
Pero hay una segunda razón por la cual la lujuria es un vicio peligroso, entre todos los placeres del hombre, la sexualidad tiene una voz poderosa. Implica todos los sentidos; habita tanto en el cuerpo como en la psique; esto es bellísimo, pero si no se disciplina con paciencia, si no se inscribe en una relación y una historia en la que dos individuos lo transforman en una danza amorosa, se convierte en una cadena que priva al hombre de libertad.
El placer sexual, que es un don de Dios, se ve socavado por la pornografía: satisfacción sin relación que puede generar formas de adicción. Debemos defender el amor de la mente, del cuerpo, el amor puro de darse el uno al otro y esta es la belleza de la relación sexual.
Ganar la batalla contra la lujuria, contra la “cosificación” del otro, puede ser un empeño que dura toda la vida. Pero el premio de esta batalla es el más importante de todos, porque se trata de preservar esa belleza que Dios escribió en su creación cuando imaginó el amor entre el hombre y la mujer, que no es para usarse el uno al otro, sino para amarse.
Esa belleza que nos hace creer que construir juntos una historia juntos es mejor que lanzarse a la aventura,(muchos don Juanes por ahí), cultivar la ternura es mejor que doblegarse ante el demonio de la posesión, el verdadero amor no posee, se dona. Servir es mejor que conquistar. Porque si no hay amor, la vida es triste soledad.
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