Hoy se celebra a San Juan Bautista Rossi, gran apóstol del confesionario

San Juan Bautista Rossi fue un sacerdote italiano que consagró su vida a Dios para llevar su perdón y misericordia. Por eso, se esforzó siempre en ser un buen confesor -sin que ello implique restarle algo de relevancia a las otras funciones de un sacerdote-. Lo que pasaba era que el Bautista tenía una sensibilidad especial para reconocer cuán paciente y misericordioso es el Señor, y quería compartir con todos la alegría de la reconciliación con el Padre. Juan Bautista quería que el Sacramento de la Reconciliación siempre estuviese cerca de los más necesitados -material o espiritualmente-, especialmente de los enfermos, los presos y las personas que buscaban convertirse de corazón.

Su simpatía atrajo a mucha gente de todo tipo, quienes solían hacer largas colas para confesarse con él: "Antes yo me preguntaba cuál sería el camino para lograr llegar al cielo y salvar muchas almas. Y he descubierto que la ayuda que yo puedo dar a los que se quieren salvar es: confesarlos. Es increíble el gran bien que se puede hacer en la confesión", dijo el Santo alguna vez.

Juan Bautista Rossi nació en 1698, en un pueblo cerca de Génova, Italia. A la edad de 13 años se mudó a Roma, a la casa de un primo sacerdote, canónigo de Santa María en Cosmedin. Su deseo era estudiar en el famoso Colegio Romano, institución fundada por San Ignacio de Loyola en 1550. En 1714, con 16 años, empezó sus estudios eclesiásticos, los que concluyó con los dominicos, graduándose en Teología. Fue ordenado sacerdote a los 23, el 8 de marzo de 1721.

Antes de ordenarse, Juan Bautista ya había desarrollado un intenso apostolado. Fueron años también de intensa actividad, con numerosas mortificaciones. También, aquellos años iniciales en el sacerdocio, fueron años de aprendizaje. Juan Bautista había descubierto la importancia espiritual de renunciar a ciertas cosas en el orden de las comodidades y los placeres -como la comida, la bebida o el descanso-, pero incurrió en exageraciones que ocasionaron que su salud decayese. Pronto aprendería que la verdadera mortificación consiste en aceptar los sufrimientos y trabajos de cada día, con esfuerzo, pero considerando las reales posibilidades de cada uno, pensando en que hay que liberarse de ciertas cosas para amar más, no con el propósito de hacernos “invencibles”.

El Papa le encargó a Juan Bautista Rossi el cuidado de un albergue para desamparados; en ese lugar, el Santo sirvió por muchos años a pobres y necesitados. Y, preocupado por su bienestar espiritual, combinaba la atención y la acogida con la enseñanza de la Palabra de Dios y el catecismo, de forma que la vida del albergue terminó girando en torno a los sacramentos y la vida de la gracia.

El 23 de mayo del año 1764, El p. Juan Bautista sufrió un ataque al corazón y murió a la edad de 66 años; murió siendo un pobre entre los pobres. Como ni siquiera hubo dinero suficiente para costear el entierro, muchas personas caritativas dieron de su dinero para que fuera enterrado cristianamente. Su funeral fue una suerte de gran acontecimiento: asistieron 260 sacerdotes, un arzobispo, muchos religiosos, acompañados de un inmenso gentío.

Fue canonizado por el Papa León XIII el 8 de diciembre de 1881.

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