El Papa Francisco presidió este domingo 17 de enero el rezo del Ángelus dominical y explicó cuáles son las 3 llamadas que Jesús hace a cada uno a lo largo de la Vida: la llamada a la vida, la llamada a la fe y la llamada a un estado de vida particular.
Desde el Palacio Apostólico del Vaticano, el Pontífice explicó que cada una de esas llamadas “es una iniciativa de su amor”.
La primera llamada de Dios es a la vida. “Con ella nos constituye como personas; es una llamada individual, porque Dios no hace las cosas en serie”.
Después “Dios nos llama a la fe y a formar parte de su familia, como hijos de Dios”.
Y, finalmente, “Dios nos llama a un estado de vida particular: a darnos a nosotros mismos en el camino del matrimonio, en el del sacerdocio o en el de la vida consagrada”.
El Papa explicó que esas llamadas “son maneras diferentes de realizar el proyecto que Dios tiene para cada uno de nosotros, que es siempre un plan de amor. Y la alegría más grande para cada creyente es responder a esta llamada, a entregarse completamente al servicio de Dios y de sus hermanos”.
“Frente a la llamada del Señor, que puede llegar a nosotros de mil maneras, también a través de personas, de acontecimientos, tanto alegres como tristes, nuestra actitud a veces puede ser de rechazo, porque nos parece que contrasta con nuestras aspiraciones; o de miedo, porque la consideramos demasiado exigente e incómoda. Pero la llamada de Dios es amor, y a ella se responde solo con amor”.
El Santo Padre expuso esta enseñanza a partir del Evangelio de este segundo domingo del Tiempo Ordinario, donde se presenta “el encuentro de Jesús con sus primeros discípulos”.
“La escena se desarrolla en el río Jordán, el día después del bautismo de Jesús. Es precisamente Juan Bautista el que señala el Mesías a dos de ellos con estas palabras: ‘¡He ahí el Cordero de Dios!’”.
Aquellos dos discípulos, “fiándose del testimonio del Bautista, siguen a Jesús que se da cuenta y pregunta: ‘¿Qué buscáis?’, y ellos le preguntan: ‘Maestro, ¿dónde vives?’. Jesús no contesta: ‘Vivo en Cafarnaún o en Nazaret’, sino que dice: ‘Venid y lo veréis’. No es una tarjeta de visita, sino la invitación a un encuentro”.
“Los dos lo siguen y se quedan con él esa tarde. No es difícil imaginarlos sentados, haciéndole preguntas y sobre todo escuchándolo, sintiendo que sus corazones se encienden cada vez más mientras el Maestro habla”.
“Advierten la belleza de palabras que responden a su esperanza cada vez más grande. Y de improviso descubren que, mientras empieza a caer la noche, estalla en ellos la luz que sólo Dios puede dar”.
Una vez finalizado el encuentro con el Maestro, “salen y vuelven con sus hermanos, esta alegría, esta luz se desborda de sus corazones como una riada. Uno de ellos, Andrés, dice a su hermano Simón –a quien Jesús llamará Pedro–: ‘Hemos encontrado al Mesías’”.
Ese encuentro con Jesús, explicó el Papa Francisco, es un encuentro “que nos habla del Padre, nos da a conocer su amor. Y entonces, espontáneamente, brota también en nosotros el deseo de comunicarlo a las personas que amamos: ‘He encontrado el Amor’, ‘he encontrado el sentido de mi vida’. En una palabra: ‘He encontrado a Dios’”.
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