El semanario católico español Alfa y Omega publicó una carta manuscrita del Papa Francisco en la que agradece a este medio el haberle enviado una copia de un registro de la década de 1950 que constata que el joven Jorge Mario Bergoglio era un adorador nocturno del Santísimo Sacramento en Buenos Aires (Argentina).
“Me emocionó la fotocopia del libro sobre la adoración nocturna de la Basílica del Santísimo Sacramento”, escribe el Santo Padre en la carta enviada al semanario y publicada este 8 de abril.
“Cuando te tocaba el turno, el del turno anterior te despertaba con la frase ‘venite adoremus’ (venid y adoremos) y de allí ibas a la hora de adoración”, recuerda el Papa.
“Como en aquel tiempo no había Misa vespertina, mucha gente que había estado en fiestas de casamiento venía a escuchar Misa los sábados en la noche”, explica Francisco, que fue adorador nocturno en 1954 y 1955, hace más de seis décadas.
En ese tiempo, prosigue el Papa, “yo ya había tenido la experiencia de (la iglesia) San José de Flores y llevaba una vida cristiana normal. Iba (a la adoración) con mi hermano Oscar”.
La experiencia a la que se refiere el Santo Padre sucedió el 21 de septiembre de 1953, que era el día del estudiante y de la primavera en Argentina, que se celebra con una gran fiesta.
En la Vigilia de Pentecostés de 2013, el Papa relató que “antes de ir a la fiesta pasé por la parroquia a la que asistía, y encontré a un sacerdote al que no conocía y sentí la necesidad de confesarme, y esta fue para mí una experiencia de encuentro, he encontrado alguien que me esperaba".
"No sé qué pasó, no me acuerdo, no sé por qué ese sacerdote estaba allí o por qué he sentido esta necesidad de confesarme, pero la verdad es que alguien me esperaba, me estaba esperando desde hacía tiempo y después de la confesión sentí que algo había cambiado”.
“Yo no era él mismo, había sentido una voz, una llamada. Me convencí que debía convertirme en sacerdote, y esta experiencia en la fe es importante", contó el Santo Padre en aquella oportunidad.
Alfa y Omega recuerda que en la Basílica del Santísimo Sacramento, donde Jorge y Oscar Bergoglio participaban de la adoración nocturna los sábados, también podían descansar en un gran cuarto con algunas camas.
El cuaderno de los adoradores nocturnos, donde figuran los hermanos Bergoglio en la página 84 –Jorge Mario con el número 9.195–, empieza con registros del año 1941 y finaliza en 1998, pero no es el único registro que se conserva, ya que las adoraciones nocturnas en la basílica bonaerense empezaron en 1917.
El principal impulsor de este grupo de adoradores fue el sacerdote español José Ramón Aristi, quien sería luego confesor del ahora Papa Francisco.
En marzo de 2014 el Papa se encontró con los sacerdotes de la Diócesis de Roma y compartió con ellos una especial historia sobre el sacerdote vasco.
Francisco narró que la cruz que porta y que lo ayuda a luchar contra los malos pensamientos pertenecía al P. Aristi, conocido por ser un gran confesor y que acompañó prácticamente a todo el clero de la capital argentina.
El P. Aristi también confesó al Papa San Juan Pablo II durante una de sus visitas a Argentina.
Cuando el sacerdote falleció en Pascua, el hoy Papa Francisco fue a la iglesia donde iban a velarlo y vio que no había flores. “Yo pensé: pero este hombre, que ha perdonado los pecados de todo el clero de Buenos Aires, también a mí, ni una flor. Salí y fui a una florería y compré algunas flores, rosas”.
“Volví y comencé a preparar bien el ataúd, con flores. Y vi el rosario que tenía en la mano y de pronto se me vino a la mente –ese ladrón que todos tenemos dentro, ¿no?– y mientras acomodaba las flores tomé la cruz del rosario, y con un poco de fuerza logré arrebatarla. En ese momento la he guardado y he dicho ‘dame la mitad de tu misericordia’. ¡He sentido una cosa fuerte que me dio el coraje de hacer esto y de hacer esta oración!”, relató el Pontífice en 2014.
“Luego, esa cruz la puse aquí, en el bolsillo. Las camisas del Papa no tienen bolsillo, pero yo siempre llevo aquí una pequeña bolsa de tela, y desde aquel día hasta hoy, esa cruz está conmigo”.
“Y cuando me viene un mal pensamiento contra cualquier persona, la mano la llevo aquí, siempre. ¡Y siento la gracia! Siento que me hace bien. Cuánto bien hace el ejemplo de un sacerdote misericordioso, de un sacerdote que se acerca a las heridas”, dijo entonces el Papa Francisco.
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