Comentario a la liturgia dominical

Domingo 10 del Tiempo Ordinario     Ciclo B     Textos: Gn 3, 9-15; 2 Co 4, 13-5, 1; Mc 3, 20-35

Brasilia, 04 de junio de 2015 (ZENIT.org) Antonio Rivero | 0 hits

P. Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor y director espiritual en el seminario diocesano Maria Mater Ecclesiae de são Paulo (Brasil).

Idea principal: el demonio existe.

Síntesis del mensaje:  Así habló el Papa Pablo VI del diablo: «Una potencia hostil ha intervenido. Su nombre es el diablo, ese ser misterioso del que San Pedro habla en su primera Carta. ¿Cuántas veces, en el Evangelio, Cristo nos habla de este enemigo de los hombres? Nosotros creemos que un ser preternatural ha venido al mundo precisamente para turbar la paz, para ahogar los frutos del Concilio ecuménico, y para impedir a la Iglesia cantar su alegría por haber retomado plenamente conciencia de ella misma. Nosotros sabemos que este ser oscuro y perturbador existe verdaderamente y que está actuando de continuo con una astucia traidora. Es el enemigo oculto que siembra el error y la desgracia en la historia de la humanidad. Es el seductor pérfido y taimado que sabe insinuarse en nosotros por los sentidos, la imaginación, la concupiscencia, la lógica utópica, las relaciones sociales desordenadas, para introducir en nuestros actos desviaciones muy nocivas y que, sin embargo, parecen corresponder a nuestras estructuras físicas o psíquicas o a nuestras aspiraciones profundas» (29 de junio de 1972, noveno aniversario de su coronación).

 

Puntos de la idea principal:

En primer lugar, el demonio existe…y si no, preguntemos a Adán y Eva (1ª lectura). Él fue el causante de que nuestros primeros padres fallasen a Dios, le desobedeciesen. El demonio les inoculó el veneno de la soberbia y rebeldía, para ser autónomos y no depender de nadie. Satanás les tocó el talón de Aquiles “ser como dioses”, es decir, sin tener que dar cuenta a nadie, ser autosuficientes, dueños de sí mismos. El proceso que el tentador siguió con ellos fue así: entró en diálogo con ellos, les inoculó la duda de la bondad de Dios, les presentó el mal como bien y ellos cedieron, cegados por la soberbia, lastimando y ofendiendo a Dios Creador y Padre. Y después que cedieron a la tentación no asumieron su responsabilidad culpando al otro. Dios, triste, tuvo que imponer su pena a nuestros primeros para que recapacitasen de la gravedad del pecado.

En segundo lugar, el demonio existe…y si no, preguntemos a Cristo que tuvo que lidiar con él toda su vida terrena. Jesús habló de Satanás varias veces. Pero sobre todo, tuvo que luchar contra él. Al inicio de su ministerio, ahí estaba Satanás esperándole en el desierto para hacerle caer y así tergiversase su misión de Mesías; no ya un Mesías de cruz e infamia, sino de glorias y honores. Y como Cristo le venció, el demonio no se desanimó y le esperó para otra oportunidad, cuando estuviese más débil humanamente hablando, en el huerto de Getsemaní. Durante su ministerio cuántas veces tuvo que luchar contra Satanás y los demás demonios que habían entrado en tantos corazones (evangelio) y que le insultaban. Satanás se apoderó del alma traidora de Judas. En la cruz, fue Satanás quien gritaba por la boca odiosa de aquel turista que por ahí pasaba: “Si eres Hijo de Dios, baja de la cruz”. Cristo vino al mundo para derrotar a Satanás en el mismo campo donde él había vencido: en el hombre, desde que lo creó. Y Cristo le ganó con su pasión, muerte y resurrección.

Finalmente, el demonio existe…y si no, preguntémonos a la Iglesia, a la sociedad y a nosotros mismos. ¿Quién provocó tantas herejías, cismas a lo largo de los siglos? Sólo podía ser el gran provocador, Satanás, que tantas veces puso la zancadilla en el camino. Nuestra sociedad hoy en muchas partes ha apostatado primero de la Iglesia, luego de Cristo, y ahora de Dios. ¡Cuántas leyes inicuas están promulgando en algunos Estados! ¿Quién está dirigiendo esta sinfonía infernal sino Satanás, príncipe de este mundo como lo llamó Cristo? ¿Quién no ha sido tentado por el demonio, ya sea en la carne, ya sea en el espíritu? Todos hemos sido tentados por esta fuerza malévola, por este ser misterioso y horrible, para que desobedezcamos a Dios y pasemos a sus filas.

Para reflexionar: La demonología es un capítulo «muy importante» de la teología católica y que hoy en día se descuida demasiado. Existe una laguna en la enseñanza de la teología, en la catequesis y en la predicación. Y esta laguna solicita ser colmada. Estamos ante «una de las necesidades más grandes» de la Iglesia en el momento presente. ¿Quién lo habría previsto? La catequesis de Pablo VI sobre la existencia a influencia del demonio produjo un resentimiento inesperado por parte de la prensa. Una vez más, se acusó a la Cabeza de la Iglesia de retornar a creencias ya superadas por la ciencia. ¡El diablo está muerto y enterrado! – nos quieren hacer creer. El Papa Francisco también ha hablado varias veces del demonio: “La presencia del demonio está en la primera página de la Biblia y la Biblia termina también con la presencia del demonio, con la victoria de Dios sobre el demonio… Vigilemos siempre, pues ¡jamás el demonio ha sido expulsado para siempre! Sólo el último día lo será” (En santa Marta, 13 de octubre 2014).

Para rezar: Recemos la oración a san Benito: “Glorioso Padre Benito, ayúdanos en la lucha contra el demonio, el mundo y la carne. Aleja de nosotros cualquier influencia maligna, las tentaciones, el poder del Mal, los peligros para nuestro espíritu y para nuestro cuerpo. Ayúdanos a confiar en el Amor de Dios nuestro Padre, en la Fuerza de Cristo nuestro Salvador, y en la Presencia del Espíritu Santo nuestro Defensor. Amén”.

Cualquier sugerencia o duda pueden comunicarse con el padre Antonio a este email: arivero@legionaries.org