Obispo comparte su experiencia de haber estado enfermo de COVID-19

El Obispo de Reconquista (Argentina), Mons. Ángel José Macín, compartió una reflexión sobre el tiempo que estuvo enfermo de COVID-19, un periodo en el que experimentó un camino de “extraña y desconocida solidaridad”.

Mons. Macín publicó la reflexión el 16 de agosto de 2021, fiesta de San Roque, intercesor ante las epidemias y enfermedades, y luego de haberse contagiado y recuperado de COVID-19.

“La enfermedad es un viaje, un viaje a lo desconocido. Cada enfermedad es así. Pero no es un viaje cualquiera. Hay que dejarse llevar por lugares desconocidos y eso cuesta bastante. Hay que estar abiertos a las sorpresas, agradables y desagradables. Aceptar los momentos más tranquilos y los momentos un poco más duros”, expresó Mons. Macín.

El Obispo de Reconquista recordó que en el camino de la enfermedad “no estamos solos”, porque “de un modo indirecto, siempre hay gente que está velando por nosotros” y también está “poblado de rostros y de personas que sufren”.

“Hay una solidaridad de fondo en todo eso. También hay infinidad de rostros que te acompañan, visibles e invisibles”, aseguró.

En ese sentido, “para quien tiene fe en Dios, la presencia del Señor se experimenta de un modo particularmente intenso. No es fácil describir esta vivencia”, sostuvo Mons. Macín.

“Muy lentamente, si se deja actuar a esa presencia que habita nuestra soledad, se va abriendo paso una extraña sensación de gracia, de elección, de oportunidad. Puede parecer una atrocidad lo que estoy diciendo, pero creo que es así. Alguno puede pensar: estoy con esta situación, pero quizá me he librado de otra”.

En la enfermedad del COVID-19, “es cierto que el comienzo y el transcurrir de los días está muy lejos de ser una vivencia placentera”. “Por momentos, aparece la queja y el malestar”. “No se sabe a ciencia cierta cómo será la evolución de los días que siguen”, aseguró el Obispo.

“A partir de entonces todo el panorama cambia de un solo golpe. Las cosas que parecían imprescindibles y urgentes, ya no lo son. Me ha pasado de sentirme extrañamente ensimismado, con la mente en blanco o imaginando diversos escenarios”.

Luego de “reaccionar” “pude ordenar mínimamente los sentimientos y dejarme llevar por la mano de otros. ¡Qué difícil es esto! ¡Cómo ha calado hondo la autosuficiencia en nosotros!”.

Mons. Macín dijo que “no hay certezas, no hay recetas claras para seguir” y “con el paso de los días” el “transcurrir del tiempo se hizo más llevadero” ya que, en su caso, “el impacto del virus no fue intenso”.

“Apenas alcanzo a imaginar lo que habrán sentido o estarán sintiendo aquellos que han tenido síntomas fuertes o que fueron desmejorando con el paso de los días. Entiendo que solamente alguien con una experiencia de este tipo puede narrar algo de lo vivido. Lo demás es inefable”, afirmó.

“Quien visita el país de la enfermedad comienza a percibir una extraña y desconocida solidaridad entre quienes están sufriendo y, a notar que el sufrimiento propio, no soportado simplemente, sino asumido y ofrecido por los otros, adquiere otra dimensión, otro talante”.

“Entonces asoma otra lógica. Todos estamos enfermos de alguna manera. Todos necesitamos de los otros, de su compañía, pero sobre todo de la ofrenda de su existencia. El camino es la solidaridad en el dolor”.

Mons. Macín explicó que la pandemia “no es fruto de un castigo de Dios, aunque Él, en su providencia, permita la autonomía de la naturaleza y la libertad humana, nos ayude a sobrellevar las pruebas y nos acompañe y resuelva finalmente nuestro drama”.

“Pero también nuestra fe en Jesús de Nazaret nos mueve a reconocer que necesitamos cultivar, junto al cuidado y la solidaridad, una actitud profética y crítica en torno al mal”.

“Precisamente porque Cristo vino para liberarnos del mal. Sus milagros son testimonio de eso. Aunque sepamos que el fondo de todos los sufrimientos está en el misterio de la iniquidad, y de eso solamente nos puede librar el Señor, no significa que la propuesta del Evangelio sea resignación y apatía”, afirmó.

En ese sentido, Mons. Macín alentó a “unir fuerzas para erradicar la pandemia y todas sus consecuencias, para quitar la injusticia e inequidad, la corrupción y las mentiras que se tejen en su entorno. Es necesario ‘blanquear la pandemia’ y con un gran respeto a la creación, hacer todo lo que está a nuestro alcance para que no haya muerto tanta gente en vano”, concluyó.

Lea la reflexión completa AQUÍ.

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