A su llegada a L'Aquila (Italia), el Papa Francisco se reunió con los familiares de las víctimas del terremoto de 2009, a quienes agradeció su testimonio de fe y aseguró que “Jesús no deja caer una sola lágrima en vano, ni siquiera una, sino que las recoge todas en su corazón misericordioso”.
A las 7.50 a.m. (hora local), el Papa Francisco salió del helipuerto del Vaticano para viajar a L'Aquila, donde 300 personas perdieron la vida en un terremoto que ocurrió en 2009.
Debido al mal tiempo, el Papa Francisco aterrizó en la Piazza d'Armi en lugar de en el Estadio Gran Sasso como estaba previsto. Posteriormente, en la Piazza Duomo fue recibido por el Cardenal Giuseppe Petrocchi, Arzobispo Metropolitano de L'Aquila.
También le recibieron Marco Marsilio, Presidente de la Región del Abruzo; Cinzia Teresa Torraco y Pierluigi Biondi, Prefecto y Alcalde de L'Aquila, respectivamente.
El Santo Padre entró en la Catedral para una visita privada y más tarde, a las 9:15 a.m., en el patio de la catedral, el Papa Francisco se reunió con los familiares de las víctimas del terremoto del 6 de abril de 2009.
En su discurso, el Papa Francisco expresó su cercanía a toda la comunidad “que ha afrontado con gran dignidad las consecuencias de este trágico acontecimiento”.
“Os agradezco vuestro testimonio de fe: a pesar del dolor y el desconcierto propios de nuestra fe de peregrinos, habéis fijado vuestra mirada en Cristo, crucificado y resucitado, que con su amor ha redimido el dolor y la muerte del sinsentido”, dijo el Papa.
A continuación, aseguró que “Jesús te ha devuelto a los brazos del Padre, que no deja caer una sola lágrima en vano, ni siquiera una, sino que las recoge todas en su corazón misericordioso”.
“En ese corazón están escritos los nombres de vuestros seres queridos, que han pasado del tiempo a la eternidad. La comunión con ellos está más viva que nunca”.
En esta línea, el Papa defendió que “la memoria es la fuerza de un pueblo, y cuando esta memoria está iluminada por la fe, ese pueblo no queda prisionero del pasado, sino que camina en el presente mirando hacia el futuro, permaneciendo siempre apegado a sus raíces y atesorando las experiencias pasadas, buenas y malas”.
“Ustedes, los habitantes de L'Aquila, han demostrado su capacidad de resistencia. Arraigada en su tradición cristiana y cívica, le permitió resistir el impacto del terremoto y comenzar inmediatamente la valiente y paciente labor de reconstrucción”, dijo más tarde..
El Santo Padre explicó que, además de reconstruir las casas y las iglesias, también fue necesario “una reconstrucción espiritual, cultural y social de la comunidad”.
“En la labor de reconstrucción, las iglesias merecen una atención especial. Son el patrimonio de la comunidad, no sólo en un sentido histórico y cultural, sino también en un sentido de identidad”, aseguró.
“Esas piedras -continuó el Papa-, están impregnadas de la fe y los valores del pueblo; y los templos son también lugares propulsores de su vida, de su esperanza”.
“A todos les renuevo mis saludos y los bendigo cordialmente a ustedes, a sus familias y a toda la ciudadanía”, concluyó el Papa Francisco.
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