El Papa Francisco advirtió a los fieles cristianos contra las propuestas de religiosidad rígida que se alejan del mensaje de Cristo: “¡Estad atentos frente a la rigidez que os proponen! Porque detrás de toda rigidez hay algo malo, no está el Espíritu de Dios”.
Durante la Audiencia General de este miércoles 1 de septiembre, que presidió desde el Aula Pablo VI del Vaticano, el Santo Padre advirtió que los problemas a los que se enfrentaron los Gálatas en tiempos de San Pablo, derivados de la tentación de dejar el camino iniciado al acoger el Evangelio, “pueden repetirse. De hecho, hemos visto que en la historia se ha repetido esto”.
Esas tentaciones, en concreto sería, principalmente, la de “caer en el formalismo, que es una de las tentaciones que te llevan a la hipocresía. Caer en el formalismo y renegar la nueva dignidad que han recibido”.
El Papa llamó la atención sobre el hecho de que “los términos con los que el apóstol se dirige a los gálatas no son de cortesía. En las otras Cartas es fácil encontrar la expresión ‘hermanos’ o ‘queridísimos’, aquí no. Dice de forma genérica ‘gálatas’ y en dos ocasiones les llama ‘insensatos’, que no es un término de cortesía. No lo hace porque no sean inteligentes, sino porque, casi sin darse cuenta, corren el riesgo de perder la fe en Cristo que han acogido con tanto entusiasmo”.
Ese riesgo al que se han dejado arrastrar los gálatas es causa del enfado de San Pablo, explicó el Pontífice, y eso se refleja en el tono de la Carta.
Los gálatas “son insensatos porque no se dan cuenta que el peligro es el de perder el tesoro valioso, la belleza de la novedad de Cristo”.
“La maravilla y la tristeza del Apóstol son evidentes. No sin amargura, él provoca a esos cristianos para recordar el primer anuncio realizado por él, con el cual les ha ofrecido la posibilidad de adquirir una libertad hasta ese momento inesperada”.
En la Carta que dirige a la comunidad de los gálatas, Pablo intenta “poner en un aprieto a los cristianos para que se den cuenta de lo que hay en juego y no se dejen encantar por la voz de las sirenas que quieren llevarlos a una religiosidad basada únicamente en la observancia escrupulosa de preceptos”.
Porque, “estos predicadores nuevos que habían llegado allí, a Galacia, les habían convencido de que debían ir atrás y asumir también los preceptos que se observaban y que te llevaban a la perfección antes de la venida de Cristo que es la gratuidad de la Salvación”.
Los gálatas, por otro lado, “comprendían muy bien a lo que el apóstol hacía referencia. Ciertamente, habían hecho experiencia de la acción del Espíritu Santo en la comunidad: como en las otras Iglesias, así también entre ellos se habían manifestado la caridad y varios carismas”.
“Puestos en aprietos, necesariamente tienen que responder que lo que han vivido era fruto de la novedad del Espíritu. Por tanto, al comienzo de su llegada a la fe, estaba la iniciativa de Dios, no de los hombres. El Espíritu Santo había sido el protagonista de su experiencia; ponerlo ahora en segundo plano para dar la primacía a las propias obras sería de insensatos. La santidad viene del Espíritu Santo. Es la gratuidad de la redención de Jesús. Esto nos justifica”.
El peligro del que San Pablo advierte a los gálatas es el mismo que se puede producir hoy, señaló el Papa.
“También, siempre en la historia, también hoy, suceden cosas que se parecen a lo que les sucedieron a los gálatas. También hoy nos viene a calentar la oreja alguno que nos dice: ‘No, la santidad está en estos preceptos, en estas cosas…, debéis hacer esto y esto’, y nos ponen ante una religiosidad rigidez que nos quita la libertad en el Espíritu que nos da la redención de Cristo”.
El Santo Padre subrayó que la Carta a los gálatas “nos ayudará a no escuchar estas propuestas un poco fundamentalistas que nos llevan a retroceder en nuestra vida espiritual, y tratemos de avanzar en la vocación pascual de Jesús”.
El Papa concluyó recordando que “Dios siempre está cercano a nosotros. Con su bondad. Es como el Padre que todos los días subía a la azotea para ver si regresaba el hijo. El amor del Padre no se cansa de nosotros. Pidamos la sabiduría de darnos cuenta siempre de esta realidad y de expulsar a los fundamentalistas que nos proponen una vida de luces artificiales, lejana a la resurrección de Cristo. La luz es necesaria, pero la luz sabia, no la artificial”.
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