14 de julio de 2023 / 12:01 a. m.
Cada 14 de julio la Iglesia Católica en Estados Unidos celebra a Santa Catalina (“Kateri”) Tekakwitha, la primera santa piel roja y, por lo tanto, la primera mujer perteneciente a los pueblos originarios de ese país en llegar a los altares. Catalina es “Patrona de la naturaleza y de la ecología” junto a San Francisco de Asís.
En el resto del mundo su fiesta se celebra el 17 de abril.
Víctima de la enfermedad
Kateri Tekakwitha nació en Auriesville, Nueva York (Estados Unidos), en 1656. Su madre era una cristiana perteneciente a la tribu algonquina, quien había sido capturada por los iroqueses -miembros de la confederación de las cinco naciones nativas americanas- y posteriormente liberada por un jefe tribal Mohawk, quien sería su esposo y padre de Kateri.
A los cuatros años, Kateri pierde a sus padres y a su hermano, a causa de una epidemia de viruela. Kateri también se contagió, pero a diferencia de sus familiares, ella logró sobrevivir. A pesar de superar la enfermedad, Kateri quedó con graves secuelas: el rostro desfigurado y la vista seriamente dañada. Sin familia inmediata, la santa queda a cargo de sus tíos.
Al cumplir los 11 años, Kateri conoció la fe cristiana gracias a los misioneros jesuitas que llegaron a su pueblo, acompañando a los diputados mohicanos que firmarían la paz con los franceses.
Rechazada por todos, amada por Cristo
Si bien aceptó la fe rápidamente, Kateri pidió bautizarse recién a los 20 años. Por haberse hecho cristiana tuvo que enfrentar la oposición de su familia y sufrir el rechazo de su gente. Fue tal la hostilidad de los suyos que tuvo que huir e integrarse a las comunidades cristianas de Canadá. Perseguida para darle muerte, caminó alrededor de 320 km (200 millas) a través del bosque y las montañas, hasta que pudo llegar a Sault Ste. Marie, el pueblo cristiano que la acogió en 1677, ubicado cerca de Montreal.
Alejada de su tierra, “Catalina” -nombre cristiano que adoptó- recibió la Primera Comunión el día de Navidad. Ese mismo día se consagró a Jesús haciendo voto de castidad. Catalina quería responder con su entrega a todo el amor que recibía del cielo y que sobrepasaba cualquier cosa que hubiese conocido.
La belleza de la creación
Catalina llevó una vida de oración, de cercanía con la Eucaristía y de permanecer horas frente al Santísimo Sacramento; sirvió a sus hermanos en la fe y vivió en armonía con la naturaleza que la rodeaba -algo que aprendió en medio de su pueblo, pero que se plenificó una vez que reconoció que Dios, su creador, también estaba allí presente, en la belleza del mundo natural-.
“El lirio de los Mohawks”
Santa Catalina Tekakwitha partió a la Casa del Padre el 17 de abril de 1680 a los 24 años, durante la Semana Santa de ese año. Sus últimas palabras fueron: “¡Jesús, te amo!”.
Rápidamente la joven suscitó la devoción y el cariño entre los nativos americanos, así como entre los inmigrantes europeos católicos. Por eso, muchos empezaron a peregrinar a Caughnawaga, lugar en el que se depositaron sus restos.
Las cicatrices que la santa tenía en el rostro desaparecieron tras su muerte y muchos de los enfermos que asistieron a su funeral se curaron milagrosamente. En 1884, el P. Clarence Walworth mandó erigir, en honor a ella, un monumento al lado de la sepultura de Catalina, a la que llaman cariñosamente “el lirio de los Mohawks”.
Catalina Tekakwitha fue beatificada por San Juan Pablo II en 1980 y canonizada por el Papa Benedicto XVI en octubre de 2012.
¡Querida Catalina, intercede por los pueblos de América!
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