Informe denuncia violencia y conversión forzada al islam que sufren cristianas en Egipto

La organización Coptic Solidarity develó en un reporte que en Egipto las mujeres cristianas son el grupo más vulnerable, al ser víctima del tráfico humano, explotación sexual y conversión forzada al islam.

El reporte “‘Jihad of the Womb’: Trafficking of coptic Women & Girls in Egypt” publicado el 1 de septiembre señala que las mujeres coptas sufren secuestros, conversiones y matrimonios forzados con musulmanes, violaciones y explotación con impunidad en Egipto. Los perpetradores son extremistas islámicos salafistas que buscan aumentar su poder sobre los cristianos.

La palabra “copto” se puede considerar sinónimo de “egipcio”. Los cristianos coptos son una de las minorías más perseguidas en Oriente Medio por los extremistas islámicos. En Egipto la religión mayoritaria es el islam y según la organización Open Doors, los cristianos representan un poco más del 16% de la población.

La mayoría de cristianos pertenece a la Iglesia Copta Ortodoxa, con 65 millones de seguidores en todo el mundo, y no reconocen al Patriarca Ecuménico de Constantinopla como primado, pues se separaron de la Comunión Ortodoxa en 451. Además, hay una pequeña minoría católica en comunión con Roma que sigue el rito copto. La relación entre ambas Iglesias es fluida y amistosa.

Según la tradición, San Marcos evangelizó Alejandría y el cristianismo se arraigó con fuerza en Egipto. Sin embargo, la conquista musulmana en el siglo VII hizo que el cristianismo retrocediera de forma paulatina, con períodos de persecución y de tolerancia, hasta llegar a su situación actual.

Según testimonios recogidos por la organización en el informe, los secuestros perpetrados durante el actual Gobierno del presidente Abdelfatah El-Sisi son los más altos registrados desde que comenzaron las redes de los salafistas en los años 70. Un ejemplo de ello, es que los musulmanes “se reúnen en una mezquita para discutir sobre las potenciales víctimas”.

Según el informe, los salafistas buscan imponer su fuerza al aumentar en número contra el crecimiento de las familias cristianas. Para lograrlo, secuestran egipcias coptas y luego abusan de ellas embarazándolas para “matar dos pájaros de un tiro”; es decir, obtener dos o más miembros musulmanes para sus filas y a la vez, anular la posibilidad de que nazcan nuevos cristianos.

Este fenómeno es conocido por Coptic Solidarity como “Jihad of the Womb” o “Jihad del Vientre”, por medio del que cerca de 500 mujeres y niñas coptas han sido víctimas del tráfico de personas en las dos últimas décadas. Según un activista y ciudadano egipcio de la gobernación de Menia, al menos 15 niñas son raptadas cada año en su localidad y su hija casi fue raptada.

Las víctimas suelen ser las más jóvenes y con menor educación que no utilizan “hijab” o velos que cubran sus cabellos y cuello, o “usan collares con una cruz” en público. Para secuestrarlas, los extremistas suelen recurrir al engaño por enamoramiento, ya sea por medios virtuales o presenciales y al uso de la fuerza. 

Durante el secuestro sufren explotación y abuso sexual y son amenazadas de compartir los videos de su violación con sus familias y comunidades si intentan huir. Además, las fuerzan a decir que no fueron raptadas, sino que voluntariamente se escaparon para casarse y convertirse al islam, pero se registran muy pocos casos como estos.

Según testimonios, las familias coptas suelen ser vigiladas por los extremistas y los raptos ocurren cuando las mujeres regresan del colegio o trabajo a la casa, caminando solas o en “tuk-tuk”, triciclo motorizado usado en transporte público.

Debido a ello, las familias cristianas viven con temor de que las mujeres sean raptadas al salir de sus casas. Por ello, en el caso de los hogares más constituidos, los padres suelen acompañar a sus hijas o enviarlas junto a sus hermanos en su camino al colegio y centros de estudios o trabajo.

Según el testimonio de un exsecuestrador, la red de extremistas tiene decenas de miles de miembros que son financiados por adinerados musulmanes, sobre todo de Arabia Saudita, que incluso a veces roban a empresas cristianas para financiar sus planes. 

Señaló que por cada secuestro y envío de egipcias coptas a las organizaciones extremistas, los delincuentes reciben cerca de tres mil dólares, y el precio aumenta si la mujer pertenece a una familia copta conocida o es hija de un pastor. Además, los policías que los apoyan de diversas formas, como dando drogas para la víctima, reciben una paga, e incluso suelen ofrecerse a golpear a las víctimas para recitar el credo islámico.

Según el reporte, la táctica del Gobierno Egipcio es negarse a intervenir en alguno de los casos de tráfico de mujeres coptas que ocurre dentro de sus fronteras, apelando al artículo dos de su Constitución que dicta que “el islam es la religión del Estado y los principios de la sharia islámica son el recurso principal para legislar”.

En ese sentido, si bien el sistema judicial no tiene ley de apostasía, se da por hecho que está prohibido desear convertirse a otra religión fuera del islam, mientras que “la conversión al islam es siempre aceptada y alentada” y quien lo haga debe aceptar que pierde el derecho a convertirse a otro credo luego. 

Así, el Gobierno niega la autonomía de las mujeres coptas secuestradas de regresar al cristianismo o anular sus uniones de hecho con musulmanes y alienta lo contrario. La ley también va en contra del derecho de los padres sobre los hijos menores de edad, pues permite que las niñas se casen y conviertan al islam con el consentimiento de un custodio legal que puede ser otro musulmán. 

Además, la sociedad promueve por medio de la educación y los medios que el islam es superior, sobretodo en el campo, donde la mayoría de pueblos se les niegan los permisos para tener iglesias y por ello, algunos coptos pueden estar poco preparados para defenderse o debatir.

En la mayoría de casos, las familias que denuncian los secuestros logran recuperar a sus mujeres, pese que la policía las amenaza para no hacerlo público. Esto reveló que la Policía suele conocer los detalles del secuestro, pues la recuperación es repentina y sin nuevas pistas del caso. Asimismo, suelen mentir a la familia sobre el caso para hacerlas desistir de continuar su búsqueda. 

El 8 de abril de 2018, Hoda Atef Ghali Girgis, de 16 años, fue raptada en un tuk-tuk cuando regresaba a su casa de la iglesia de St. Mary and St. Michael en Imbaba, gobernación de Giza, tras celebrar la Pascua. Pese a que los padres reportaron a la Policía sobre el caso, no se realizó ninguna acción concertada para recuperarla y a la fecha, no se sabe nada sobre su desaparición.

El 26 de enero de 2017, Hanan Adly Girgis, de 18 años, fue secuestrada de su casa en Esna, un pueblo de la gobernación de Quena. Su hermano relató que Hanan estaba sola en su cuarto y que habían otras mujeres en la casa durante su rapto. La familia acusó a su vecino Mohamed Soliman de raptarla, por ello, la Policía lo interrogó y pese a admitir su relación con los secuestradores, fue liberado por pocas evidencias físicas. 

Días después, se descubrió que Hanan recibió una nueva identificación con un cambio de la religión cristiana a la musulmana. Los pobladores que protestaron pacíficamente fueron heridos por la Policía. Durante los días del secuestro, se reportó que la niña estaba comprometida, “increíblemente feliz” y en proceso de casarse sin ningún motivo para huir. La familia dijo que el caso no se ha resuelto “porque la Policía es cómplice y apática a casos de mujeres coptas”.

Pese a que el rapto y desaparición de niñas y mujeres coptas es un “flagelo” para la comunidad copta de Egipto, los gobiernos egipcios o extranjeros, las ONG u organismos internacionales han hecho poco para abordarlo.

El reporte fue enviado al relator especial para la Libertad de Religión o Creencia de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), a la Oficina de Trata de Personas del Departamento de los Estados Unidos y otras instituciones importantes.

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