¿Qué dice la Iglesia sobre las noticias falsas o fake news?

En los últimos años los medios de comunicación se han acostumbrado a reproducir cada vez con mayor frecuencia noticias falsas o fake news, por ejemplo, cuando se le atribuyen al Papa Francisco palabras que nunca dijo y, además, no se hace ninguna rectificación.

La fake news son en sí mismas una mentira, una trasgresión del octavo mandamiento que es difundida masivamente. En el Catecismo de la Iglesia Católica (CIC) se define la mentira como el “hablar u obrar contra la verdad para inducir a error”.

Por tanto, “la intención deliberada de inducir al prójimo al error mediante palabras contrarias a la verdad constituye una falta contra la justicia y la caridad. La culpabilidad es mayor cuando la intención de engañar corre el riesgo de tener consecuencias funestas para los que son desviados de la verdad”, indica el numeral 2485 del CIC.

¿Qué dice el Papa Francisco?

En su mensaje para la 52 Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales que se celebró en mayo de este año bajo el título “Fake news y periodismo de paz”, el Papa Francisco denunció que “la eficacia de las fake news se debe, en primer lugar, a su naturaleza mimética, es decir, a su capacidad de aparecer como plausibles”.

“En segundo lugar, estas noticias, falsas pero verosímiles, son capciosas, en el sentido de que son hábiles para capturar la atención de los destinatarios poniendo el acento en estereotipos y prejuicios extendidos dentro de un tejido social, y se apoyan en emociones fáciles de suscitar, como el ansia, el desprecio, la rabia y la frustración”.

“Su difusión puede contar con el uso manipulador de las redes sociales y de las lógicas que garantizan su funcionamiento. De este modo, los contenidos, a pesar de carecer de fundamento, obtienen una visibilidad tal que incluso los desmentidos oficiales difícilmente consiguen contener los daños que producen”, lamentó el Santo Padre.

Francisco alertó luego que “el drama de la desinformación es el desacreditar al otro, el presentarlo como enemigo, hasta llegar a la demonización que favorece los conflictos. Las noticias falsas revelan así la presencia de actitudes intolerantes e hipersensibles al mismo tiempo, con el único resultado de extender el peligro de la arrogancia y el odio. A esto conduce, en último análisis, la falsedad”.

El Papa subrayó también que “ninguno de nosotros puede eximirse de la responsabilidad de hacer frente a estas falsedades. No es tarea fácil, porque la desinformación se basa frecuentemente en discursos heterogéneos, intencionadamente evasivos y sutilmente engañosos, y se sirve a veces de mecanismos refinados”.

Tras alabar los programas y estrategias que buscan formar a las personas para hacer frente a las fake news, el Santo Padre resaltó que “la prevención y la identificación de los mecanismos de la desinformación requieren también un discernimiento atento y profundo. En efecto, se ha de desenmascarar la que se podría definir como la ‘lógica de la serpiente’, capaz de camuflarse en todas partes y morder”.

“La estrategia de este hábil ‘padre de la mentira’ es la mímesis, una insidiosa y peligrosa seducción que se abre camino en el corazón del hombre con argumentaciones falsas y atrayentes”.

En el libro del Génesis, recordó el Papa, el relato del engaño de la serpiente a Adán y Eva revela “un hecho esencial para nuestro razonamiento: ninguna desinformación es inocua; por el contrario, fiarse de lo que es falso produce consecuencias nefastas. Incluso una distorsión de la verdad aparentemente leve puede tener efectos peligrosos”.

“De lo que se trata, de hecho, es de nuestra codicia. Las fake news se convierten a menudo en virales, es decir, se difunden de modo veloz y difícilmente manejable, no a causa de la lógica de compartir que caracteriza a las redes sociales, sino más bien por la codicia insaciable que se enciende fácilmente en el ser humano”.

¿Qué hacer ante las fake news?

“El antídoto más eficaz contra el virus de la falsedad es dejarse purificar por la verdad. En la visión cristiana, la verdad no es solo una realidad conceptual que se refiere al juicio sobre las cosas, definiéndolas como verdaderas o falsas. La verdad no es solamente el sacar a la luz cosas oscuras, ‘desvelar la realidad’, como lleva a pensar el antiguo término griego que la designa, aletheia (de a-lethès, «no escondido»). La verdad tiene que ver con la vida entera”, explicó el Papa.

“Para discernir la verdad es preciso distinguir lo que favorece la comunión y promueve el bien, y lo que, por el contrario, tiende a aislar, dividir y contraponer. La verdad, por tanto, no se alcanza realmente cuando se impone como algo extrínseco e impersonal; en cambio, brota de relaciones libres entre las personas, en la escucha recíproca”, resaltó.

El Pontífice indicó asimismo que “el mejor antídoto contra las falsedades no son las estrategias, sino las personas, personas que, libres de la codicia, están dispuestas a escuchar, y permiten que la verdad emerja a través de la fatiga de un diálogo sincero; personas que, atraídas por el bien, se responsabilizan en el uso del lenguaje”.

“Si el camino para evitar la expansión de la desinformación es la responsabilidad, quien tiene un compromiso especial es el que por su oficio tiene la responsabilidad de informar, es decir: el periodista, custodio de las noticias. Este, en el mundo contemporáneo, no realiza solo un trabajo, sino una verdadera y propia misión”.

El periodista, destacó Francisco, “tiene la tarea, en el frenesí de las noticias y en el torbellino de las primicias, de recordar que en el centro de la noticia no está la velocidad en darla y el impacto sobre las cifras de audiencia, sino las personas. Informar es formar, es involucrarse en la vida de las personas. Por eso la verificación de las fuentes y la custodia de la comunicación son verdaderos y propios procesos de desarrollo del bien que generan confianza y abren caminos de comunión y de paz”.

Por ello, el Papa alentó a promover “un periodismo de paz, sin entender con esta expresión un periodismo ‘buenista’ que niegue la existencia de problemas graves y asuma tonos empalagosos. Me refiero, por el contrario, a un periodismo sin fingimientos, hostil a las falsedades, a eslóganes efectistas y a declaraciones altisonantes; un periodismo hecho por personas para personas, y que se comprende como servicio a todos” especialmente a los “que no tienen voz”.

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