“Instaurar todo en Cristo” fue el lema elegido por Giuseppe Melchor Sarto (1835-1914), el Papa San Pio X, al momento de su elección en 1903 y que marcaría su pontificado. Pio X asumió la sede de San Pedro tras la muerte del Papa León XIII. Pío X se abocó a la promoción de la Eucaristía entre los fieles, a quienes animó a recibirla diariamente en las circunstancias donde fuera posible.
Giuseppe Sarto nació el 2 de junio de 1835, en Riese, Italia; hijo de un cartero e integrante de una familia humilde, fue un niño que sufrió las condiciones propias en las que vivió la clase trabajadora italiana del siglo XIX. A pesar de eso, siempre fue un chico alegre, sensible e inteligente. Conforme fue creciendo, su inquieto espíritu lo iba moviendo a profundizar en su fe y vocación. Lo que más deseaba Guiseppe era amar a Dios y a los hermanos y así descubrió que Dios lo llamaba a servir como sacerdote. Recibió el orden sacerdotal a los 23 años de edad en la provincia de Treviso, Venecia (Italia).
En 1867 fue nombrado arcipreste de Salzano, un importante municipio de la diócesis de Treviso, donde restauró la iglesia, y ayudó a la ampliación y mantenimiento del hospital. A la par, también hizo posible que los estudiantes de las escuelas públicas pudieran recibir instrucción religiosa.
En noviembre de 1884 fue nombrado Obispo de Mantua, una sede muy difícil. Al asumir el cargo, su principal preocupación fue la formación del clero, por lo que empezó a trabajar en el seminario, encargándose personalmente de enseñar teología dogmática. Más tarde, para su sorpresa, el Papa León XIII lo creó Cardenal en consistorio secreto de junio de 1893, otorgándole el título de San Bernardo de las Termas. Tres días después, en consistorio público, fue preconizado Patriarca de Venecia, conservando el título de Administrador Apostólico de Mantua.
El Cardenal Sarto tuvo que esperar 18 meses para poder tomar posesión de su nueva diócesis, ya que el gobierno italiano se negaba a concederle reconocimiento oficial. Una vez erigido como Patriarca de Venecia, concentró su atención en el seminario, donde organizó la facultad de derecho canónico. Años después, ya como pontífice, hizo importantes reformas a tono con los tiempos y las necesidades de los fieles. Una de ellas la realizó mediante el decreto de la Sagrada Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos denominado “Quam Singulari” (Cuán singular). En dicho documento el Papa recomendaba que la Primera Comunión sea administrada a los niños pequeños apenas tuviesen uso de razón.
Por el quincuagésimo aniversario de la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción, Pio X publicó la encíclica “Ad diem Illum laetissimum” (Hasta aquel alegre día) en el marco del congreso mariano en el que coronó la imagen de la Inmaculada Concepción que está ubicada en la Basílica de San Pedro. A través de esta encíclica, el Papa le dio un gran impulso a la devoción a María Madre de Dios.
Durante toda su vida, San Pio X había sido un gran enamorado de la música sacra, por lo que siendo pontífice publicó un motu proprio para el empleo de la música sacra en las iglesias. Ordenó que el canto gregoriano se utilizara en todas partes y dispuso que los libros de cantos se imprimieran con el mismo tipo de fuente que se usa en el Vaticano, bajo la supervisión de una comisión especial.
En la encíclica “Acerbo nimis” (Demasiado amargo), sobre la enseñanza de la doctrina cristiana, planteó que la catequesis fuera dirigida también a los adultos, dando reglas detalladas para que esto se llevara a cabo. Además promovió la publicación de un nuevo catecismo para la diócesis de Roma. Así como cuando fue obispo, siempre preocupado de la formación de los sacerdotes, como Papa publicó la encíclica "Pieni l'animo" (Lleno el ánimo), dirigida al Episcopado italiano (1906) en donde hacía énfasis en la necesidad de tener mayor cuidado en la ordenación de sacerdotes, llamando la atención de los obispos sobre el hecho de que, entre los clérigos más jóvenes, se manifestaba cada vez con mayor frecuencia un espíritu de independencia poco compatible con la disciplina eclesiástica. También ordenó que los seminarios italianos fueran visitados frecuentemente por los obispos.
Otra de sus grandes preocupaciones fue preservar la pureza de la fe, por eso, en 1907, publicó el decreto “Lamentabili” (llamado también el “Syllabus de Pío X”), en el que 65 proposiciones modernistas fueron condenadas. La mayor parte de ellas se referían a las Sagradas Escrituras y su inspiración, la doctrina de Jesús y los apóstoles; mientras que otras se relacionaban con el dogma, los sacramentos y la primacía del Obispo de Roma.
Poco después, el 8 de Septiembre de 1907, publicó la encíclica “Pascendi Dominici gregis” (Apacentar la grey del Señor), en donde exponía y condenaba el sistema del modernismo, destacando sus peligros en relación con la filosofía, apologética, exégesis, historia, liturgia y disciplina, y muestra la contradicción entre esa corriente de pensamiento y la fe.
Como el estudio de la Biblia es importantísimo para la teología, el Papa Pío X deseaba fundar en Roma un centro especial para dichos estudios, que diera garantía de ortodoxia y valor científico. Finalmente, con el apoyo de los jesuitas, fundó el Pontificio Instituto Bíblico de Roma.
Bajo su pontificado se actualizó y completó el Código de Derecho Canónico en el que colaboraron autoridades en la materia de todo el mundo. La característica del nuevo reglamento es la completa separación de los aspectos judiciales de los administrativos; mientras que las funciones de algunos departamentos fueron determinadas con mayor precisión y sus trabajos más equilibrados. Hizo una serie de importantes cambios en la curia vaticana y publicó un motu proprio con 19 proposiciones -especialmente para la Iglesia en Italia- con las que buscó confrontar ciertas tendencias inclinadas hacia el socialismo, que promovían un espíritu de insubordinación a la autoridad eclesiástica.
En virtud de todos estos elementos, queda claro que Pío X fue un gran protector de la doctrina y disciplina católicas. La brillantez de su trabajo doctrinal fue reconocida incluso fuera de la Iglesia. A la vez, a San Pío X se le reconoce por su espíritu apostólico, la fortaleza de su carácter, la precisión de sus decisiones y el celo por la recta formación de los católicos.
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