Aseguró que no es fácil el trabajo de los farmacéuticos, quienes reciben cada día a personas, sobre todo ancianos, que necesitan no sólo un medicamento, “sino también atención, una sonrisa; necesitan un oído, una palabra de consuelo”.
“No lo olvidéis: el apostolado de los oídos. Escuchar, escuchar... Suena aburrido, a veces, pero para la persona que habla es una caricia de Dios a través de ti. Y los farmacéuticos son esa mano cercana, tendida, que no sólo pasa medicamentos, sino que transmite valor y cercanía”.
El Santo Padre afirmó que no se trata solamente de una profesión, sino de una “vocación”, y por ello les animó a tener paciencia, a la que se refirió como “la prueba de fuego del amor”.
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