y al final saldrá de escena, bajo los ojos del discípulo Eliseo, en un carro de fuego que lo sube al cielo” por lo que agregó que “es un hombre sin un origen preciso, y sobre todo sin un final, secuestrado en el cielo: por esto su regreso era esperado antes del advenimiento del Mesías, como un precursor, así se esperaba el regreso de Elías”.
“La Escritura nos presenta a Elías como un hombre de fe cristalina: en su mismo nombre, que podría significar ‘Yahveh es Dios’, está encerrado el secreto de su misión. Será así durante toda la vida: hombre recto, incapaz de acuerdos mezquinos”, afirmó.
También, el Papa destacó que el símbolo de Elías es el fuego “imagen del poder purificador de Dios” porque “será sometido a dura prueba, y permanecerá fiel” y añadió que “es el ejemplo de todas las personas de fe que conocen tentaciones y sufrimientos, pero no fallan al ideal por el que nacieron”.
En este sentido, el Santo Padre explicó que “la oración es la savia que alimenta constantemente su existencia. Por esto es uno de los personajes más queridos por la tradición monástica, tanto que algunos lo han elegido padre espiritual de la vida consagrada a Dios”.
“Elías es el hombre de Dios, que se erige como defensor del primado del Altísimo. Sin embargo, él también se ve obligado a lidiar con sus propias fragilidades. Es difícil decir qué experiencias fueron más útiles: si la derrota de los falsos profetas en el monte Carmelo o el desconcierto en el que se da cuenta que ‘no es mejor que sus padres”.
Por ello, el Papa explicó que “en el alma de quien reza, el sentido de la propia debilidad es más valioso que los momentos de exaltación, cuando parece que la vida es una cabalgata de victorias y éxitos” y añadió que “en la oración sucede siempre esto: momentos de oración que sentimos entusiasmo y momentos de oración de dolor, de aridez, de pruebas” por lo que concluyó que “la oración es así, dejarse llevar por Dios y dejarse también golpear incluso por situaciones difíciles, de las tentaciones”.
“Esta realidad, de que la oración es así, se encuentra en muchas otras vocaciones bíblicas, también en el Nuevo Testamento, pensemos por ejemplo en San Pedro y San Pablo, que su vida era así, momentos de júbilo y momentos de abatimiento, de sufrimiento”.
Asimismo, el Santo Padre dijo que “Elías es el hombre de vida contemplativa y, al mismo tiempo, de vida activa, preocupado por los acontecimientos de su época, capaz de arremeter contra el rey y la reina, después de que habían hecho asesinar a Nabot para apoderarse de su viña” y advirtió que actualmente hay necesidad “de creyentes, de cristianos celantes que actúen, delante a personas que tienen responsabilidades de dirección, con la valentía de Elías para decir: ‘esto no va hecho’, ‘esto es un asesinato’. Necesitamos el espíritu de Elías”.
“Las páginas de la Biblia dejan suponer que también la fe de Elías haya conocido un progreso: también él ha crecido en la oración, la ha refinado poco a poco. El rostro de Dios se ha hecho para él más nítido durante el camino. Hasta alcanzar su cúlmen en esa experiencia extraordinaria, cuando Dios se manifiesta a Elías en el monte Horeb”.
Por ello, el Papa indicó que Dios “se manifiesta no en la tormenta impetuosa, no en el terremoto o en el fuego devorador, sino en el ‘susurro de una brisa suave’, o mejor, una traducción que refleja esa experiencia es en ‘un hilo de silencio sonoro’, así se manifiesta Dios a Elías”.
“Es con este signo humilde que Dios se comunica con Elías, que en ese momento es un profeta fugitivo que ha perdido la paz. Dios viene al encuentro de un hombre cansado, un hombre que pensaba haber fracasado en todos los frentes, y con esa brisa suave, con ese hilo de silencio sonoro, hace volver a su corazón la calma y la paz”, destacó.
Al finalizar, el Santo Padre dijo que “esta es la historia de Elías, pero parece escrita para todos nosotros” porque en “algunas noches podremos sentirnos inútiles y solos. Es entonces cuando la oración vendrá y llamará a la puerta de nuestro corazón. Un borde de la capa de Elías podemos recogerlo todos nosotros, como ha recogido la mitad de su capa el discípulo Eliseo, y si nos hubiéramos equivocado en algo, o si nos sintiéramos amenazados o asustados, volviendo delante de Dios con la oración, volverán como por milagro también la serenidad y la paz”.
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