“Estamos perdiendo dignidad y credibilidad”, dijo el Cardenal Zen en entrevista concedida a CNA –agencia en inglés del Grupo ACI– y agregó que el silencio de la Iglesia sobre los abusos de los derechos humanos por parte del régimen comunista, incluida la detención de más de un millón de uigures musulmanes en una red de campos de concentración en la provincia de Xinjiang, está dañando la capacidad de jugar un papel en la formación del futuro del país.
“El silencio rotundo dañará la obra de evangelización. Mañana, cuando la gente se reúna para planificar la nueva China, es posible que la Iglesia Católica no sea bienvenida”, dijo.
Mientras los cardenales Zen, Charles Muang Bo de Birmania e Ignatius Suharyo de Indonesia han denunciado repetidamente las violaciones de derechos humanos de China, el Vaticano, incluido el Papa Francisco, ha permanecido en silencio sobre lo que los grupos de derechos humanos han llamado un “genocidio” y una campaña de “limpieza étnica” contra los uigures, mientras continúan las conversaciones diplomáticas sobre el futuro del acuerdo entre China y la Santa Sede.
En las últimas semanas, tanto el Vaticano como el gobierno chino han manifestado su intención de extender el acuerdo de 2018, que estaba destinado a unificar a los 12 millones de católicos del país, divididos entre la Iglesia clandestina y la Asociación Patriótica Católica China (CPCA por sus siglas en inglés) administrada por el régimen comunista. El acuerdo, cuyo contenido no se ha hecho público, sirve para el nombramiento de obispos en el país asiático.
Si bien el Cardenal Zen dice que hay una falta de progreso visible en la tolerancia comunista hacia los católicos clandestinos o en la designación de obispos, el Cardenal Pietro Parolin, Secretario de Estado del Vaticano, dijo la semana pasada que las negociaciones continuaron para “normalizar” la vida de la Iglesia en China.
“Con China, nuestro interés actual es normalizar al máximo la vida de la Iglesia, para que la Iglesia pueda vivir una vida normal, algo que para la Iglesia Católica significa tener relaciones con la Santa Sede y con el Papa”, dijo el Cardenal Parolin el 14 de septiembre.
Zhao Lijian, portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de China, dijo en una conferencia de prensa el 10 de septiembre que “con los esfuerzos concertados de ambas partes, el acuerdo interino sobre el nombramiento de obispos entre China y el Vaticano se ha implementado con éxito desde que fue firmado hace unos dos años”.
Los partidarios del acuerdo dicen que este ha evitado ordenaciones episcopales inválidas y ha comenzado a normalizar el estatus legal de los creyentes católicos, en un momento en que los seguidores de organizaciones religiosas ilícitas son perseguidos en China.
El Cardenal Zen no es el único experto que critica el acuerdo del Vaticano con Beijing. El viernes, el Secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo, pidió a la Santa Sede que asuma un papel más destacado en la oposición y denuncia de los abusos de derechos humanos por parte del gobierno chino.
“Lo que la Iglesia enseña al mundo sobre la libertad religiosa y la solidaridad ahora debe ser transmitido de manera contundente y persistente por el Vaticano frente a los incansables esfuerzos del Partido Comunista Chino para doblegar a todas las comunidades religiosas a la voluntad del Partido y su programa totalitario”, escribió Pompeo el viernes en First Things.
“Dos años después, está claro que el acuerdo entre China y el Vaticano no ha protegido a los católicos de las depredaciones del Partido, por no hablar del horrible trato que el Partido ha dado a los cristianos, los budistas tibetanos, los devotos de Falun Gong y otros creyentes religiosos”, agregó Pompeo.
La autoridad estadounidense señaló que “como parte del acuerdo de 2018, el Vaticano legitimó a los sacerdotes y obispos chinos cuyas lealtades siguen sin estar claras. Mientras tanto las autoridades comunistas continúan cerrando iglesias, espiando y hostigando a los fieles e insisten en que el Partido es la máxima autoridad en asuntos religiosos”, comentó
El Cardenal Zen dijo a CNA que, en su opinión, hay pocas razones para esperar que una extensión produzca un progreso hacia los objetivos declarados del Cardenal Parolin. Además, dijo que tenía pocas esperanzas de que un acuerdo renovado entre el Vaticano y China asegure el futuro de los católicos chinos, “a menos que el régimen colapse”.
El Obispo Emérito de Hong Kong criticó especialmente la aceptación del Vaticano de la CPCA, que opera bajo el control directo del Partido Comunista Chino. Muchos obispos y sacerdotes se han negado a cooperar con la CPCA, y acusan a Beijing de pedirles que firmen documentos reconociendo la enseñanza comunista y la supremacía del partido sobre los asuntos de la Iglesia, atestaciones que van en contra de la doctrina católica con respecto a la primacía del Papa.
Si bien algunos expertos han enfatizado que los sacerdotes pueden aceptar el trato con cierta reserva mental, el Cardenal Zen dijo que el status no es satisfactorio.
Expresando su oposición a los requisitos del Partido Comunista para los clérigos católicos, el Purpurado chino ofreció su evaluación de la situación: “Parolin está llamando ‘católica’ a una Iglesia cismática unida, que él ha producido”.
El clero que se niega a someterse a la supervisión comunista continúa siendo arrestado y encarcelado, los edificios de las iglesias son demolidos con regularidad y los funcionarios del gobierno han ofrecido recompensas de miles de dólares para que las personas denuncien a los fieles cristianos clandestinos.
En Hong Kong, la diócesis que el Cardenal Zen dirigió hasta 2009, el gobierno continental impuso una nueva y amplia Ley de Seguridad Nacional, que criminaliza las libertades civiles, previamente protegidas, bajo los títulos de “sedición” y “colusión extranjera”.
Antes de la implementación de la ley, muchos católicos, incluido el Cardenal Zen, advirtieron que podría usarse para silenciar a la Iglesia local, aunque la norma fue defendida por el Cardenal John Tong Hon, sucesor de Zen en la diócesis, quien actualmente se desempeña como administrador apostólico.
Desde que la ley entró en vigor el 1 de julio, varios destacados activistas y periodistas a favor de la democracia, muchos de ellos católicos, fueron detenidos.
El Cardenal Zen comentó que los católicos arrestados bajo las disposiciones de la nueva ley, como Jimmy Lai, Agnes Chow y Martin Lee, estaban “simplemente poniendo en práctica la enseñanza social de la Iglesia”.
El Cardenal chino advirtió anteriormente que una represión de la libertad religiosa en Hong Kong por parte del gobierno continental podría hacer que la diócesis, que ha disfrutado de una libertad relativa en comparación con las diócesis del continente desde el traspaso del Reino Unido en 1997, esté sujeta a las mismas restricciones que los católicos en el continente.
“Ya estamos en esa situación”, lamentó Zen.
Recientemente, el Cardenal Tong ordenó a las escuelas católicas y al clero que se abstuvieran de abordar cuestiones políticas polémicas en las aulas y homilías y, en cambio, “fomenten los valores correctos sobre la identidad nacional”.
El Cardenal Tong también intervino para evitar que un grupo católico de la diócesis publicara en los periódicos locales una oración por las libertades democráticas en Hong Kong.
El Cardenal Zen dijo que si bien entendía lo complejo de la situación, “esta actitud servil me entristece mucho”. El Purpurado aseguró que la unidad entre todos los habitantes de Hong Kong es necesaria para que haya esperanza de resistencia a la creciente represión comunista.
“La sociedad está lacerada. La división y el contraste está en todas partes: en las familias, en el lugar de trabajo, obviamente también entre los profesores y los padres de los alumnos. ¿Estamos obligados a aceptar la posición del Gobierno, cuando imponen una ley injusta a la comunidad?”, preguntó.
“Cuando llegue el día en que nuestros profesores solo deban enseñar lo que el Gobierno les manda enseñar, contra la verdad y la justicia, tal vez no nos quede más remedio que declarar públicamente que la escuela ya no puede llamarse católica, porque ya no somos responsables de ello”, agregó.
Cuando se le preguntó si veía alguna posibilidad de mejora para la Iglesia local como resultado de las negociaciones del Vaticano con el actual gobierno comunista, Zen respondió simplemente:“No”.
“¿Hay alguna opción entre ayudar al gobierno a destruir la Iglesia o resistir al gobierno para mantener nuestra fe?”, cuestionó finalmente el Purpurado.
Traducido y adaptado por Diego López Marina. Publicado originalmente en CNA.
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