El 24 de diciembre, el Patriarca Latino de Jerusalén Mons. Pierbattista Pizzaballa, presidió la Misa de Nochebuena en Belén, el lugar donde nació Jesús en Tierra Santa.
Según informa el sitio web del Patriarcado Latino de Jerusalén, el Arzobispo celebró la Misa en la Basílica de la Natividad, lugar en el que una estrella en el suelo marca el lugar del nacimiento de Jesús.
Esta Navidad en Tierra Santa también se celebró sin peregrinos, debido al cierre de las fronteras que se volvió a imponer a principios de diciembre por la variante Omicrón del COVID-19; sin embargo el ambiente ha sido “más alegre que el año anterior”.
Esta vez a la Misa de Nochebuena pudo asistir la comunidad cristiana local y algunos fieles de Gaza, ya que las autoridades de Israel redujeron los impedimentos. “Es una pequeña pero importante señal positiva por la que estoy muy agradecido”, señaló el Patriarca.
En su homilía, el Patriarca pidió a los fieles rezar “para que todo esto acabe pronto y que la ciudad de Belén vuelva a estar llena de peregrinos, como es su característica. Oremos también para que vuelva la alegría a las muchas familias que se sostienen gracias a las peregrinaciones y que, a causa de esta pandemia, llevan más de dos años sin trabajar y viven en una situación cada vez más difícil”.
“Esperamos que con la acción conjunta de la política, la Iglesia y los tour operadores locales e internacionales, se puedan encontrar formas seguras de retomar esta actividad, a pesar de la pandemia. ¡Es realmente necesario!”, exclamó.
El Arzobispo de origen italiano explicó luego que “para vivir la Navidad es necesario escuchar la voz de Dios”.
“Pero debemos reconocer la voz adecuada para llegar a la alegría de la Navidad. De hecho, hay muchas voces que hablan de Jesús en el Evangelio, pero no todas conducen a Él”.
En ese sentido, pidió estar atentos ante la “Babilonia de anuncios, declaraciones y profecías modernas, llegados a través de los múltiples medios” ya que es necesario “buscar y redescubrir la voz que nos lleva a Jesús y a la salvación, que abre los corazones a la esperanza”.
“Preguntémonos si estamos entre los paralizados por el miedo o si hemos dejado lugar a la voz del Espíritu, que siempre nos abre a nuevos horizontes. ¿En qué testigos hemos confiado? Porque, al fin y al cabo, esto es lo que necesitamos: reconstruir la confianza entre nosotros, la confianza en el futuro, el nuestro y el de nuestros hijos, confiar en la posibilidad de un cambio para mejor, tanto en la vida civil como en la Iglesia”.
El Patriarca recordó luego la reciente visita del Papa Francisco a Chipre, donde el Santo Padre “nos recordó el significado de la paciencia, que no significa permanecer inertes, sino estar disponibles para la acción impredecible del Espíritu Santo, utilizando nuestro tiempo para valorar la escucha, acogiendo a los diferentes a nosotros”.
Después habló sobre Jordania, “donde este año se celebra el centenario de la fundación del Reino Hachemita, no faltaron las voces de preocupación por la difícil situación económica, agravada por la pandemia y los conflictos regionales, que trajeron miles de nuevos refugiados al Reino”.
Sin embargo, dijo, “este Estado, a pesar de sus muchas dificultades, todavía enseña hoy a los países del primer mundo lo que son la solidaridad y la hospitalidad”.
El Patriarca se refirió luego al “enésimo conflicto” entre Israel y Gaza, surgido en mayo. “Me refiero sobre todo a la crisis de confianza que se produjo entre árabes y judíos, ambos ciudadanos, ambos habitantes de las mismas ciudades. Esto nos recuerda que la convivencia no se sufre, se promueve. Siempre es fruto de un deseo sincero y real, que se construye concretamente”.
Mons. Pizzaballa resaltó que “también es tarea nuestra, de la Iglesia, aprender y promover la escucha y ayudar a reconocer y promover las voces que hablan de comunión, acogida y respeto, en los diferentes ámbitos de la sociedad. No faltan en el país voces de personas, movimientos, asociaciones comprometidas con promover la convivencia, el respeto y la aceptación mutuos”.
“La Navidad es también reconocer y apreciar a quienes saben ver al otro por sí mismos como un regalo de Dios”, subrayó.
“Y finalmente, no podemos dejar de pensar en nuestra Palestina, el país en el que nos encontramos hoy. ¿Qué pasa con este país, siempre esperando un futuro de paz que parece no llegar nunca? La voz del dolor de este pueblo es realmente fuerte, ensordecedora”.
Palestino, dijo, es “un pueblo que necesita vivir la justicia, que quiere conocer la libertad, que está cansado de esperar que se le permita vivir libre y con dignidad en su tierra y hogar, que no quiere vivir solo de permisos de entrada o salida o trabajo o de lo que sea necesario para vivir en ese momento”.
“No se necesitan concesiones, sino derechos, y poner fin a años de ocupación y violencia, con todas sus dramáticas consecuencias en la vida de cada individuo y de la comunidad en general, generando nuevas relaciones en las que reine la confianza mutua y no la desconfianza”, destacó el Arzobispo.
“Las consecuencias de esta situación agotadora se sienten en todas partes. Parecería, pues, que las voces a escuchar son las del resentimiento, los prejuicios, los malentendidos, las sospechas, los miedos, el cansancio, que lamentablemente muchas veces afloran en nuestros discursos y encuentran espacio en muchos corazones. ¡Pero no tiene por qué ser así! ¡Un cristiano no puede permitírselo!”.
En Gaza, continuó, “he conocido a personas que saben ser activas y constructivas y que, aunque conscientes de las enormes dificultades en las que viven, no dejan de creer que algo bonito se puede hacer por uno mismo y por los demás, sin cultivar sentimientos de odio y resentimiento”.
“Estoy convencido de que estos son los que concretamente construyen el Reino de Dios entre nosotros y que todos los días, no solo hoy, viven el verdadero espíritu navideño: dan cabida en su interior a la verdadera Fuente de la vida y estando ellos mismos llenos de esa vida”.
El Patriarca cuestionó luego: “¿cómo y dónde escuchamos hoy la voz de Dios? En nuestro mundo desgarrado y dividido, ¿puede un Niño nacido hace dos mil años realmente traer paz hoy? La respuesta de la Iglesia es la misma de siempre, pero siempre nueva: nos anuncia que la salvación pasa precisamente por ese Niño inocente e indefenso, y que sí, la Omnipotencia se manifiesta precisamente en esa forma frágil y débil”.
“La Iglesia nos enseña todos los días, a través de los sacramentos, que sin esa mirada, que sabe ir más allá del signo, las apariencias, el tiempo y la muerte, no podremos leer realmente la realidad de este mundo nuestro”.
Mons. Pizzaballa indicó asimismo que “escuchar la voz del Señor es reconocerlo y acogerlo en cada pequeño del Reino que encontremos en nuestro camino. Hoy vuelve a llamarnos a cada uno de nosotros a acoger su voz como lo hizo la Virgen María. Recibió un anuncio y respondió; su respuesta trajo Vida al mundo”.
“Como entonces, incluso hoy, Dios no obra directamente en el mundo, sino que también se sirve de nuestra participación”.
Para concluir, el Patriarca resaltó que “gracias al Espíritu Santo, también nosotros, como la Virgen María y San José, como los Pastores y los Magos, podemos dar nuestra humilde respuesta a Jesús, podemos encontrar en Él el sentido de nuestra acción. De hecho somos testigos de que cuando Jesús está en el centro de nuestra vida, la tierra recibe la Paz”.
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