El Papa Francisco explicó en la Audiencia General de este miércoles 10 de agosto cuál es el verdadero destino de la vida y alertó sobre el peligro de la “ilusoria perfección terrenal”.
Por segunda ocasión, el Santo Padre entró caminando con la ayuda de un bastón y no en silla de ruedas al Aula Pablo VI del Vaticano para la audiencia general semanal.
El Papa Francisco continuó con su serie de catequesis sobre el sentido y el valor de la vejez y reflexionó en la “conmovedora intimidad de la despedida de Jesús a los suyos, ampliamente recogida en el Evangelio según San Juan”.
El Santo Padre destacó las “lindas palabras del Señor” que dijo en el discurso de despedida que “comienza con palabras de consuelo y promesa: ‘No se turbe su corazón’; ‘Cuando me haya ido y les haya preparado un lugar, volveré otra vez para llevarlos conmigo, a fin de que donde yo esté, estén también ustedes’”.
En esta línea, el Papa dijo que “la vejez es el tiempo propicio para dar un testimonio conmovedor y alegre de esta espera. El anciano, la anciana, está en espera, en espera de un encuentro. En la vejez, las obras de la fe, que nos acercan a nosotros y a los demás al Reino de Dios, están ya más allá de la fuerza de las energías, de las palabras, y de los impulsos de la juventud y la madurez. Pero por eso mismo hacen aún más transparente la promesa del verdadero destino de la vida”.
“¿Y cuál es el verdadero destino de la vida? un lugar en la mesa con Dios, en el mundo de Dios”, señaló el Papa Francisco.
En este sentido, el Santo Padre advirtió que “la pretensión de detener el tiempo, de querer la eterna juventud, el bienestar ilimitado, el poder absoluto, no solo es imposible, sino que es delirante”.
Por ello, el Papa explicó que “nuestra existencia en la tierra es el momento de la iniciación a la vida, es vida, pero que te conduce hacia adelante a una vida más plena, una vida que solo en Dios encuentra su realización. Somos imperfectos desde el principio y seguimos siendo imperfectos hasta el final”.
“Aquí, en la tierra, comienza el proceso de nuestro ‘noviciado’, somos aprendices de la vida, que - en medio de mil dificultades- aprendemos a apreciar el don de Dios, honrando la responsabilidad de compartirlo y hacerlo fructificar para todos. El tiempo de vida en la tierra es la gracia de este paso”.
Al reflexionar en la promesa de Dios, el Papa Francisco afirmó que “el espacio de Dios, que Jesús nos prepara con todo cuidado, es superior al tiempo de nuestra vida mortal” y añadió que “he aquí que la vejez acerca la esperanza de esta realización. La vejez conoce definitivamente el sentido del tiempo y las limitaciones del lugar en el que vivimos nuestra iniciación. La vejez es sabia por esto. Los ancianos son sabios por esto”.
“Sería interesante ver si en las iglesias locales existe alguna referencia específica destinada a revitalizar este ministerio especial de espera en el Señor, es un ministerio, el ministerio de la espera en el Señor fomentando los carismas individuales y las cualidades comunitarias de la persona anciana”, invitó el Papa.
Asimismo, el Santo Padre recordó que “el tiempo es superior al espacio”. Es la ley de la iniciación” porque “nuestra vida no está destinada a cerrarse sobre sí misma, en una ilusoria perfección terrenal, está destinada a ir más allá, a través del paso de la muerte, porque la muerte es un paso. En efecto, nuestro lugar firme, nuestro punto de llegada no está aquí, está junto al Señor, donde Él habita para siempre”.
Por último, el Papa invitó a vivir en la espera del Señor para que se cumpla “la ‘apología’ de la fe, que da razón de nuestra esperanza para todos” y hace transparente “la promesa de Jesús, que se proyecta hacia la Ciudad Santa de la que habla el libro del Apocalipsis”.
De este modo, “la vejez es la fase de la vida más adecuada para difundir la alegre noticia de que la vida es una iniciación para una realización definitiva. Los ancianos son una promesa, son un testimonio de promesa. Y lo mejor está por llegar. Lo mejor está por llegar. El mensaje del anciano, de la anciana creyente es: lo mejor está por llegar. ¡Que Dios nos conceda una vejez capaz de esto!”, concluyó el Papa.
Al concluir las síntesis de la catequesis en diferentes idiomas el Papa permaneció sentado y saludó personalmente a varios grupos de fieles, entre ellos, grupos de religiosas y una delegación de México con trajes autóctonos indígenas. Finalmente, el Papa recorrió en silla de ruedas los pasillos para saludar y bendecir a las numerosas personas presentes en el Aula Pablo VI.
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