San Josemaría, siendo ya sacerdote, cuenta que un día su reloj de bolsillo se detuvo y al estar pasando en ese entonces por una situación económica muy difícil, habló con el Señor. “Le indiqué que mi Ángel Custodio, a quien Él ha dado más talento que a todos los relojeros, arreglara mi reloj”.
“Pareció no oírme, puesto que volví a mover y a tocar y retocar, en vano, el reloj estropeado. Entonces [...], me arrodillé y comencé un padrenuestro y un ave, que me parece no llegué a terminar, porque cogí de nuevo el reloj, toqué las saetas... ¡y echó a andar! Di gracias a mi buen Padre”, destacó el Santo.
Asimismo, con el despertador descompuesto, era tanta su confianza en su Ángel Custodio que acudía a él para que lo despertase a la hora prevista por la mañana y su compañero celestial nunca le falló. Por esta razón lo llamaba con cariño “Relojerico”.
San Josemaría enseñó siempre a sus hijos que el trato y la devoción a los santos Ángeles Custodios estaba en la entraña de su labor y que era una manifestación concreta de la misión sobrenatural de la Obra de Dios.
Aquí cabe resaltar que fue justamente un 2 de octubre de 1928, Fiesta de los Ángeles Custodios, que San Josemaría vio lo que Dios quería de él y funda el Opus Dei.
En una ocasión, el Beato Álvaro del Portillo relató que cuando el Santo saludaba al Señor en el Sagrario, agradecía siempre a los Ángeles allí presentes.
"Cuando voy a un oratorio nuestro donde está el tabernáculo, digo a Jesús que le amo, e invoco a la Trinidad. Después doy gracias a los Ángeles que custodian el Sagrario, adorando a Cristo en la Eucaristía", solía repetir San Josemaría Escrivá.
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