“Por último —dijo el Papa Francisco—, los Magos tienen el corazón postrado en adoración. Miran a la estrella en el cielo, pero no se refugian en una devoción separada de la tierra; emprenden el viaje, pero no vagan como turistas sin rumbo. Ellos llegan a Belén y, cuando vieron al Niño, ‘se postraron y lo adoraron’”.
En ese sentido, el Santo Padre animó a los fieles a levantar los ojos al cielo, ponerse en camino en busca del Señor e inclinar “el corazón en adoración”.
“Pidamos la gracia de no perder nunca el ánimo, la valentía de ser buscadores de Dios, hombres de esperanza, soñadores intrépidos que escrutan el cielo y caminan por los senderos del mundo para llevar a todos la luz de Cristo, que ilumina a cada uno de los hombre”, concluyó el Papa Francisco.
Al final de la Misa, como es tradición, el Pontífice se dirigió a la imagen de la Virgen María para rendirle homenaje y hacer una breve oración, para posteriormente retirarse de la Basílica de San Pedro.
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