Este miércoles 20 de abril, el Papa Francisco presidió la Audiencia General ante una Plaza de San Pedro abarrotada de fieles y decorada todavía con las flores de Pascua, desde donde pidió “no dejar solos a los ancianos”.
El Papa retomó su serie de catequesis sobre la vejez, centrándose este miércoles sobre el cuarto mandamiento: “Honra a tu padre y a tu madre”.
Según explicó el Papa Francisco, este mandamiento “no se refiere solamente a los padres biológicos, sino al respeto y el cuidado que se debe procurar a las generaciones que nos preceden, es decir, a todas las personas mayores”.
Para el Santo Padre, la fragilidad de la edad anciana puede ser la consecuencia “de un desconcierto, desánimo, de la pérdida o del abandono”. Ante esta situación de debilidad, el Papa animó a no “descartar” ni excluir a los ancianos, e invitó a los fieles a acoger su fragilidad.
Honrar para reconocer la dignidad
“La revelación abre un camino para una restitución diferente del amor: es el camino de honrar a quien nos ha precedido. La vida de honrar a las personas que nos han precedido, y de aquí honrar a los ancianos”, dijo el Pontífice.
A continuación, el Papa defendió que “nosotros hemos recibido el amor de nuestros padres, de nuestros abuelos, y ahora nosotros restituimos este amor a ellos, a los ancianos, a los abuelos”, al mismo tiempo que explicó que “honrar a los ancianos es reconocer la dignidad que tienen”.
El Santo Padre lamentó también que muchas veces la debilidad de los ancianos es “reprochada, incluso castigada, como si fuera una culpa”, algo que puede suceder incluso “entre las paredes domésticas, en las residencias o en los espacios abiertos de la ciudad”.
“Este desprecio, que deshonra al anciano, en realidad nos deshonra a todos nosotros. Si yo deshonro al anciano, me deshonro a mi mismo”, afirmó el Papa.
Cubrir la debilidad de los mayores
Centrándose en un pasaje de la historia de Noé, Francisco destacó la importancia de “cubrir las debilidades del anciano para que no tengan vergüenza”.
“El viejo Noé, héroe del diluvio y todavía gran trabajador, yace descompuesto después de haber bebido algún vaso de más. El anciano ha bebido demasiado. Los hijos, por no hacerle despertar en la vergüenza, lo cubren con delicadeza, con la mirada baja, con gran respeto. Este texto es muy bonito y dice todo del honor debido al anciano”, señaló el Papa.
Acercar a los jóvenes a los ancianos
Más tarde, el Papa se dirigió a los padres y les aconsejó acercar a los hijos a los ancianos. “ Que sepan que esta es nuestra carne, que esto sea lo que ha hecho posible que nosotros estemos aquí”.
“Por favor, no alejéis a los ancianos, y si no hay otra posibilidad que enviarles a una residencia, por favor ir a verles y llevar a los niños a verles. Son el honor de nuestra civilización, los ancianos que han abierto las puertas, y muchas veces los hijos se olvidan de esto”.
Además, el Papa contó ante los fieles de la plaza de San Pedro una historia personal que le ocurrió cuando iba a visitar las residencias de ancianos en Buenos Aires.
“Recuerdo una vez que pregunté a una señora cuántos hijos tenía. Me dijo que tenía cuatro, todos casados con hijos, y comenzó a hablarme de su familia. Le pregunté si ellos venían y me dijo que sí, que iban siempre”, explicó el Papa.
“Cuando salí de la habitación, la enfermera que había escuchado me dijo: ‘Padre, ha dicho una mentira para cubrir a sus hijos. Desde hace seis meses no viene nadie’”, dijo a continuación.
“Esto es descartar a los ancianos y pensar que son material de descarte. Por favor, es un pecado grave. Este mandamiento de honrar a los ancianos nos da una bendición, que se expresa en este modo de tener una larga vida”, defendió.
Por último, el Papa pidió “cuidar a los ancianos porque son la presencia de la historia”. “Gracias a ti, abuelo y abuela, yo estoy vivo. Por favor, no los dejéis solos”, concluyó el Papa.
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