Según el Martirologio Romano fue el obispo de Corinto (Grecia), estaba dotado de un admirable conocimiento de la palabra de Dios, y no sólo se encargó de instruir y guiar a sus fieles, sino también a los obispos de otras ciudades y provincias mediante cartas.
Eusebio de Cesarea recolectó las siete cartas católicas a las iglesias de Lacedemonia, Atenas, Cnosos, Nicomedia, Gortina, Amastris y Roma. Además otras dos cartas dirigidas a Dionisio de parte del Obispo Pinito de Cnosos (Creta) y de una dama llamada Crisófora.
La primera carta está dirigida los lacedemonios, enseñando ortodoxia y ordenándoles vivir en paz y unión. La segunda fue a los atenienses, avivando su fe y exhortándolos a vivir de acuerdo al Evangelio (estaban cerca de la apostasía).
En tercer lugar escribió a los cnosianos, haciendo recomendaciones a su obispo Pinito para que no sea demasiado duro con sus hermanos que luchaban por la virtud de la continencia. Seguido, escribió a los de Nicomedia en contra de la herejía marcionita.
La quinta carta estuvo dirigida al Obispo Felipe de Gortina, elogiándolo por su rechazo a la herejía. La sexta estuvo dirigida a los de Amastris, hablando del matrimonio, continencia y recomendando el trato caritativo a aquellos que habían caído en el pecado o la herejía.
Finalmente la séptima carta y la más importante fue la dirigida al Papa Sotero. Esta es la única de la que se han preservado extractos y trata de un elogio al Sumo Pontífice, así como de una exhortación a los romanos a practicar la caridad y solidaridad con aquellas comunidades cristianas que más lo necesitaban.
San Dionisio dedicó su vida a descubrir y develarles a los fieles las raíces filosóficas paganas que dieron origen a las diferentes herejías de los primeros siglos.
La tradición griega asegura que murió martirizado en el 178, pese a que es probable de que haya muerto de forma natural.
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