Hoy es la fiesta de los santos mártires Vicente, Sabina y Cristeta de Talavera

Hoy, 27 de octubre, la Iglesia recuerda a Vicente, Sabina y Cristeta de Talavera, tres hermanos mártires que vivieron entre los siglos III y IV en la península ibérica, en tiempos de la Hispania romana. Nacieron en Talavera de la Reina, territorio perteneciente al actual Toledo. A los tres, en conjunto, se les denomina los “Santos Mártires de Talavera”. Vicente, Sabina y Cristeta murieron en Ávila durante la persecución de Diocleciano, la última y, posiblemente, la más sangrienta de todas las persecuciones realizadas contra los cristianos durante el Imperio Romano.

La tradición cuenta que los hermanos quedaron huérfanos tempranamente, siendo Vicente, el mayor, quien se encargó del cuidado de sus hermanas. A inicios del siglo IV, los tres llegaron a Ávila, huyendo de Publio Daciano, prefecto romano de Hispania y gobernador de la Bética, quien era el encargado de ejecutar las órdenes de Diocleciano en la Península. Acusado de profesar el cristianismo, Vicente fue tomado prisionero y se le exigió que abjurara de su fe, e hiciera sacrificios a los dioses paganos so pena de ser castigado y ejecutado. Dice la leyenda que cuando fue llevado al templo de Júpiter para ofrecer el sacrificio, la roca del atrio se hundió con el peso de su cuerpo y quedaron las huellas de sus pies marcadas en la piedra.

Hay dos versiones sobre lo que pasó a continuación. Una señala que los guardias, después del portento de la roca, huyeron despavoridos y los hermanos escaparon; la otra, que Vicente fue encerrado de nuevo, pero que los guardias, presos del temor por un mal augurio, lo dejaron escapar junto a sus hermanas quienes lo habían ido a visitar a la prisión. Sea como fuere, ambas versiones coinciden en el desenlace: los hermanos lograron refugiarse en las cuevas de las montañas cercanas a Ávila. Lamentablemente, fueron capturados y, esta vez, sin opción de salir con vida. Fueron condenados a muerte, torturados y ejecutados. Así, entregaron sus vidas en el martirio, negándose a renunciar a Cristo.

Hoy los restos de Vicente, Sabina y Cristeta se conservan en la Basílica de San Vicente en Ávila.

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