El Papa Francisco afirmó esta mañana, en el Aula Pablo VI del Vaticano, que “toda persona humana es preciosa, tiene un valor que no depende de lo que tiene ni de sus capacidades, sino del simple hecho de que es una persona, la imagen de Dios”.
Así lo indicó el Santo Padre en la audiencia que concedió a los miembros del Instituto Seráfico de Asís, con motivo del 150 aniversario de su fundación. Esta obra promueve y desarrolla actividades de rehabilitación, psicoeducativas, y sanitarias para niños y jóvenes con discapacidad física e intelectual.
El Papa resaltó que “si la discapacidad o la enfermedad hacen la vida más difícil, esta no es menos digna de ser vivido y vivida en plenitud. Después de todo, ¿quién de nosotros no tiene límites y no se enfrenta, tarde o temprano, a limitaciones, incluso graves?”.
“La vida siempre es hermosa, incluso con pocos recursos. A veces sabe sorprender. Sé que sus hijos pueden hacer muchas cosas convirtiéndose en pequeños artistas del teatro, la radio o la pintura. Su sonrisa compensa cualquier esfuerzo”.
El Papa Francisco destacó luego que “es importante mirar a la persona con discapacidad como uno de nosotros, que debe estar al centro de nuestro cuidado y preocupación, y también al centro de la atención de todos y de la política. Es un objetivo de la civilidad. Al adoptar este principio, uno se da cuenta de que la persona con discapacidad no solo recibe, sino que da”.
En ese sentido, el Pontífice subrayó que cuidar a las personas con discapacidad “no es un gesto unidireccional, sino un intercambio de dones. Los cristianos encontramos en el Evangelio del amor, pienso en la parábola del buen samaritano, una razón más para todo esto. Pero el principio es válido para todos, inscrito como está en la conciencia, lo que nos hace sentir nuestra condición de unidad entre todos los seres humanos”.
El Papa también recordó la visita que hizo al Instituto en 2013 en Asís, y recordó el ejemplo de San Francisco, que “se hizo pobre, siguiendo el ejemplo de Jesús, para estar plenamente del lado de los más pequeños. Su abrazo a un leproso encierra el sentido de toda su vida. En su testamento dice que fue con ese abrazo que comenzó su conversión. En aquellos enfermos y marginados vio a Jesús, se inclinó sobre sus heridas”.
Al hacer eso, continuó el Papa, San Francisco “los puso en el centro de la atención de la sociedad, incluso entonces tentado por esa ‘cultura del descarte’ que hace que la riqueza se concentre en manos de unos pocos, mientras que muchos quedan al margen, percibidos como una carga, apenas digna de una limosna”.
“San Luis de Casoria, como verdadero franciscano, había asimilado el mensaje del Seráfico Padre. En su caridad creativa y generosa, no lo pensó dos veces cuando, en peregrinación a Asís, rezando ante el Crucifijo, escuchó su voz que, con un triple ‘sí’, confirmó su inspiración para fundar un instituto dedicado a los ciegos, sordos y mudos, categorías que en ese momento carecían del apoyo social necesario”, dijo el Papa sobre el origen de la institución.
Francisco indicó además que no solo los padres y las personas de buena voluntad deben asistir a las personas con discapacidad, sino que “el Estado y la administración pública deben hacer su parte. Muchas familias no pueden quedarse solas, obligadas a luchar para apoyar a los niños en dificultad, con la gran preocupación del futuro que les espera cuando ya no puedan acompañarlos más”.
El Papa resaltó luego dos iniciativas del Instituto Seráfico: la adoración Eucarística permanente, que tuvo que ser suspendida temporalmente por la pandemia; y una escuela sociopolítica para “estimular a la sociedad a repensarse a partir de los últimos.
“Queridos hermanos y hermanas, sigan las huellas de los santos. Que su trabajo tenga siempre el sabor y la alegría de la misión. Cada sonrisa de sus hijos será la sonrisa de Dios para ustedes. Los bendigo de corazón y les pido que recen por mí”.
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