San Vicente de Paul fue ordenado sacerdote en 1600, con tan solo diecinueve años, e inmediatamente el obispo, dada la madurez del novel sacerdote, quiso encargarle una parroquia que, sin embargo, no llegó a asumir debido a su corta edad -el código de derecho canónico se lo impedía dada su juventud-.
El Padre Vicente de Paul prefirió continuar sus estudios y postergar la posibilidad de asumir algún cargo. Para lograrlo necesitaba dinero y sabía que estaba completamente desprovisto de fortuna. Fue entonces que recibió una sorprendente noticia: una dama muy anciana de Toulouse le había dejado una herencia. Para cobrarla, Vicente debía ir rumbo a Marsella. Lamentablemente, cuando se embarcó de regreso, el barco en el que viajaba fue atacado por un grupo de piratas turcos y Vicente fue hecho prisionero.
Algunos de sus biógrafos dan cuenta de que fue vendido como esclavo y que estuvo al servicio primero de un pescador, luego de un médico y finalmente de un cristiano apóstata, exfraile franciscano. A este último, Vicente logró devolverlo a la fe cristiana -aquel hombre había adoptado el Islam- y con su ayuda pudo regresar a París.
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