Francisco Solano nació en 1549 en Montilla (Andalucía - España), en un hogar noble y cristiano. Estudió con los jesuitas, pero ingresó a la comunidad franciscana porque le atraía la vida de pobreza y sacrificio de los religiosos de esa orden.
En 1570 hizo su profesión religiosa. Al poco tiempo fue enviado al convento sevillano de Nuestra Señora de Loreto donde estudió filosofía y teología y tuvo la posibilidad de desarrollar sus cualidades para la música y el canto. Fue ordenado en 1576.
En una ocasión, cuentan que un pobre hombre tenía llagas en las piernas y que con las justas podía andar apoyado en muletas. El Santo besó las llagas y el enfermo se curó. Solía visitar a los que estaban delicados de salud y a los presos.
Recorrió el continente americano por 20 años evangelizando a los pueblos. Su viaje más largo fue el que hizo a pie desde Lima (Perú) hasta Tucumán (Argentina) y hasta las pampas y el Chaco Paraguayo.
Mientras predicaba en La Rioja (Argentina) llegaron unos nativos salvajes a atacar a la población. San Francisco Solano salió con un crucifijo y habló a los atacantes en su propia lengua, obteniendo que se detenga el ataque. Poco después los atacantes se convirtieron.
Con su hermosa voz y sabiendo tocar bien el violín y la guitarra, transmitía alegría a sus oyentes mientras cantaba.
Cierto día llegó a un convento en el que los religiosos eran muy serios. Entonces, recordando la alegría interior y exterior de la que hablaba San Francisco de Asís, se puso a cantarles y a danzar tan jocosamente que todos terminaron cantando y bailando en honor a Dios.
San Francisco Solano recorrió a pie el Chaco Paraguayo, por Uruguay, el Río de la Plata, Santa Fe y Córdoba de Argentina, convirtiendo a muchos.
Al llegar a Lima le encomendaron algunos cargos importantes, pero él en su celda sólo tenía un camastro, una colcha, una cruz, silla, mesa, candil, la Biblia y algunos libros. Posteriormente fue derivado a Trujillo (al norte del Perú) y se dedicó a visitar a los enfermos, en especial a una anciana leprosa a la que llevaba regalos.
Al retornar a Lima congregaba a muchas personas en la plaza mayor y les predicaba. Hacía lo mismo en las calles, talleres, monasterios y hasta en los corrales de teatro.
En su última enfermedad, San Francisco Solano era como un esqueleto viviente con grandes dolores de estómago y mucha fiebre. Partió a la Casa del Padre el 14 de julio de 1610, día de San Buenaventura, a quien tenía gran devoción.
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