Un día como hoy se conmemora una de las masacres de cristianos más crueles de la historia contemporánea, donde fallecieron más de 20 mil feligreses en Damasco, Siria, a manos del Imperio Otomano.
En el marco de la guerra civil de 1860 en el Monte Líbano, que inició en el norte como una rebelión de los maronitas campesinos contra los drusos y cuya lucha se extendió y terminó en la ciudad de Damasco, se dio una de las masacres de cristianos más crueles de la historia contemporánea, con la connivencia de las autoridades militares, soldados turcos, drusos y grupos paramilitares sunitas.
El terrible acto de violencia duró tres días, del 9 al 11 de julio. Sin embargo, el 9 de julio se recuerda como la fecha más sangrienta, donde fueron asesinados miles de cristianos, y se destruyeron e incendiaron muchas iglesias, conventos, escuelas misioneras y aldeas enteras.
La masacre culminó con la huida de miles de personas y la ocupación de Siria por un ejército francés.
En el libro Santoral de Galicia: Cincuenta Semblanzas Hagiográficas, el historiador José Ramón Hernández Figueiredo, Doctor en Historia Eclesiástica por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, y Diplomado en Archivística por la Escuela de Paleografía, Diplomática y Archivística de la Ciudad del Vaticano, explicó la razón del terrible desenlace contra los cristianos. Además, recogió importantes datos y testimonios de los cristianos que sufrieron el atentado.
“En la paz de París, firmada el 30 de marzo de Crimea, la asamblea francesa exigió ciertas reformas al Imperio Otomano, en particular por lo referente a la tolerancia de las minorías cristianas”, dijo Hernández.
“Como en dicho año, el sultán publicó un decreto por el que todos los súbditos del imperio tenían los mismos derechos en impuestos y ocupación de cargos públicos, los mahometanos se sintieron ultrajados por considerar a los cristianos como ‘ghetos’ de razas inferiores excluidas de la ley durante doce siglos”, explicó.
En ese sentido, el conflicto culminó en la terrible masacre “porque el gobernador de Beirut [capital de Líbano], el bajá Khursud, había azuzado a los musulmanes de Siria hasta el punto de que estallara la conflagración en Bait Mari, por un pleito entre un druso y un joven cristiano maronita”.
Según narra el historiador, “las primeras víctimas sobrevinieron en los pueblos maronitas del centro y el sur del Líbano, siendo asesinados, mutilados o vejados cerca de seis mil cristianos”. Luego, a media mañana del 9 de julio, “los drusos llegaron a Damasco durante la vigilia del Ramadán, y comenzaron la matanza de cristianos”.
Durante el terrible acto “se asaltó el barrio cristiano de Arat-el-Nassara, con sus 3800 viviendas y los conventos europeos de Jesuitas, Paúles, Hijas de la Caridad y Franciscanos. Las víctimas del crimen alcanzaron, en tres días, la cifra de unos tres mil muertos”, dijo.
Lamentablemente, “el gobernador, bajá Ahmed, no impidió la matanza”; sin embargo, “el emir argelino Abb-al-Kadar, gran defensor del Islam dio asilo a mil quinientos cristianos, entre los que se contaban algunos europeos”.
Entre los refugiados estaban religiosos jesuitas, paúles, Hijas de la Caridad y también fueron invitados los franciscanos; sin embargo, ellos no abandonaron el convento y fueron torturados por una muchedumbre violenta de beduinos y metolanos, explicó el Hernández.
“Los franciscanos fueron objeto de ludibrio y escarnio, atormentados con el alfanje de los beduinos y con las bayonetas de los turcos. Cada asesinato era recibido con inmenso júbilo por aquella multitud, deseosa de exterminar”, señaló.
Hernández contó que los criminales primero, “pretendieron que renegaran de la fe cristiana y rindieran culto a Alá y a su profeta Mahoma. Como se negaron, les ofrecieron riquezas. Como se volvieron a negar, les entregaron al martirio. Murieron todos al instante”, excepto dos sacerdotes, que fallecieron al día siguiente, entre los que estaba el P. Engelbert.
El beato P. Engelbert “manifestó su amor sin límites a la religión de sus padres, ‘oponiéndose resuelta y tenazmente, a pisar la cruz del Redentor, protestando en lengua árabe contra los actos de salvajismo de los partidarios de mahoma por él presenciados, soportando y perdonando, como Dios manda perdonar, a los enemigos de la Iglesia’”, concluyó.
Según datos del historiador, a comienzos de 1860 en Damasco había 30 mil cristianos y ciento cuarenta mil musulmanes. En la actualidad la Iglesia Católica reconoce un importante número de santos y beatos mártires a causa de la terrible masacre perpetrada allí.
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