Durante la apertura del simposio “Para una teología fundamental del sacerdocio”, el Papa Francisco ofreció a los presbíteros del mundo valiosos consejos que son fruto de sus más de 50 años de sacerdocio.
“He meditado sobre qué compartir de la vida del sacerdote hoy y llegué a la conclusión de que la mejor palabra nace del testimonio que recibí de tantos sacerdotes a lo largo de los años. Lo que ofrezco es fruto del ejercicio de pensar en ellos, discernir y contemplar cuáles eran las notas que los distinguían y les brindaban una fuerza, alegría y esperanza singular en su misión pastoral”, explicó el Papa.
En esta línea, el Santo Padre dijo: “Soy consciente de que mucho se podría hablar y teorizar sobre el sacerdocio, hoy quiero compartirles esta ‘pequeña cosecha’ para que el sacerdote de hoy, sea cual sea el momento que esté viviendo, pueda vivir la paz y la fecundidad que el Espíritu quiere regalar”.
“Recuerdo momentos importantes en mi vida donde esta cercanía con el Señor fue crucial para sostenerme (…). El sacerdote, más que recetas o teorías, necesita herramientas concretas con las que confrontar su ministerio, su misión y su cotidianeidad”, dijo.
A continuación, ofrecemos 25 consejos del Papa Francisco a los sacerdotes:
1.La cercanía con el Señor es crucial en los momentos oscuros de la vida: “Sin la intimidad de la oración, de la vida espiritual, de la cercanía concreta con Dios a través de la escucha de la Palabra, de la celebración de la Eucaristía, del silencio de la Adoración, de la consagración a la Virgen, del acompañamiento sapiente de un guía, del sacramento de la Reconciliación, el sacerdote es, por así decirlo, solo un ‘obrero cansado’ que no goza de los beneficios de los amigos del Señor”.
2.Que todas las acciones y las actitudes -sean útiles o buenas- tengan siempre “sabor a Evangelio”.
3.Estar atentos ante el “optimismo exacerbado”, el repetir “todo irá bien”, pero avanzar sin discernimiento y sin tomar las decisiones necesarias. “Ese optimismo terminará por ignorar los heridos de esta transformación y que no logra aceptar las tensiones, complejidades y ambigüedades propias del tiempo presente y ‘consagra’ la última novedad como lo verdaderamente real, despreciando así la sabiduría de los años”.
4. “Hacerse cargo con confianza de la realidad anclada en la sabia Tradición viva y viviente de la Iglesia, que puede permitirse remar mar adentro sin miedo”.
5. No caer en “espiritualismos desencarnados”, “discernir la voluntad de Dios es aprender a interpretar la realidad con los ojos del Señor, sin necesidad de evadirnos de lo que acontece a nuestros pueblos y sin la ansiedad que lleva a querer encontrar una salida rápida y tranquilizadora de la mano de una ideología de turno o una respuesta prefabricada, ambas incapaces de asumir los momentos más difíciles e inclusive oscuros de nuestra historia”.
6. Fomentar comunidades con “un fervor apostólico contagioso” y no comunidades “funcionales, bien organizadas, pero sin entusiasmo, ‘todo en orden’, en donde falta el fuego del Espíritu”.
7.No olvidar que la “vocación específica, incluida la del Orden sagrado, es cumplimiento del Bautismo”.
8. Acordarnos que “nuestra primera llamada es a la santidad. Nuestra vocación es en primer lugar una respuesta a Aquel que nos amó primero”.
9. “Sin una relación significativa con el Señor nuestro ministerio está destinado a ser estéril. La cercanía con Jesús, el contacto con su Palabra, nos permite confrontar nuestra vida con la suya y aprender a no escandalizarnos de nada de lo que nos suceda”.
10. Muchas crisis sacerdotales tienen precisamente origen en una escasa vida de oración, en una falta de intimidad con el Señor, en una reducción de la vida espiritual a mera práctica religiosa.
11. Tener espacios de silencio durante el día. “Sustituir el verbo ‘hacer’ de Marta para aprender el ‘estar’ de María”.
12. Aprender a dejar que el Señor “siga realizando su obra en cada uno y que pode todo aquello que es infecundo, estéril y que distorsiona el llamado”.
13.La cercanía con Dios fortalece la cercanía del sacerdote con su Pueblo y viceversa.
14.Obedecer significa “aprender a escuchar y recordar que nadie puede pretender ser el poseedor de la voluntad de Dios, y que esta solo puede entenderse a través del discernimiento”.
15. La obediencia puede “ser confrontación, escucha y, en algunos casos, tensión, pero que no se rompe. Esto pide necesariamente que los sacerdotes recen por los obispos y se animen a expresar su parecer con respeto, valentía y sinceridad”.
16. Tener “humildad, capacidad de escucha, capacidad de autocrítica y de dejarse ayudar”.
17. Evitar la envidia. “Debemos hablar claro: en nuestros presbiterios existe la envidia, no todos son envidiosos, pero existe la tentación de la envidia, estemos atentos, y de la envidia a las habladurías”.
18. “No tenemos necesidad de presumir, ni mucho menos de pavonearnos o, peor aún, de asumir actitudes violentas, faltando el respeto a quien está junto a nosotros. Porque también existen formas clericales de bullying”.
19. Fomentar el amor fraterno porque es “la gran profecía que en esta sociedad del descarte estamos llamados a vivir”. En este sentido, “no se puede permitir que se crea que el amor fraterno es una utopía”,
20. “El celibato es un don que la Iglesia latina custodia, pero es un don que para ser vivido como santificación requiere relaciones sanas, vínculos de auténtica estima y genuina bondad que encuentran su raíz en Cristo. Sin amigos y sin oración el celibato puede convertirse en un peso insoportable y en un antitestimonio de la hermosura misma del sacerdocio”.
21. “Para comprender de nuevo la identidad del sacerdocio, hoy es importante vivir en estrecha relación con la vida real de la gente, junto a ella, sin ninguna vía de escape”.
22. Ser capaces de “caminar no como un juez sino como el Buen Samaritano que reconoce las heridas de su pueblo, el sufrimiento vivido en silencio, la abnegación y sacrificios de tantos padres y madres por llevar adelante sus familias, y también las consecuencias de la violencia, la corrupción y de la indiferencia que a su paso intenta silenciar toda esperanza”.
23. Ser “pastores del Pueblo y no clérigos de estado, ni profesionales de lo sagrado”, sino “pastores que sepan de compasión, de oportunidad; hombres con valentía capaces de detenerse ante el caído y tender su mano; hombres contemplativos que en la cercanía con su pueblo puedan anunciar en las llagas del mundo la fuerza operante de la Resurrección”.
24. Evitar la “clericalización del laicado, esa promoción de una pequeña élite que en torno al cura termina también por desnaturalizar su misión fundamental”.
25. Para mantener viva y fecunda la vocación es necesario permanecer cerca de Dios, cerca del obispo, cerca de los sacerdotes y cerca del Pueblo de Dios. “Estas cuatro cercanías son una buena escuela para jugar en la cancha grande a la que el sacerdote es convocado sin miedos, sin rigidez, sin reducir ni empobrecer la misión”.
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