“Así fue como ella, tan pequeña, pudo hacer tanto bien: reflejando, al igual que una gota, el amor de Dios. Y si, a veces, mirándola a ella y a otros santos, llegamos a pensar que son héroes inimitables, pensemos en esa pequeña gota y recordemos que también nosotros estamos llamados a reflejar el amor de Dios en el mundo”.
Explicó que esto se puede lograr “dando el primer paso, como Dios hace con nosotros: sin esperar a que otros se muevan, sin esperar a que el mundo, la sociedad y la Iglesia cambien, sin esperar ni pretender reconocimientos”.
“Pensando en el amor de Dios que siempre nos precede, podemos preguntarnos: ¿soy agradecido al Señor, que es el primero en amarme? ¿Me encuentro con Él cada día para dejar que me transforme?”.
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