Hoy celebramos a San Olegario, el arzobispo que no temió a los retos apostólicos

6 de marzo de 2023 / 12:01 a. m.

Hoy, 6 de marzo, la Iglesia celebra a San Olegario (1060 - 1137), quien fuera obispo de Barcelona y arzobispo de Tarragona. Insigne orador, estimado por sus contemporáneos, se desempeñó como organizador eclesial y prudente administrador. Trabajó incansablemente por fortalecer la religiosidad de su pueblo y la presencia de la Iglesia en la vida cotidiana de sus fieles.

Olegario nació en 1060, en el seno de una familia importante de Barcelona, vinculada a la nobleza. Su padre fue mayordomo y secretario del conde de Barcelona, Ramón Berenguer I. Su madre, Guilia, era descendiente de la nobleza goda. Aún pequeño, con solo 10 años, fue encomendado por sus padres a la catedral de Santa Cruz de la Ciudad Condal, para que recibiera educación.

Años más tarde -ya como presbítero- formaría parte del gremio de canónigos de la catedral de Barcelona, así como de San Adrián de Besós y Sant Rufo de Aviñón.

Administrador sin miedos

San Olegario es nombrado obispo de Barcelona en 1116, en tiempos del mandato de Ramón Berenguer III, bajo el pontificado del Papa Pascual II. En 1117 visitó la ciudad de Roma con el propósito de encontrarse con el recientemente nombrado Papa Gelasio II y prometer obediencia.

Durante la reconquista de Tarragona, en manos de los árabes desde inicios del s. VIII, fue investido arzobispo de esa región, sin dejar la sede de Barcelona. Fueron días en los que un inmenso peso cayó sobre sus hombros y en los que se aferró al Señor piadosamente.

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Sin que mediara descanso -era metropolitano eclesial con plenos derechos-, se le nombró también administrador eclesiástico de los territorios de la diócesis de Tortosa, jurisdicción golpeada por la ocupación árabe.

Santidad en la política

El Arzobispo de Tarragona fue hombre de Dios y también hombre de su tiempo. Donde Dios lo envió, allí fue, siempre confiado en su Amor infinito. Por su nobleza de carácter se ganó el aprecio de figuras importantes e influyentes, incluyendo, por supuesto, las políticas.

Tanto Ramón Berenguer III y Ramón Berenguer IV lo tuvieron por consejero y colaborador. Siempre supo reconocer con sabiduría la importancia de los límites entre el poder civil y el eclesiástico; sin caer en las trampas de la mutua exclusión o en el error de la confusión entre fueros.

Desde su sede, Olegario contribuyó, en ese sentido, a la renovación de la Iglesia y el fortalecimiento de su independencia. Eso lo convirtió en figura importante del mundo medieval cristiano.

Olegario, hizo las veces de mediador, cuando así fue requerido. En diciembre de 1134, al lado de otros personajes civiles y eclesiásticos, arribó a Zaragoza y consiguió un acuerdo de paz entre el rey Ramiro II de Aragón y Alfonso VII de Castilla.

(El artículo continúa después)

Unido al pueblo, unido a la jerarquía

San Olegario tomó parte en varios concilios: Tolosa, Reims, el I de Letrán (noveno de los ecuménicos). Fue enviado más tarde por el Papa Inocencio II al segundo Concilio de Letrán, al que también asistió San Bernardo de Claraval. La presentación de los argumentos en contra del antipapa Anacleto estuvieron a su cargo. Se dice que fue tal la elocuencia del santo que el voto de condena (excomunión) fue unánime.

Veneración

El arzobispo murió en Barcelona el 6 de marzo de 1137 y fue canonizado siglos después por el Papa Clemente X, en 1675.

Su cuerpo incorrupto descansa en una cámara de la Catedral de Barcelona, dentro de la capilla del Cristo de Lepanto, hasta el día de hoy. Cada 6 de marzo dicha cámara es abierta al público y puede contemplarse el cuerpo del santo a través de la urna de cristal.

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