Según recordó el Papa Francisco, San Aníbal “se dio cuenta de que lo primero que había que hacer era rezar, ciertamente no para persuadir a Dios de que enviara pastores, como si no se preocupara de su pueblo, sino para dejarse sobrecoger cada vez más por la visceralidad de su amor paternal y maternal: para aprender, rezando, a ser sensible a las necesidades de sus hijos”.
Más tarde, el Santo Padre les invitó a ser “especialistas de Dios”, no tanto “como estudiosos de técnicas, estadísticas y teorías, por muy útiles que éstas sean también, sino más bien de esa sabiduría que se madura haciendo primero los ‘callos en las rodillas’ y luego ‘en las manos’. Ser especialistas, es decir, en las artes de la oración y de la caridad”.
“Manos unidas ante Dios —continuó el Pontífice— y manos tendidas a los hermanos. Manos unidas y manos tendidas: así es como os convertís en especialistas de Dios. Esta es vuestra misión”.
Publicar un comentario