Lamentablemente, en la actualidad en la Basílica no se conservan ninguna de las Rosas donadas por los dos Pontífices. Es una posibilidad que se hayan perdido con la invasión napoleónica de los Estados Pontificios, ocurrida en 1797.
A partir del siglo XIII, los Pontífices entregaron la Rosa de Oro como una expresión de gratitud, acogida y hospitalidad. Además, como forma de agradecimiento y reconocimiento fue donada por los Papas a lo largo de los siglos siguientes a importantes soberanas o reinas.
La primera reina en recibir una fue Isabel de Castilla, en 1493, otorgada por el Papa Inocencio VIII. Más adelante recibió una rosa María Estuardo de Escocia, a instancias de Pío IV, en 1555.
Se trataba de mujeres especialmente comprometidas con la defensa y los valores de la Iglesia Católica. Sin embargo, también se obsequió estas rosas a ciertas ciudades que habían luchado en defensa de la fe.
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