Cada 17 de agosto la Iglesia Católica celebra a Santa Beatriz de Silva, religiosa portuguesa del s. XV que fundó la Orden de la Inmaculada Concepción (concepcionistas franciscanas). Beatriz fue una mujer que se consagró a la oración contemplativa y a la difusión de la devoción a María Inmaculada.
Se cree que nació en 1426 en Ceuta, ciudad ubicada al norte de África, de cara al Mediterráneo, y que por aquellos tiempos se encontraba bajo el dominio de la corona portuguesa.
La importancia de la formación en la fe
La madre de Beatriz, siguiendo la tradición familiar, encomendó la educación religiosa de sus once hijos a los franciscanos. Estos sembraron en ellos un amor especial a la Inmaculada Concepción, la Virgen Inmaculada. Además, la formación franciscana despertó algunas vocaciones a la vida religiosa dentro de la familia.
No solo fue el caso de Beatriz: uno de sus hermanos, Juan o “Joao”, tomó también el hábito de San Francisco, adoptando el nombre de Amadeo. Este -el quinto de los hermanos De Silva- impulsó una reforma dentro de la Orden franciscana en tierras italianas. Dicha reforma, llegado el momento, se convertiría en una de las ramas de la Orden, conocida posteriormente como los “amadeístas” -hoy extintos-.
Una doncella en la corte de Castilla
En 1447, Beatriz llega a Castilla, España, acompañando como doncella a la reina Isabel de Portugal. La reina había arribado para contraer matrimonio con Juan II, rey de Castilla. Lamentablemente, no mucho después, Isabel le retira a Beatriz su favor y se comporta con ella de manera violenta.
El palacio de Juan II era un nido de habladurías y conspiraciones por el poder. Se acusó a Beatriz de haber tenido algo que ver con el rey, por lo que Isabel empezó a verla como una amenaza y llegó a encerrarla en un cofre por tres días.
Consolada por la Inmaculada Concepción
Durante las terribles horas en las que permaneció sin luz, agua ni alimento, Beatriz tuvo una visión de la Virgen María, quien la consolaba y fortalecía. Después de ser liberada, la joven doncella inició un camino espiritual que la condujo a la consagración a la Virgen. Lo primero que hizo fue abandonar la corte real, ubicada en Tordesillas (Valladolid), para luego ingresar al monasterio cisterciense de Santo Domingo de Silos, en Toledo, recinto en el que sirvió a Dios nuestro Señor por espacio de 30 años.
Reivindicada por Cristo
Estando en Silos, la santa tomó la decisión de fundar un nuevo monasterio, el que se convertiría en la primera sede de la Orden de la Inmaculada Concepción. En 1489, con el apoyo de la reina Isabel la Católica -hija de Isabel de Portugal-, Beatriz consigue del Papa Inocencio VIII la autorización para la fundación del nuevo monasterio y la aprobación de sus reglas. Lamentablemente, antes de que se iniciara la vida regular, Beatriz falleció en 1492.
La nueva familia religiosa se extendió rápidamente por Europa y América. Hoy, varios siglos después de su fundación, está integrada por unas 3 mil religiosas que viven en 150 monasterios repartidos por todo el mundo.
Beatriz fue beatificada por el Papa Pío XI, el 28 de julio de 1926. Luego sería canonizada por el Papa San Pablo VI, el 3 de octubre de 1976.
Un testimonio de vida muy actual
San Pablo VI destacó la actualidad de su testimonio: “Hay un mensaje que acerca a Santa Beatriz a nuestra experiencia, haciéndonos apreciar toda la actualidad del testimonio que ella nos presenta. Vivimos en una sociedad permisiva, que parece no reconocer frontera alguna. El resultado está a la vista de todos: la expansión del vicio en nombre de una malentendida libertad. La sociedad nobiliaria del período del renacimiento presenta con mucha frecuencia, aunque con nobles excepciones, un panorama en el cual se reflejan bastante bien algunas tristes experiencias de hoy”.
Los restos de Santa Beatriz se conservan para veneración pública en la Casa Madre de las concepcionistas franciscanas, ubicada en Toledo, España.
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