Por esos días, como respuesta al problema, desde algunos conventos se inició una renovación que acentuaba la vida espiritual y el espíritu de pobreza. Tomás entonces pidió irse a vivir a uno de esos lugares, el convento de Bellegra. Cuando por fin llegó a este, tras una largo viaje, tocó la puerta y se animó a decir: "Soy fray Tomás de Cori y vengo para hacerme santo".
En Bellegra redactó un conjunto de instrucciones para mejorar la formación de los religiosos -una nueva regla- y para normar mejor la vida de los conventos en los que se estaba instaurando la renovación. A estos conventos se les denominó “conventos de retiro”, “Retiros” o conventos de franciscanos eremitas.
Posteriormente, la Orden reunida en Capítulo General en Murcia (España) generalizaría la normativa elaborada por Fray Tomás para todos los conventos franciscanos del mundo que hubieran asumido este estilo contemplativo.
Después de este enorme cambio, la fama de santidad del fraile se acrecentó y muchos religiosos y laicos empezaron a solicitarle consejo o dirección espiritual. Al mismo tiempo, su predicación y vida confirmaban una cada vez más intensa relación con el Señor. Sus sermones eran de una claridad y una sencillez tales que Tomás siempre conmovía los corazones de aquellos que acudían a escucharlo. Los frutos fueron notables: muchos se animaron a acercarse a Dios o a reconciliarse con Él, o a vivir la fe cristiana de manera comprometida.
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