La Archidiócesis de Granada (España) acogió la celebración de la beatificación de 16 mártires que murieron durante la persecución religiosa del siglo XX.
En concreto estos mártires fueron asesinados entre junio y septiembre de 1936, durante la Guerra Civil Española (1936-1939).
Comienza la Beatificación de los Mártires de @Archigranada
Preside el cardenal Semeraro Prefecto de la Congregación de la Causa de los Santos pic.twitter.com/jgAWZ3GCjF
— ElLlamadorDeGranada (@LlamadorGranada) February 26, 2022
El Cardenal Marcello Semeraro, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, presidió la ceremonia en la Catedral de Granada, junto al Arzobispo Mons. Javier Martínez; el Nuncio de la Santa Sede, Mons. Bernardito Azua; el Obispo auxiliar de Madrid, Mons. Juan Antonio Martínez Camino, y el Arzobispo de Valencia, Mons. Antonio Cañizares, que fue anteriormente Arzobispo de Granada. Además de otros Obispos de la región de Andalucía, en donde se encuentra la Archidiócesis de Granada.
De los 16 mártires, 14 eran sacerdotes, un seminarista y un laico de Acción Católica. El P. Cayetano Giménez preside esta causa de martirio, él pidió morir el último y lo hizo tras dar la absolución a cada uno de sus compañeros. Murió gritando: ¡Viva Cristo Rey! Ante su entereza, los asesinos volvían al pueblo diciendo: ¡Vaya con el viejo! ¡Qué valor ha tenido!
Durante la homilía, el Cardenal Marcello Semeraro aseguró que “los santos son un don de Dios, especialmente los mártires”.
“Los mártires que hoy honramos y veneramos, como tantos otros de esta maravillosa tierra, han dado su testimonio a Cristo soportando grandes penalidades y sufriendo la muerte misma, en el contexto, de carácter anticristiano, de aquellos trágicos y dolorosos acontecimientos”, aseguró el Prefecto de la Congregación de la Causas de los Santos.
El Cardenal Semeraro recordó que aunque “todo sucedió en 1936, pero ya en el 1939 sus nombres fueron esculpidos en dos pilastras de mármol en la capilla mayor de esta Catedral”, por lo que “los sacerdotes y fieles que hoy han sido beatificados fueron, desde el inicio, señalados como “mártires de Granada”.
“Todos ellos, al sufrir la muerte violenta, en lo íntimo de su corazón gritaron a Dios: tu gracia vale más que la vida; tu misericordia vale más que la vida”, subrayó el Cardenal, ya que ése es el lema de la beatificación.
Y finalizó animando a honrar y venerar “a los nuevos beatos mártires, conscientes de que en ellos, aún frágiles y débiles como nosotros, Cristo está presente, aunque en modo misterioso”.
Al término de la ceremonia, Mons. Javier Martínez, Arzobispo de Granada, agradeció al Papa Francisco la beatificación y aseguró que contar con 16 nuevos beatos, mártires, es “además de un honor” una “gracia que el Señor nos hace y una fuente de poderosa intercesión”.
Recordó que esa intercesión de los nuevos beatos es especialmente necesaria “cuando una nueva guerra, esa horrible derrota de nuestra humanidad, acaba de estallar en Europa”, por eso les pidió a los nuevos beatos que “intercedan ante el Señor y obtengan para los países implicados en esta guerra y para todo el mundo el don de la paz y de una convivencia basada no en intereses políticos o económicos, sino en nuestro común reconocimiento como hermanos”.
Mons. Martínez también aseguró que los nuevos beatos son “un estímulo para nuestra vida”, “ellos nos muestran con la nitidez de un día claro de primavera, en la sencillez de sus vida y de sus muertes, cuál es el significado de la vida”.
De los 16 mártires, 14 eran sacerdotes y un seminarista, por lo que el Arzobispo de Granada recordó que “su proclamación ha de estimular sobre todo una renovación de nuestro ministerio [sacerdotal], en la línea que la Iglesia hoy nos propone por medio del Papa Francisco, que es la de una conversión misionera”.
“Que ellos nos descubran que la evangelización no es una cuestión meramente de ideas, sino de testimonio”, de un “servicio a la esperanza de los hombres” siendo “en la vida un reflejo del amor y del afecto de Dios a cada persona, a su destino y a su vocación en Cristo”, aseguró el Arzobispo.
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