Al día siguiente, Pedro encaró a Pedrajas y la situación no se repitió, pero señaló “que otros chicos no tenían la mínima idea” de la gravedad de lo que les ocurría ni de cómo detenerlo. “Pedrajas tenía un gran poder de manipulación. Era un sociópata, sabía exactamente dónde aferrarse, a quién afectar y cómo controlar absolutamente todo lo relacionado con el poder”, indicó.
El Padre Pica ponía música todas las noches en el primer piso. Apagaba las luces y entraba a la habitación común. “En una ocasión se cortó la música y escuché cómo ‘Pica’ llevaba a un chico a su cuarto. Fui hasta allá y a través de la ventana vi cómo lo estaba violando”, narró Pedro, y agregó: “En ese momento no entendí lo que estaba pasando. No sabía que un hombre pudiera abusar de un niño de esa forma”.
“Él sabía que nos estaba haciendo daño, buscaba hacernos daño. Había un proceso planificado para burlarse y aprovecharse de nosotros, y de sus superiores, que sabían lo que estaba pasando. Algunas veces nos llamaba a la dirección y se burlaba diciendo que 'él podía hacer esto' y nosotros no podíamos hacer nada”, manifestó.
Pedrajas impartía las clases de Psicología en el internado, que utilizaba para manipular a los estudiantes. Pedro recuerda que les hacían creer que “como eran gente tan capaz, abandonar un proyecto de ese tipo era un fracaso”. Por eso “nadie decía absolutamente nada”, nadie quería volver a la pobreza “con la etiqueta de ser un fracasado que no había hecho nada bueno”, concluyó.
Junto a Alfonso Pedrajas, varios otros jesuitas que trabajaron en Bolivia han sido señalados como presuntos abusadores sexuales.
El colegio Juan XXIII, las denuncias y las investigaciones
La mayoría de los exalumnos del colegio, incluso entre las víctimas de abuso, recuerdan con gratitud su tiempo en la institución. Para ellos, el Juan XXIII ha beneficiado mucho al país. Varios egresados han ocupado cargos muy importantes en Bolivia y en el exterior.
Héctor Córdova, ingeniero y exalumno del centro educativo, afirmó que “todo lo malo que ha pasado no puede anular ni opacar lo extraordinario que fue todo el proceso de fundación y constitución del colegio, y los resultados que ha dado”.
Córdova resaltó la labor de los misioneros belgas, fundadores del instituto, en las zonas más pobres del país, de donde provienen la mayoría de los egresados del Juan XXIII. Señaló que fue un esfuerzo de gran importancia para la vida de muchos jóvenes, sobre todo en una época de tanta violencia política en Bolivia.
“El efecto de la educación fue muchísimo más profundo e intenso que el de los intentos violentos”, señaló. También destacó el trabajo de los jesuitas en suelo boliviano, afirmando que “no se puede generalizar” ni condenar a todos por los delitos de unos pocos.
Sin embargo, dentro del grupo de egresados del Juan XXIII hay diversas posturas sobre cómo abordar la crisis desatada por el caso Pedrajas. Algunos consideran que los Jesuitas y la Iglesia deberían pagar una indemnización a las víctimas, y otros, como Córdova, consideran que “no hay que fanatizarse, no hay que manchar el nombre del colegio ni culpar a sacerdotes inocentes”.
Un grupo numeroso de exalumnos del internado se organizó para presentar una denuncia colectiva ante la Fiscalía de Cochabamba, que ya está en proceso de manera paralela a la investigación que lleva la Fiscalía de Bolivia.
Poco tiempo después de que se publicara el reportaje del diario El País, la Compañía de Jesús en Bolivia anunció que investigarían la actuación de los jesuitas que se desempeñaban como provinciales en el momento en que ocurrieron los delitos.
La Congregación determinó la suspensión de estos superiores y de otros jesuitas que ejercieron como provinciales en los años siguientes al fallecimiento de Pedrajas, "para investigar sobre si hubo denuncias públicas no atendidas en su momento".
Sin embargo, esta semana el grupo de víctimas del colegio Juan XXIII emitió un comunicado en rechazo de la presentación de los nuevos protocolos de prevención, identificación y denuncias de abuso sexual de los jesuitas en Bolivia.
En el documento, los exalumnos lamentan que la Congregación ya no se encuentre horrorizada por los abusos ni pida perdón, sino que en sus declaraciones hayan primado “la soberbia y la mentira sofisticada”.
Para las víctimas, los nuevos protocolos de la Compañía de Jesús en el país del altiplano pretenden “invisibilizar los abusos y dar lugar al reino de la impunidad”.
Asimismo, manifiestan que los Jesuitas en Bolivia deberían “aceptar un proceso [penal] en contra de su institución”, para “conocer la verdad material de los hechos en el marco del debido proceso” y “asumir responsabilidades si corresponden”.
Si no, “'la escucha' tendrá un carácter morboso y el acompañamiento judicial trazará el camino a la impunidad”, concluyen las víctimas.
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