Este médico católico cambió la visión del mundo sobre el síndrome de Down

El postulador de la causa de canonización de Jérôme Lejeune, Aude Dugast, resaltó el carácter heroico de las virtudes del genetista francés, así como su legado espiritual e intelectual que cambió la visión del mundo sobre el síndrome de Down.

Nacido el 13 de junio de 1926 en Montrouge (Francia), el doctor Lejeune descubrió en 1958 la trisomía del par cromosómico 21, responsable del síndrome de Down.

El descubrimiento se publicó en la revista Nature en 1959. Desde entonces Lejeune dedicó todos sus esfuerzos a defender a estos niños ante los intentos de instrumentalizar su descubrimiento para justificar el aborto de los niños con esta condición.

Esa postura del doctor Lejeune de defensa del derecho a la vida de los niños con síndrome de Down hizo que su candidatura al Premio Nobel de Medicina de 1970 no prosperara, a pesar de la trascendencia de su descubrimiento.

En una entrevista a National Catholic Register, Dugast señaló que la virtud de la fe del genetista francés es obvia, “nunca dudó y su fe creció a la par con su inteligencia y su conocimiento científico”.

“Todo su ser estaba orientado hacia la búsqueda de la verdad”, resaltó. “Como resultado, utilizó su inteligencia científica y espiritual para descubrir los misterios del mundo creado con el gran mérito de poder transmitirlo al mundo en palabras sencillas y con gran humildad”, agregó.

El postulador señaló que las capacidades del siervo de Dios se combinaban con “una caridad heroica porque tenía un amor incondicional por sus pacientes que demostró cuando se trataba del aborto de niños con síndrome de Down”.

“No siguió el espíritu de la época. Su moral estaba a salvo. Y eso es heroico porque sabía que se iba a meter en muchos problemas por hacerlo, lo sabía. Pero dijo que él era el defensor natural de esos niños porque no podían defenderse solos”, remarcó.

Dugast indicó que el genetista se mantuvo “increíblemente tranquilo y gentil” a pesar que las puertas se cerraron, y fue gracias a ello que se le reconoció “como el verdadero defensor de la vida. Ésta es la marca de su naturaleza heroica”.

El postulador agregó que el genetista católico vio “en el paciente una persona hecha a imagen de Dios” y resaltó que esta mirada “de amor y esperanza transforma al paciente y a los padres”.

“Tengo muchos testimonios de padres que estaban abrumados por la forma en que Lejeune le dio la bienvenida a su hijo y lo miró. Les ayudó a mirar a su hijo con discapacidad con renovado amor”, añadió.

Asimismo, indicó que la justicia fue la “gran virtud cardinal de Lejeune”, que luchó “para que se reconocieran los derechos de todos los niños por nacer” y no tuvo miedo de “sacrificar su propia carrera” por esta causa.

Dugast indicó que esta decisión hizo perder al siervo de Dios muchas cosas en el proceso, como el Premio Nobel, al que fue nominado dos veces; pero nada podía desviarlo de lo que “veía como la verdad de la inteligencia y la verdad del corazón” sobre el valor de la vida.

“En nuestro mundo posmoderno, la presión es enorme, y si no eres libre interiormente, si no estás dispuesto a perderlo todo para seguir tu conciencia, siempre estás en peligro de comprometerte”, lamentó.

El postulador indicó que el legado científico de Lejeune revolucionó el mundo de la genética y de la vida de las familias con pequeños con discapacidad.

“No nos damos cuenta hoy, pero antes de este descubrimiento en 1958, las familias que tenían un niño con síndrome de Down, o un niño ‘mongoloide’ como se le llamaba en ese momento, estaban perdidas, sin mencionar la forma en que la sociedad veía a sus hijos y por lo tanto a ellos”, agregó.

Dugast lamentó que las familias con hijos con discapacidad en ese tiempo hayan sido condenadas al ostracismo y a vivir escondidas, donde las demás hijas no podían casarse.

“Al demostrar que se trataba de una enfermedad cromosómica, Lejeune revolucionó la visión que la sociedad tenía de las familias y les devolvió su dignidad. Los liberó del peso de la sospecha y la fatalidad”, remarcó.

El postulador remarcó que el siervo de Dios logró que la genética se volviera una disciplina “por derecho propio, creó los primeros certificados citogenéticos, fue el primer profesor de la primera cátedra académica de genética en Francia. También fue decano de la Universidad de Medicina de París”.

“Se dice que fue el padre de la genética moderna. Todos los genetistas de Francia durante 30 años fueron sus alumnos. Tuvo un impacto enorme, no solo en Francia, sino también en Estados Unidos y en todo el mundo”, subrayó.

Pero su impacto también fue en el plano espiritual, donde el siervo de Dios logró demostrar que la “fe y la ciencia van de la mano, que para ser un gran científico no hay necesidad de dejar de lado la fe”, y para ser un hombre venerable, con virtudes heroicas, “no hay que dejar de lado la inteligencia”.

“La inteligencia de Jérôme Lejeune está verdaderamente en el corazón de su santidad”, agregó.

Dugast también resaltó el papel fundamental de Birthe Lejeune, la esposa del genetista francés, a quién describió como “más que una mano derecha. Ella era parte total de él”.

“Jérôme Lejeune no hubiera sido el hombre que conocemos si la señora Lejeune no hubiera estado a su lado, aunque solo sea en un nivel muy simple. La señora Lejeune era una especie de pura fuerza vital, y Jérôme era un científico, un poeta, que también era muy concreto, pero que no tenía la fuerza vital de la señora Lejeune”, agregó.

Finalmente, Dugast resaltó que es la sencillez de la santidad de Lejeune lo que más lo edificó, porque el siervo de Dios “no nació santo, se convirtió en uno”.

“Se tomó en serio la fe de su bautismo y el Evangelio. Se dejó llevar por las circunstancias de la vida, por sus encuentros con estos niños. Y cuando otras circunstancias de la vida le pidieron que traicionara este compromiso médico, del juramento hipocrático, dijo que no, soy médico y es prueba de inteligencia que un embrión es un ser humano que un médico debe tratar”, agregó.

El postulador indicó que Lejeune, hablando “con la verdad, convirtió a los médicos. Y esto es lo que más me conmovió y me hizo reflexionar”.

“Es maravilloso ver que este gran científico orientó toda su vida según las palabras de Jesús en el Evangelio: ‘Todo lo que hiciste por uno de estos mis hermanos más pequeños, lo hiciste por mí’ [Mateo 25:40]. A menudo terminaba sus conferencias con este llamado al Evangelio. Es la brújula de su vida”, concluyó.

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