En tiempos del emperador romano Trajano, San Ignacio fue apresado y trasladado a Roma para ser ejecutado allí, debido a su condición de ciudadano romano. De camino a su martirio, Ignacio fue redactando una serie de cartas dirigidas a las diferentes iglesias cristianas, con ánimo de orientarlas y fortalecer su unidad en Cristo.
Al empezar cada epístola, al lado de su nombre, escribe “Teóforo”, que en griego quiere decir “portador de Dios”, como indicación de la manera como entendía su propia misión. En una de esas cartas se describe como "un hombre al que ha sido encomendada la tarea de la unidad".
Finalmente, en la epístola dirigida a los cristianos de Trales, refuerza bellamente lo expresado anteriormente: “Amaos unos a otros con corazón indiviso. Mi espíritu se ofrece en sacrificio por vosotros, no sólo ahora, sino también cuando logre alcanzar a Dios... Quiera el Señor que en Él os encontréis sin mancha”.
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