En una audiencia con empresarios participantes en el XXVI Congreso Mundial de la Unión Cristiana Internacional de Dirigentes de Empresa el Papa Francisco invitó a los ejecutivos y directivos a poner a la persona en el centro de la actividad económica.
En sus palabras dirigidas a los ejecutivos de negocios y líderes de la vida económica, que se encuentran reunidos en Lisboa (Portugal), del 22 al 24 de noviembre, destacó la importancia de mantener “la fidelidad a vuestra vocación y misión” en medio del “actual contexto de globalización de la actividad económica y del intercambio”, que “ha afectado profundamente las perspectivas, los objetivos y las formas de hacer negocios”.
Esa fidelidad a la vocación y a la misión “requiere que se mantenga un delicado equilibrio entre el abrazo de una innovación y una producción cada vez más competitivas, y la perspectiva de un progreso dentro del horizonte más vasto del bien común, de la dignidad humana y del justo empleo de los recursos naturales confiado a nuestros cuidados”.
“En vuestra vida profesional, a menudo os encontráis con situaciones en las que hay tirantez entre estos valores y, en consecuencia, debéis tomar decisiones prácticas importantes concernientes a la inversión y a la gestión. Aquí puede resultar útil recordar tres principios rectores presentes en el Evangelio y la enseñanza social de la Iglesia”.
Esos principios son “la centralidad de las personas individuales”, “la regla del bien común” y “el valor moral y económico del trabajo”.
Sobre el primero, la centralidad de las personas individuales, Francisco señaló que “la Iglesia siempre se las ha arreglado para hacer grandes cosas con escasos recursos, como un recordatorio de que los resultados son de Dios y no de los hombres”.
“Cuando una empresa se convierte en una ‘familia’, en la que la dirigencia se preocupa porque las condiciones de trabajo estén siempre al servicio de la comunidad, los trabajadores a su vez se convierten en una ‘fuente de enriquecimiento’. Se les alienta a poner sus talentos y habilidades al servicio del bien común, sabiendo que su dignidad y circunstancias son respetadas y no simplemente explotadas”, explicó.
El segundo principio surge de ese “discernimiento económico”, cuyos resultados “deben siempre guiarse por la regla del bien común”.
Defendió que “este principio fundamental del pensamiento social cristiano ilumina y, como una brújula, guía la responsabilidad social de las empresas, su investigación y tecnología, y sus servicios de control de calidad, hacia la construcción de una sociedad más humana y fraterna”.
Por último, el tercer principio consiste en no perder nunca de vista el valor moral y económico del trabajo, “que es nuestro medio de cooperar con Dios en una ‘creación continua’, que impulsa la venida del reino de Dios mediante la promoción de la justicia y la caridad social, y el respeto de las dos dimensiones, individual y social, de la persona humana”.
“La noble vocación de los líderes empresariales será evidente en la medida en que toda actividad humana se convierta en testimonio de esperanza en el futuro y en incentivo para una mayor responsabilidad e interés social a través del uso sabio, por parte de cada persona, de sus talentos y habilidades”, finalizó el Papa.
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