Son tentaciones que se disfrazan de fidelidad a la tradición, pero a menudo, más que respuestas al Espíritu, son reacciones a las insatisfacciones personales. Sin embargo, la creatividad pastoral, el ser audaces en el Espíritu, ardientes de su fuego misionero, es prueba de fidelidad a Él. Por eso he escrito que “Jesucristo también puede romper los esquemas aburridos en los cuales pretendemos encerrarlo y nos sorprende con su constante creatividad divina. Cada vez que intentamos volver a la fuente y recuperar la frescura original del Evangelio, brotan nuevos caminos, métodos creativos, otras formas de expresión, signos más elocuentes, palabras cargadas de renovado significado para el mundo actual” (Evangelii gaudium, 11).
Creatividad, por tanto; y después sencillez, precisamente porque el Espíritu nos lleva a la fuente, al “primer anuncio”. De hecho, es “el fuego del Espíritu que […] nos hace creer en Jesucristo, que con su muerte y resurrección nos revela y nos comunica la misericordia infinita del Padre” (ivi, 164). Este es el primer anuncio, que “debe ocupar el centro de la actividad evangelizadora y de todo intento de renovación eclesial”; para repetir: “Jesucristo te ama, dio su vida para salvarte, y ahora está vivo a tu lado cada día, para iluminarte, para fortalecerte, para liberarte” (ibid).
Hermanos y hermanas, dejémonos cautivar por el Espíritu Santo e invoquémoslo cada día: sea Él el principio de nuestro ser y de nuestro obrar; sea el inicio de toda actividad, encuentro, reunión y anuncio. Él vivifica y rejuvenece la Iglesia: con Él no debemos temer, porque Él, que es la armonía, mantiene siempre creatividad y sencillez juntas, suscita la comunión y envía en misión,abre a la diversidad y reconduce a la unidad. Él es nuestra fuerza, el aliento de nuestro anuncio, la fuente del celo apostólico. ¡Ven, Espíritu Santo!
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