El empeño que puso Bernardo en alcanzar la santidad a través del espíritu originario de la vida monacal hizo que sus superiores confiaran en él para liderar un proyecto ambicioso. Con solo 25 años fue enviado como abad a fundar, con otros doce monjes, un nuevo monasterio en Champagne, al que llamó “Clairvaux” -es decir, Claraval, que en francés significa “valle claro”-.
Bernardo llevaba una vida rigurosa y exigente. Su oración constante y su preocupación por ser fiel a Cristo en todo atrajo a muchos a la vida monástica. Se ganó el apelativo de “el cazador de almas y vocaciones”. Se dice que las jovencitas temían que hable con sus novios porque terminaban pidiendo ser admitidos en la abadía.
Bernardo visitó y predicó en escuelas, universidades, pueblos y campos para hablar sobre las bondades de la vida religiosa.
Fundó cerca de 300 monasterios y consiguió que 900 hombres profesaran sus votos. Uno de sus discípulos, Bernardo de Pisa, llegó a ser Papa, con el nombre de Eugenio III.
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