7 de marzo de 2023 / 12:01 a. m.
Cada 7 de marzo, la Iglesia universal celebra a las santas Perpetua y Felicidad, mártires de la fe en Jesucristo, ambas nacidas en Cartago, ciudad del norte de África anexada al Imperio, en el siglo II.
Estas extraordinarias mujeres entregaron la vida con valor inusitado, ese que aparece cuando la fe y el amor son profundos. Ellas dieron testimonio patente de que la confianza en Dios es capaz de suscitar auténticas hazañas por amor.
Por eso, en memoria de su sacrificio, conseguido mientras ejercían el don de la maternidad, también honramos y pedimos por todas las madres del mundo. Convocadas al martirio, estando en una situación de absoluta vulnerabilidad, se aferraron a la Gracia divina y vencieron al dolor y la muerte. Con ellas, la Iglesia exclama “¡Dónde está, muerte, tu victoria!” (1 Corintios 15, 55).
Patronazgos: en la memoria constante de la Iglesia
Todos hemos escuchado los nombres de Perpetua y Felicidad: con seguridad lo hemos hecho cada vez que asistimos a Misa y se ha leído la Plegaria Eucarística No. 1 del Canon Romano, o cuando cantamos las Letanías de los Santos. No obstante, lo que solemos saber sobre ellas es poco o nada.
Perpetua y Felicidad son patronas de las madres, particularmente de dos modos: Felicidad lo es de las madres embarazadas que dan a luz en condiciones difíciles, y, Perpetua, de las madres lactantes. Las razones estriban en lo siguiente: Felicidad se encontraba embarazada cuando fue apresada, y Perpetua era madre de un bebé lactante. Su delito fue ser cristianas.
Sierva y señora, hermanas en Cristo
Perpetua fue una joven perteneciente a una familia rica e influyente de Cartago; se había convertido al cristianismo gracias a la predicación de un santo diácono de nombre Saturo. Acusada ante las autoridades imperiales de profesar el cristianismo, fue arrestada junto con su esclava Felicidad (Felícitas) y otras tres personas más, todas sirvientes de su casa.
Felicidad, aún teniendo la condición de esclava, era cercana en edad a Perpetua y había entablado con ella una auténtica amistad. La conversión de su señora le abrió también a ella las puertas del conocimiento de Cristo. A través de Perpetua, Felicidad conoció el amor de Dios y el sentido de la verdadera libertad. Las dos conversas trascendieron la diferencia social y llegaron a reconocerse como hermanas, hijas de un mismo Padre celestial.
El martirio
Los días de la acusación a Perpetua y Felicidad eran los de la persecución organizada por el emperador Septimio Severo. Ambas comparecieron ante el gobernador de Cartago, amigo del padre de Perpetua. Este, en consideración a dicha amistad, intentó disuadirlas de abrazar el cristianismo y animarlas a que adorasen a los dioses romanos.
Perpetua y Felicidad se rehusaron a tal sometimiento y fueron condenadas a morir en el anfiteatro.
(El artículo continúa después)
De acuerdo a las actas de Perpetua y Felicidad, la denominada Passio (La pasión de las mártires Perpetua y Felicidad), ambas fueron arrojadas primero a las fieras -un grupo numeroso de vacas salvajes- para que mueran al golpes; sin embargo, las bestias no lograron acabar con ellas.
Después, heridas y agotadas, se acercaron la una a la otra, se dieron el beso de la paz en Cristo, y fueron sujetadas para ser decapitadas a manos de los verdugos.
La tradición recoge la escena según la cual, Felicidad murió de un certero tajo en el cuello, mientras que Perpetua, ante el yerro del verdugo, tuvo que ser rematada en la garganta, a pedido e indicación de la propia santa. El hecho se ha convertido en símbolo de valor y entrega generosa. El martirio tuvo lugar hacia el año 202.
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Si quieres saber más sobre estas santas, visita el artículo de la Enciclopedia Católica: https://ec.aciprensa.com/wiki/Santas_Felicidad_y_Perpetua.
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