Hoy se celebra la conversión y el bautismo de San Agustín, obispo, doctor y Padre de la Iglesia que es además patrono de los que buscan a Dios.
“En este día en el que celebramos la conversión y el Bautismo de nuestro padre San Agustín, de quien todos nos sentimos discípulos e hijos, deseamos compartir aún más fuertemente su propia experiencia: don grande y precioso que nos lleva a la verdad, nos fortalece en el amor y nos ayuda a vivir en libertad”, escribió el P. Alejandro Moral Antón OSA, prior general de la orden de San Agustín.
San Agustín fue un brillante orador, filósofo y teólogo, autor de célebres textos de teología y filosofía, entre los que se encuentran las “Confesiones” y "La ciudad de Dios".
“Ayudémonos mutuamente para que al llegar al culmen de nuestro camino de conversión y de descubrimiento del inmenso amor de Dios podamos exclamar también nosotros, con la misma alegría y persuasión de nuestro padre Agustín: ‘Ahora te amo solo a ti, a ti solo sigo y busco, a ti solo estoy dispuesto a servir’”, dice el P. Moral en su mensaje.
“Con la esperanza de que todos nosotros podamos reconocer en nuestra cotidianidad la belleza ‘tan antigua y tan nueva’ de Dios y de sus obras, os bendigo invocando sobre nuestra orden la intercesión de San Agustín y la amorosa protección de María, a quien celebramos en estos días con el bonito título agustiniano de Madre del Buen Consejo”, concluye el prior general.
San Agustín de Hipona nació el 13 de noviembre del año 354 en la ciudad de Tagaste, ubicada al norte de África (actual Argelia). Su madre, Santa Mónica, nunca dejó de rezar por su conversión.
Durante su juventud, Agustín se entregó a una vida libertina e inmoral, dada a los placeres mundanos. Convivió con una mujer durante 14 años, con la que tuvo un hijo de nombre Adeodato, que murió siendo joven.
Un día, cuando Agustín estaba en un jardín, sumido en una profunda melancolía, escuchó la voz de un niño que le decía: "Toma y lee; toma y lee". El santo abrió, como al azar, una biblia que tenía al lado. Se encontró con el capítulo 13 de la carta de San Pablo a los romanos que decía:
"Nada de comilonas ni borracheras; nada de lujurias y desenfrenos...revestíos más bien del Señor Jesucristo y no os preocupéis de la carne para satisfacer sus concupiscencias" (Rom 13,13-14). Aquel texto afianzó su proceso de conversión y desde ese momento resolvió permanecer casto y entregar su vida a Cristo.
En el año 387, Agustín fue bautizado a los 33 años, junto a su hijo. Siempre consideró que su conversión fue tardía y que desperdició buena parte de su vida buscando lo más grande en cosas que son pura apariencia.
Gobernó la diócesis de Hipona durante 34 años, empleando sus dotes intelectuales y espirituales para atender las necesidades del rebaño que Dios le había encomendado.
Combatió las herejías de su tiempo, debatió contra las corrientes contrarias a la fe, acudió a varios concilios de obispos en África y viajó constantemente predicando el Evangelio.
La entrega a su labor episcopal le forjara un gran prestigio dentro y fuera de la Iglesia, especialmente por su lucidez, valor y sabiduría.
En agosto del 430 se enfermó y el día 28 de ese mes falleció. Por esa razón la Iglesia celebra su fiesta cada 28 de agosto.
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