Beatificarán a mártir de 19 años que custodió la Eucaristía y perdonó a sus asesinos

Joan Roig Diggle, joven mártir de 19 años que fue asesinado por odio a la fe en 1936 durante la Guerra Civil Española, solía ir a Misa a diario, custodió la Eucaristía ante el peligro de que fuera desacralizada y dedicó su tiempo también a evangelizar niños, será declarado beato el próximo 7 de noviembre en la Basílica de la Sagrada Familia en Barcelona.

Joan nació en Barcelona el 12 de mayo de 1917. Su padre fue Ramón Roig Fuente y su madre era Maud Diggle Puckering, una mujer originaria de Inglaterra con la que el joven hablaba en inglés.

El futuro beato estudió en un colegio de los Hermanos de La Salle de la calle Condal, y el bachillerato lo hizo con los escolapios de la calle Diputación, con la intención de estudiar para ser abogado. Tuvo como profesores a los sacerdotes Ignacio Casanovas y Francesc Carceller, que serían también mártires y beatos.

Al tiempo la familia sufrió la pobreza y se vio obligado a mudarse con su familia a Masnou. Para ayudar a solventar los gastos Joan trabajaba en un almacén de telas y también en una fábrica en Barcelona. Lo hizo mientras proseguía sus estudios.

Su testimonio ante los jóvenes

En Masnou ingresó en la Federación de Jóvenes Cristianos de Cataluña (FJCC), creada en 1932 por Albert Bonet y que llegó a contar con 8.000 miembros antes de la Guerra Civil.

Le gustaba escribir sobre cuestiones sociales en el boletín de la FJCC llamado “Mar Blava” (Mar Azul), y consiguió que le publicaran en el diario de Barcelona El Matí.

Joan Meseguer, presidente en 1936 de la rama infantil de la FJCC, escribió sobre Joan que “cuando vino a Masnou nadie lo conocía, pero muy pronto se hizo notoria su piedad y ardiente amor a la Eucaristía. Se pasaba horas ante el Santísimo sin darse cuenta. Su ejemplo convertía más que sus palabras”.

“Quería ser misionero. En un círculo de estudios celebrado pocos días antes del 18 de julio nos dijo que veríamos a Cataluña roja, pero no solo de comunismo, sino de la sangre de sus mártires, y que nos preparásemos todos, porque si Dios nos había elegido para ser uno de estos, debíamos estar dispuestos a recibir el martirio con gracia y valentía como corresponde a todo buen cristiano, y así lo hacían los primeros en las catacumbas”.

A sus amigos, en momentos de peligro les decía: “Yo no moriré sin sacramentos porque he hecho los nueve primeros viernes, y la promesa del Corazón de Jesús no falla”, algo que se cumplió el día que fue arrestado y ejecutado.

José Gili Doria, Vicario de Masnou, escribió en 1936: “Me decía un día John: 'Yo dedico normalmente al menos dos horas diarias a la vida espiritual: Misa, comunión, meditación y visita al Santísmo; es poco, pero mi trabajo y el apostolado no me dan para más'”.

Gil Doria dijo además que “cuando tras las elecciones del 16 febrero empezaron a incendiar iglesias, John me dijo que si el caso llegaba a Masnou, él no podría soportar el ver quemar nuestra iglesia; se pondría de brazos en cruz ante de la puerta, y habrían de quemarlo también antes de sacarlo de allí".

Joan fue nombrado responsable de la rama infantil de la FJCC en la que hacían parte niños entre 10 y 14 años a quienes evangelizó con celo y cariño. Iba a Misa diariamente a las 7:00 a.m. y luego tomaba el tren para ir a estudiar en Barcelona.

Asumió luego más responsabilidades en la FJCC y llegó a ser amigo del P. Pere Llumá, que fue también su director espiritual. También trabó amistad con el beato Pere Tarrés, que en esos años era un joven médico laico y vicepresidente de la FJCC.

La persecución

Uno de sus biógrafos explica que “el único motivo por el que lo mataron fue porque era católico. No tenía otras vinculaciones que la parroquia y la Federación de Jóvenes Cristianos. Murió porque no tenía miedo de defender a Cristo”. Eso habría desatado el odio contra él.

El 20 de julio de 1936, milicianos rojos quemaron la sede de la FJCC. Así se inició una feroz persecución contra los jóvenes fejocistas, como se llamaba a los miembros de esta asociación que no tenía vínculos partidarios. Se calcula que unos 300 jóvenes de esta organización fueron asesinados en Cataluña, incluyendo unos 40 sacerdotes.

Maud, la madre de Joan cuenta que en esos días su hijo “fue aliviando penas, animando a los tímidos, visitando a los heridos, buscando diariamente en los hospitales entre los muertos, para saber cuáles de los suyos habían caído asesinados”.

“Cada noche, al pie del lecho, con el crucifijo estrechado en sus manos imploraba para unos clemencia, para otros perdón, y para todos misericordia y fortaleza”.

Ante la persecución, los templos en Barcelona estaban cerrados, habían sido quemados o destruidos y no era posible asistir a Misa en ninguna iglesia.

El P. Llumá entregó al joven un copón con la Eucaristía para que pudiera dársela a los más necesitados en sus casas. En una de esas visitas, Joan Roig le dijo a la familia Rosés que ese día que estaba con ellos lo iban a matar. “Nada temo, llevo conmigo al Amo”. Dejó el Santísimo y, tras volver de su trabajo, lo recogió y lo llevó a su casa.

Algunas horas después, milicianos tocaron la puerta de su casa y Joan consumió rápidamente las hostias que custodiaba. Se abrazó a su madre y se despidió de ella en inglés, diciéndole: “God is with me” (Dios está conmigo).

La ejecución

La patrulla de las juventudes libertarias de Badalona lo llevó junto al cementerio de Santa Coloma de Gramanet. Sus últimas palabras fueron: “Que Dios os perdone como yo os perdono”.

Joan Roig fue asesinado con 5 disparos en el corazón y uno en la cabeza. Según las leyes de entonces no era considerado adulto.

Lo mataron el 11 de septiembre de 1936. Le dispararon 5 veces en el corazón y uno en la nuca. Tenía 19 años: según la legislación de la época no era aún adulto. Después de la guerra, sus restos fueron recuperados y reconocidos por las 5 heridas del pecho y la del cráneo.

Jaume Marés, tío de Joan Roig, cuando se enteró de su detención pidió ayuda a un amigo policía. Le reveló que uno de los verdugos le había hablado del muchacho: “¡Ah! Aquel chico rubio era un valiente, murió predicando. Moría diciendo que nos perdonaba y que pedía a Dios que nos perdonará. Casi nos conmovió”.

Según el Arzobispo Emérito de Mérida Badajoz, Mons. Antonio Montero Moreno, al concluir la Guerra Civil Española habían sido asesinados 4.184 sacerdotes, 2.365 frailes y 283 religiosas. El historiador Vicente Cárcel Ortí refiere que los laicos asesinados fueron unos 3.000 y 10.000 miembros de organizaciones de la Iglesia, entre estos 13 obispos.

Varias décadas después de la muerte de Joan Roig, la Federación de Cristianos de Cataluña y la Asociación de Amigos de Joan Roig promovieron su causa de beatificación.

Sus restos mortales reposan en una capilla en la parroquia de San Pere de Masnou. El Cardenal Ricard Maria Carles clausuró la fase diocesana del proceso de beatificación en 2001 y la envió al Vaticano.

El 2 de octubre el Papa Francisco aprobó el decreto que reconoce el martirio de Joan Roig, que será beatificado el sábado 7 de noviembre en Barcelona.

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