En su homilía dirigida a los fieles presentes en la Basílica de Santa María in Collemaggio de L'Aquila, el Papa Francisco aseguró que quien sabe lo que significa perderlo todo, “puede atesorar el don de la misericordia”.
Tras su llegada a L'Aquila, el Papa Francisco realizó una visita privada a la Catedral de la Piazza Duomo y más tarde se reunió con las familias víctimas del terremoto de 2009.
Posteriormente, se dirigió en papamóvil a la Basílica de Santa María in Collemaggio, donde presidió la Santa Misa, el rezo del Ángelus y el rito de la apertura de la Puerta Santa.
Al comienzo de su homilía, el Papa recordó que “hoy celebramos la Eucaristía en un día especial para esta ciudad y para esta Iglesia: el Perdón Celestino”.
“Aquí se conservan las reliquias del santo Papa Celestino V. Este hombre parece darse cuenta plenamente de lo que hemos escuchado en la primera lectura: ‘Cuanto más grande seas, más humilde debes ser, y encontrarás gracia ante el Señor’”, aseguró.
Más tarde, el Santo Padre lamentó que “los humildes parecen débiles y perdedores a los ojos de los hombres”.
“Pero en realidad son los verdaderos ganadores, porque son los únicos que confían plenamente en el Señor y conocen su voluntad”, defendió.
“La humildad no consiste en desvalorizarnos, sino en ese sano realismo que nos hace reconocer nuestro potencial y también nuestras miserias. Partiendo precisamente de nuestras miserias, la humildad nos hace apartar la mirada de nosotros mismos y dirigirla a Dios”, aseguró a continuación.
Posteriormente, explicó que “ser creyente no significa acercarse a un Dios oscuro y aterrador. Nosotros, queridos hermanos y hermanas, nos hemos acercado a Jesús, el Hijo de Dios, que es la Misericordia del Padre y el Amor que salva”.
Asimismo, añadió que “ser perdonado es experimentar aquí y ahora lo más parecido a la resurrección. El perdón es pasar de la muerte a la vida, de la experiencia de la angustia y la culpa a la de la libertad y la alegría”.
“Queridos hermanos y hermanas, habéis sufrido mucho a causa del terremoto, y como pueblo estáis intentando levantaros y volver a poneros en pie”, dijo haciendo referencia al terremoto de 2009 donde 300 personas perdieron la vida.
“Pero los que han sufrido deben ser capaces de atesorar su sufrimiento, deben comprender que en la oscuridad que han experimentado, también se les ha dado el don de comprender el dolor de los demás”, dijo a continuación.
“Podéis atesorar el don de la misericordia porque sabéis lo que significa perderlo todo, ver cómo se desmorona lo que has construido, dejar atrás lo más querido, sentir el desgarro de la ausencia de los seres queridos. Podéis apreciar la misericordia porque has experimentado la miseria”, señaló.
El Papa Francisco también habló de aquellos que sufren un "terremoto del alma", algo que “pone en contacto con su propia fragilidad, sus propias limitaciones, su propia miseria”.
“En esta experiencia -continuó el Papa-, uno puede perderlo todo, pero también puede aprender la verdadera humildad. El hombre no es el lugar que ocupa, sino que es la libertad de la que es capaz y que manifiesta plenamente cuando ocupa el último lugar, o cuando se le reserva un lugar en la Cruz”.
“Y es precisamente a María, a la que veneráis con el título de Salvación del pueblo de L'Aquila, a quien queremos confiar el propósito de vivir según el Evangelio. Que su intercesión maternal obtenga el perdón y la paz para el mundo entero”, concluyó el Papa.
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