Ramona Treviño, que gerenció una clínica de Planned Parenthood, comparte la dramática conversión e historia de fe que pasó para abandonar a la multinacional del aborto tras tomar conciencia de que “tenía sangre en las manos”.
Ramona, actualmente de 44 años, entró a trabajar como gerente de una clínica de Planned Parenthood en Sherman, Texas (Estados Unidos) en 2008, cuando tenía 30 años.
Entrevistada por ACI Prensa, recuerda que “en esa época yo apenas me había casado con mi esposo. Y tuvimos un niño y tenía como año y medio que estaba en casa”.
“Y antes de eso yo siempre había trabajado. Fui una madre soltera por varios años, antes de conocer a mi esposo”, dijo, así que “era la primera vez que yo estaba en casa con mi bebé y sentía como una urgencia por salir a trabajar como antes”.
Ramona Treviño. Crédito: Cortesía.
Fue una amiga que trabajaba en Planned Parenthood la que la animó a postular al empleo, que finalmente consiguió.
En esos días, dijo, si bien “sabía que existía” Planned Parenthood, “no sabía muchos detalles” de lo que se hacía.
“En mi local no se comete el aborto”
Por eso, señaló, la sorprendió cuando su amiga le dijo que no se preocupe “porque no hacen abortos ahí, los abortos los hacen en otra parte”.
Así, cuando obtuvo el empleo, Ramona, que es de la tercera generación de una familia hispana católica en Estados Unidos, comenzó a trabajar “con la idea de que en mi local no se cometen abortos”.
El trabajo además le resultaba cómodo, porque “la clínica estaba abierta solamente tres días a la semana. Entonces yo justificaba eso con que podré estar más tiempo en casa con mis hijos”.
Pensaba entonces quedarse solo un año y usar su paso para mejorar su hoja de vida laboral y conseguir otro empleo. Pero terminó trabajando ahí tres años.
“Yo nunca lo pensaba, pero me imagino que siempre fui provida. Quedé embarazada a los 16 años, fui una mamá adolescente, pero nunca me cruzó por la mente abortar. Para mí eso no era una opción”, señaló.
“Y no creía personalmente en el aborto pero, como muchas personas, creía en una cultura que dice que una mujer tiene derecho a elegir”, dijo.
“De esa manera justificaba mi trabajo, decía que mis manos están limpias, no estamos cometiendo abortos aquí, solamente estoy dando referencias. Si la mujer elige eso, es entre ella y Dios”.
Una batalla con su conciencia
Pero con el tiempo llegó a vivir en una verdadera “batalla interior con mi conciencia”.
La conversión, recordó, llegaría “en el tercer año” de trabajo en Planned Parenthood.
Indicó que en esos días la multinacional del aborto estaba “haciendo muchos cambios” y querían que incluso los gerentes de las clínicas apliquen anticonceptivos inyectables, para acelerar el flujo de los clientes en sus instalaciones.
Su malestar por verse presionada a brindar servicios médicos para los que no se había preparado coincidieron con “una experiencia muy espiritual”.
“Recuerdo que yo estaba escuchando radio y empecé a buscar una estación. Faltaban pocas semanas para Navidad, a finales de 2010”, dijo.
“Yo estaba como desilusionada con mi trabajo, no sabía qué hacer, no sabía realmente qué estaba pasando con mi vida”, continuó.
Una radio católica y un “desafío de mi fe”
Ramona señaló que mientras buscaba estas respuestas encontró la radio católica Guadalupe Radio Network.
En ese momento, dijo, en la radio “estaban hablando del tema del aborto”.
“Entonces yo me estacione y me quedé ahí más de una hora, escuchando a todas las mujeres hablando sobre los abortos a los que se sometieron”, señaló.
Además, dijo, “estaban hablando también sobre el anticonceptivo”.
“Y es cuando me di cuenta de que el anticonceptivo y el aborto son como dos caras de la misma moneda”, indicó.
“Y yo estaba también usando anticonceptivos”, dijo, por lo que “aunque yo me creía una persona que no estaba de acuerdo personalmente con el aborto, me di cuenta de que tal vez, usando anticonceptivos, había abortado también sin saber”.
Eso, aseguró, “fue como un desafío de mi fe, de lo que yo pensaba. Ahí empezó todo”.
Al seguir oyendo día a día la radio católica, las revelaciones que escuchaba la sorprendían, y se sentía “muy confundida”.
En la Cuaresma de 2011 se fue a confesar después de casi cinco años. “Y confesé todo. O sea, dónde estaba trabajando, mi uso de anticonceptivos, todo, todo, todo”.
“Y el sacerdote me dijo: ‘Yo sé que va a ser muy difícil, pero es importante que salgas de allí muy pronto, lo más pronto posible, y no estoy diciendo que va a ser fácil’”.
En esos días, miembros de la campaña 40 Días por la Vida rezaron fuera de la clínica que ella gerenciaba.
Uno de esos días, Ramona se acercó a una voluntaria y pidió oraciones: “Le dije ‘yo soy Ramona, soy la gerente de esta clínica y le pido que rece por mí, por favor, porque quiero salir de aquí, pero no sé cómo’”.
La campaña, dijo, la ayudó mucho, pero “al final de los 40 días yo estaba todavía en Planned Parenthood, rezando, pidiendo a Dios que nos ayudara”.
“Y mi esposo me decía ‘salte de ahí, no sé por qué te quedas’. Y yo daba excusas por miedo”, reconoció.
En uno de los días previos al Domingo de la Divina Misericordia de 2011, Ramona iba manejando el auto y escuchando la radio católica, mientras le pedía a Dios ayuda para encontrar un nuevo trabajo.
Desde la radio, a través del mensaje de la conductora del programa, sintió la voz de Dios.
“Un señor había llamado al programa y él estaba hablando sobre su trabajo provida”.
“Cuando ella le contestó, era como si Dios me estuviera hablando directamente. Y ella le dijo ‘un día, al final de nuestra vida, todos vamos a estar parados frente a Dios, y Él te va a preguntar ¿sabías del aborto?’. Y cuando ella dijo eso empecé a llorar, es como que me estaba iluminando la conciencia”, recordó.
“Y ella dijo: ‘(Dios) te va a preguntar ¿sabías del aborto? ¿Sabías de que los niños están muriendo miles al día, que les están rompiendo los brazos y las piernas? Y luego te va a preguntar ¿qué hiciste?’”.
Fue en ese momento, aseguró, que “me di cuenta de que yo no tenía las manos limpias, que yo tenía sangre en las manos”.
“Tenía sangre en las manos por ser cómplice”
“En este momento yo me di cuenta que Dios me estaba diciendo que todos somos cómplices por no hablar. Todos somos cómplices de no decir y no hacer algo si sabemos que está pasando, pero no estamos haciendo nada para tratar de prevenirlo, para tratar de luchar”.
“Entonces yo era muy culpable y tenía sangre en las manos por ser cómplice en la muerte de los bebés”, dijo.
En la Misa del Domingo de la Divina Misericordia, el 1 de mayo de 2011, día en el que fue beatificado San Juan Pablo II, Ramona sintió que Dios le decía “cree en mí y ten fe, te perdono”.
“Cuando salí de ahí es cuando le dije a mi esposo ‘tengo que salir de mi trabajo, no sé cómo lo vamos a hacer, yo no tengo otro trabajo, no sé cómo vamos a hacer para pagar los víveres y todo, pero me tengo que salir”.
“Ese viernes de 6 de mayo de 2011 es cuando tomé ese paso de fe y me salí del trabajo”, señaló.
A los tres meses de su renuncia, recordó con alegría, “se cerró la clínica, la cerraron, ya no existe la clínica en Sherman”.
Para Ramona Treviño, la Cuaresma de 2011 fue clave para su proceso de conversión. Además, destacó, en esos días fue que “por primera vez decidí rezar el Rosario todos los días. Y no tengo dudas de que de ahí vinieron todas las gracias de Nuestra Señora”.
Ramona señaló que tras su renuncia a Planned Parenthood su matrimonio quedó “en bancarrota” y les quitaron su automóvil.
“Pero no nos quitaron la casa. Le dije a mi esposo: ‘Bueno, tenemos la casa, tenemos dónde vivir, mis hijos tienen dónde vivir. Lo demás no importa’”.
“Y nos quedamos así, muy pobrecitos en el sentido de dinero, pero muy ricos en el sentido de fe”, aseguró.
“Y hasta la fecha seguimos igual, seguimos igual viviendo de pura fe”, aseguró.
Para Ramona, que ha recopilado la historia en su libro “Redimida por la gracia”, su conversión es, además de un proceso de descubrir el verdadero valor de la vida, un camino “de fe, de mi conversión, del poder de los sacramentos, del poder del Rosario, de lo que es ser católico”.
Ramona Treviño espera que el mensaje de la Misericordia de Dios pueda llegar a “cada persona que ha cometido errores y pecados”.
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